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De ayer y de ahora



JAIME ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

Aspecto parental y fraterno en la familia


Domingo 11 de Noviembre de 2018 8:52 am


DECÍAMOS en nuestra colaboración antepasada que la familia es el contexto natural para crecer y para recibir auxilio. La familia necesita de una estructura viable para desempeñar sus tareas esenciales. Esa estructura está compuesta por la relación de la pareja, la parte conyugal; el aspecto parental, o sea la relación padres-hijos; y lo correspondiente a la relación entre hermanos, todo ello en lo que se conoce como familia nuclear. La familia incluye la autoridad, los límites entre las generaciones y el rol que cada quien juega en dicha estructura.

Hoy platicaremos sobre el aspecto parental y fraterno. Las interacciones dentro de lo parental incluyen la crianza de los hijos y las funciones de socialización. Pero son muchos más los aspectos del desarrollo del niño que reciben el influjo de sus interacciones dentro de este subsistema. Aquí, el niño aprende lo que puede esperar de las personas que poseen más recursos y fuerza. Aprende a considerar racional o arbitraria la autoridad. Llega a conocer si sus necesidades habrán de ser contempladas, así como los modos más eficaces de comunicar lo que desea, dentro de su propio estilo familiar. Según las respuestas de sus progenitores o personas a su cargo, y según éstas sean adecuadas o no a su edad, el niño modela su sentimiento de lo correcto. Conoce las conductas recompensadas y las desalentadas. Dentro del subsistema parental, vivencia el estilo con que su familia afronta los conflictos y las negociaciones.

Quien ejerza las funciones parentales puede ser muy diverso. Normalmente son los progenitores. A veces incluye un abuelo o una tía. Es posible que excluya en buena medida a uno de los padres, como puede ser el caso de las madres solteras. Puede incluir a un hijo parental, que es aquel que asume las funciones de crianza y de autoridad ante los hermanos más pequeños.

El subsistema parental tiene que modificarse a medida que el niño crece y sus necesidades cambian. Dentro de este subsistema, los adultos tienen la responsabilidad de cuidar a los niños, de protegerlos, alimentarlos, educarlos y socializarlos; pero también poseen derechos. Los padres tienen el derecho de tomar decisiones para la supervivencia del sistema total en asuntos como cambio de domicilio, selección de escuela y fijación de reglas que protejan a todos los miembros de la familia. En nuestra cultura, tendemos a poner el acento en las obligaciones de los padres y a conceder escasa atención a sus derechos, o sea, deben poseer también la autoridad necesaria para llevarlas adelante. (Minuchin, 1984).

Los hermanos constituyen para un niño, el primer grupo de iguales en que participa. Dentro de este contexto, los hijos se apoyan entre sí, se divierten, compiten y, en general, aprenden unos de otros. Elaboran sus propias pautas de interacción para negociar, cooperar y competir. Se entrenan en hacer amigos y en tratar con enemigos, en aprender de otros y en ser reconocidos. El hijo único, al no tener hermanos, vive una dinámica familiar diferente.

En familias numerosas, los hermanos se organizan en una diversidad de subsistemas con arreglo a etapas evolutivas: los “grandes”, los “chicos”, las mujeres, los hombres…

Las familias cambian con el tiempo. La familia está, de continuo, sometida a las demandas de cambio de dentro y de fuera; por ejemplo, muere el abuelo, la madre es despedida de su trabajo, etcétera, de este modo se modifican los aspectos conyugal y parental.

Como todos los organismos vivos, el sistema familiar tiende al mismo tiempo a la conservación y a la evolución.   Aunque la familia sólo puede fluctuar dentro de ciertos límites, posee una capacidad asombrosa para adaptarse y cambiar, manteniendo sin embargo su continuidad.

La familia es un sistema vivo que intercambia información y energía con el mundo exterior. A períodos de desequilibrio alternan con periodos de estabilidad.