Personalizar la muerte
ARNOLDO KRAUS
Domingo 11 de Noviembre de 2018 8:50 am
AYUDAR a morir es un pequeño libro de
la doctora Iona Heath, quien nació y vive en Inglaterra. Es médica generalista
y escritora. Preocupada por las desigualdades en salud, por la vejez y por
cuestiones éticas, ha escrito sobre el proceso de morir. Ayudar a morir es un
libro que responde y pregunta. No existen escalas fiables sobre “el
bien morir”; aunque se han hecho investigaciones, no hay una definición clara.
No las hay por diversas razones; aceptar o no la muerte varía entre culturas,
difiere dependiendo de la clase económica, de la religiosidad y de la
enfermedad subyacente. No es lo mismo fenecer si la vida fue “buena” que cuando
se careció de “todo”, ni es lo mismo entenderla si la persona es autónoma y
laica que cuando se es devoto de Dios. Una aproximación adecuada al concepto de
bien morir la acuñó Richard Smith en 2000: sin dolor, con dignidad, utilizando
medicamentos para controlar los síntomas, no cara y en un lugar seleccionado
con compañeros escogidos. En la medicina moderna, en países ricos, las ideas de
Smith, médico y escritor británico, no se cumplen: cada vez más enfermos
fallecen en el hospital y no en su casa, a lo que agregó que en el último año
de vida los ahorros de quienes fenecerán se dilapidan. La pregunta es, ¿valen la pena esos
esfuerzos cuasi sobrehumanos para mantener a enfermos en ocasiones tan enfermos
que su vida ya no es vida? Cuestión vinculada con otro problema: en la mayoría
de los países la escasez de recursos para atender a enfermos, niños o jóvenes,
con problemas sencillos, es enorme. Ríspida situación: se invierte mucho para
resolver problemas irresolubles –enfermos terminales–, se invierte poco para
corregir problemas resolubles –niños con diarreas–. Así como carecemos de estudios
científicos sobre la opinión de pacientes terminales, de cómo quisieran
confrontar el final de su vida, se cuenta, en cambio, con abundantes y valiosos
testimonios personales. Abundan también manifestaciones sociales en pro de
morir con dignidad. Internet está inundado de información. Traduzco: Campaña
para morir con dignidad, Mi muerte. Mi decisión; Derecho a morir con dignidad.
Los movimientos de la comunidad, dirigidos a políticos y a agentes de salud,
reclaman atención. No medicalizar la muerte, ayudar a
morir, darle voz a enfermos y familiares, y exigir que los doctores no
objetores de conciencia hablen sobre el tema es necesario. Asimismo, es
imprescindible escuchar y confrontar las opiniones de las poblaciones
convencidas de que nacer y morir se deben a la gracia divina contra las de
quienes sostienen que el nacimiento y la muerte son fenómenos naturales. Comprender la necesidad de la muerte
es vital. Finalizar la guerra contra ella, sobre todo, por los médicos, es
necesario. Las facultades occidentales de Medicina deberían crear materias
dedicadas a acompañar a morir. Acompañar: estar al lado, escuchar, dialogar,
empatizar, penetrar en la biografía de quien pronto fallecerá. Individualizar
la muerte es ingente: hacerlo humaniza la medicina. No todos mueren igual
porque nadie, ante la muerte, es similar a otro. Personalizar su propia muerte
es el reto para quien ha decidido terminar su vida y desafío para quien
escucha. En la medicina líquida, característica de nuestros tiempos,
personalizar la muerte serviría para avivar la cara humana de la profesión,
hoy, más vilipendiada que nunca. Regresar a la época donde los doctores
eran biógrafos de los enfermos es buen camino para quienes creen en el arte de
acompañar. Cuando dialogo con familiares de pacientes terminales repito: “La
muerte no es necesariamente un fracaso, muchas veces es una solución”. Richard
Smith, a quien me referí líneas arriba, lo dice mejor (…) otras situaciones
médicas –neonatología, neurocirugía, terapia intensiva– implican decisiones
complejas acerca de cuándo tratar al enfermo. El valor que se le otorga a la
vida y a la muerte es crucial en este tipo de decisiones. Si se considera que
la vida tiene valor a cualquier precio y la muerte siempre es una pésima
opción, es probable que se tomen decisiones inadecuadas”. Leo en la cuarta de forros del libro
de Heath: “¿Por qué son tan pocas las personas que tienen lo que se calificaría
como una buena muerte?”. En octubre, en la Universidad de Bristol, Inglaterra,
auspiciado por la revista The Lancet, se llevó a cabo el simposio The Value of
Death, donde, dentro de otros tópicos, se habló sobre la medicalización de la
muerte. Del simposio versará mi próximo artículo.
*Médico