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MOMENTOS



EVA ADRIANA SOTO FERNIZA

Buena noticia


Sábado 10 de Noviembre de 2018 8:10 am


ANOCHE soñé que estaba en la playa. El mar, como siempre esplendoroso, y la arena, dorada y suave. Pasé un buen tiempo, tan bueno, que no me di cuenta que habían transcurrido algunas horas. Como precaución, me había colocado un poco de aceite en los brazos, y cuando me revisé, descubrí unas negras y graves quemaduras, precisamente donde me había puesto el producto, porque el resto del cuerpo sólo estaba normalmente tostado. Asumí espantada que el aceite había hecho el efecto de freírme la piel.

¡Pesadilla al fin, pero ni tan pesadilla! Ya en la vigilia, recordé que en la década de los 80 se comenzó a hablar sobre la capa de ozono. Se detectaron en aquel tiempo unos agujeros que empezaban a formarse en esa capa que nos protege de la luz ultravioleta. Se desató entonces una crisis que nos puso en guardia hasta la fecha.

El sol no ha sido nunca del todo inofensivo, pero entonces se convirtió en nuestro peor enemigo, provocando desde arrugas y manchas en la piel, con lo que las compañías farmacéuticas y de cosméticos han hecho su agosto. Y sobre todo, aumentó la incidencia de cáncer de piel, cataratas y otras enfermedades. Nos cuestionamos, por lo tanto, sobre el futuro de la humanidad, viviendo quizá en el subsuelo, para evitar los mortíferos rayos solares.

¿Cómo íbamos a parar ese nuevo desastre? Porque ese valioso gas incoloro llamado ozono, forma una tenue capa en la atmósfera y absorbe los componentes dañinos de la luz solar, protegiendo a los humanos. Pero sucedió que durante los últimos 100 años, la actividad del hombre hizo que la capa de ozono comenzara a deteriorarse. Por eso, cuando en 1985 se descubrió que tenía un agujero, y muy grande, en el Polo sur, se encendieron las alarmas mundiales.

Nuestra eterna búsqueda de la comodidad, a la que llamamos eufemísticamente mejoramiento de las condiciones de vida, nos ha traído incontables complicaciones. No medimos la fragilidad y el equilibrio del planeta, porque también se persigue ante todo el lucro, y la ambición es una muy mala consejera.

A pesar de los extensos rumores sobre los agentes que estaban dañando la capa de ozono, resultó que el incremento en las emisiones de gases contaminantes en aquellos años eran producidos –ahora los responsables han sido descubiertos– en China, durante la fabricación de los aislantes de espuma de poliuretano, a precio reducido para uso doméstico. La fuente de estas emisiones es, pues, la industria de la construcción e implementos de hogares en China. 

Pero “no hay mal que dure 100 años ni tarugo que lo aguante”, dice el aforismo. En junio de 2016 se dio la noticia: “Científicos hallaron evidencia clara de que el adelgazamiento de la capa de ozono sobre Antártica está revirtiéndose, gracias a la eliminación de las sustancias que la destruyen”. Pero hubo que esperar décadas para escuchar estas buenas nuevas en ese año. La capa de ozono, lo único que hay entre nosotros y la radiación mortal, después de mucho tiempo empezó a sanarse del daño que le habíamos hecho.

La historia de esta sanación comienza con Mario Molina, un científico ganador del Premio Nobel de Química, quien nació en México y se mudó a los Estados Unidos a trabajar en la Universidad de California, en Irvine. Molina comenzó a estudiar a mediados de la década de los 70, un grupo particular de químicos llamados clorofluorocarbonos o CFCs. De manera que cantidades significativas de estos químicos industriales, usados a principios del siglo pasado, fueron liberados a la atmósfera.

Lo que el Premio Nobel averiguó fue qué sucedía después. Todo indicaba que los químicos que se usaban como refrigerantes, aerosoles, aire acondicionado, pinturas y más en todo el mundo, estaban destruyendo la capa de ozono. Recordarán quienes vivieron esa época, que los aerosoles eran los malos de la película, aunque ciertamente, en menor medida que los otros agentes y los recién descubiertos gases contaminantes en China. Pero de alguna manera y después de miles de dificultades y desacuerdos, el mundo se unió para crear un tratado que muchos describen como el más exitoso acuerdo internacional de medioambiente alcanzado jamás: el Protocolo de Montreal.

La buena noticia es que gracias a ello, la capa de ozono se está recuperando y podría desaparecer en 2060, según la ONU. ¡Fuera pesadillas! 


bigotesdegato@hotmail.com