Nuevo régimen, vieja economía
ROLANDO CORDERA CAMPOS
Domingo 11 de Noviembre de 2018 8:49 am
DICEN los diarios de ayer, sábado, que
los “mercados” se tranquilizaron. Luego de las turbulencias del jueves y el
viernes, un daño colateral debe registrarse en esta más que voluptuosa
transición: el infligido a la capacidad del Estado para hacer política
económica, en especial aquella que toca al corazón del sistema y se aloja en
los intersticios del mundo opaco de las finanzas, la banca y los espacios
formales para la especulación y el riesgo. Así de grandes fueron las olas
desatadas por una iniciativa, sin duda mal procesada, que sin embargo responde
a un sentimiento más o menos generalizado entre quienes son o han sido usuarios
de la banca: que ésta, en su mayoría en manos foráneas, cobra en exceso por sus
servicios, como si la prima de riesgo, alta como pocas allá por los lejanos
años 80 y 90, o hubiera sido domesticada por décadas de compromiso oficial con
la estabilidad financiera y el buen manejo de las finanzas públicas. Poner en orden unos mecanismos
desorbitados de extracción de excedentes y transferencia al exterior, debería
estar en los primeros puestos de una orden del día para apuntalar el tan traído
y llevado “cambio de régimen”, pero no será así, por lo menos en los primeros 3
años del nuevo gobierno, según declaración expresa del Presidente electo. Lo
que debía estarse cocinando en los corredores de Hacienda, fue puesto a buen
recaudo y bajo candado seguro y anunciado por la futura cabeza del Estado, a
pesar de la más que dura evidencia de que los bancos, tal y como funcionan, no
son funcionales para un buen desempeño de la economía y requieren de cirugía
mayor, en especial aquellos organismos otrora identificados como las palancas
para la promoción y estímulo de nuevas actividades o la ocupación de nuevos
espacios para la inversión y diversificación del tejido productivo. Junto con la renuencia a tocar, en los
primeros años de la gestión, las finanzas públicas en su flanco recaudatorio,
la promesa presidencial del viernes nos presenta un Estado voluntariamente
amputado de sus resorte básicos para actuar en y sobre un flanco de la vida
social, que desde hace años da señales ominosas de mal funcionamiento. Sin una
buena finanza, la inversión privada enflaquece y sin una potable fuente de recursos
tributarios, la inversión del Estado se encoge, sometida a todo tipo de
presiones y extorsiones provenientes del orden financiero internacional. Conclusión: La economía ve cómo se
oxidan sus tejidos primordiales, que tienen que ver con las decisiones sobre
proyectos de inversión y las posibilidades de expandir la producción y el
empleo se achatan, hasta sumirnos en un ambiente recesivo del que será cada vez
más difícil salir apoyados en nuestras propias fuerzas. Todo se trocará en una
economía reflejo de lo que ocurra y se decida afuera, a pesar de las
promisorias potencialidades que el nuevo Tratado (T-MEC) podría traer consigo.
En palabras, libremente interpretadas por mi, de los señores Seade y Serra
Puche, expuestas el viernes en El Colegio de México, las imposiciones de Trump
en la más que dura (re) negociación del Tratado, podrían volverse paradojas
alentadoras para profundizar y, por ende, diversificar nuestro entramado
productivo, en especial el volcado al exterior. Podría imaginarse así una nueva
y efectiva ronda industrializadora del país que, hay que recalcarlo, no podrá
ser el fruto virtuoso del mercado sino de la acción política desplegada por el
gobierno y los actores principales del drama económico.
Pero sin bancos dispuestos; sin banca
de desarrollo alineada por objetivos de transformación productiva; con
aberraciones institucionales como la ya anunciada de fusionar el Banco Nacional
de Comercio Exterior con Nafin; y a partir de renuncias sin sentido en el
frente fiscal, poco o nada se puede esperar… Lo peor: que la recesión ponga la
mesa y el foro para el estreno de un régimen renovado.