Razones
JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ
La confusión, como estrategia de poder
Lunes 12 de Noviembre de 2018 7:44 am
LO ocurrido el viernes pasado fue
probablemente más grave aún para la confianza de los mercados de la próxima
administración, que la ya de por sí grave cancelación del aeropuerto de
Texcoco. En la mañana, Morena anunció en la
Cámara de Senadores la presentación de una iniciativa para cancelar el cobro de
prácticamente todas las comisiones bancarias. Con la presentación formal de la
iniciativa en el Senado, la Bolsa Mexicana de Valores se desplomó, arrastrada
por las acciones de los bancos que perdieron valor por unos 90 mil millones de
pesos en unas horas. Nadie en el equipo del futuro gobierno decía una palabra,
mucho menos habían advertido al sector financiero de la adopción de tal medida. Quitar repentinamente el cobro de
todas las comisiones al sector financiero provocaría un caos en el sector, pero
sobre todo generaría el colapso del sistema bancario y financiero. Los bancos
viven, básicamente, de las diferencias que obtienen entre los intereses que
cobran y los que pagan, sumados a las comisiones que perciben por sus
servicios. De ahí devienen sus utilidades; acabar con las comisiones
significaría, en los hechos, acabar con el negocio bancario. Es verdad que en muchas ocasiones en
México esas comisiones son muy altas, sobre todo en algunas instituciones
bancarias. Eso se debe, sin duda, a cierta voracidad de algunos bancos en un
marco con normas laxas en ese sentido, pero también a que el negocio bancario
en el país es aún reducido y eso no permite una expansión tal de la operación,
que garantice la rentabilidad de la misma. Pero la vía no es prohibir las
comisiones, sino en todo caso regularlas o ponerles un marco más estricto. Lo cierto es que pasaron algunas horas
de pánico, hasta que habló López Obrador y dijo que no habría cambios en el
sistema financiero, al tiempo que Monreal defendía la iniciativa en el Senado,
pero la retiraba para establecer, dijo, mecanismos de diálogo. “No somos
animales”, afirmó el líder de la bancada de Morena, que al día siguiente
insistió en que sí “hay prisa para dictaminar la iniciativa, ya que no debe
haber tanto abuso”. En la Cámara de Diputados, Mario
Delgado aseguraba que no se debían modificar las comisiones, y la lideresa del
partido, Yeidckol Polevnsky, decía que el Presidente “nunca había visto esa
iniciativa y que era inaceptable que temas importantes no se consulten”. López
Obrador tuvo que volver sobre el tema y asegurar que por lo menos en los 3
primeros años no habría modificaciones fiscales al sistema financiero. Pero
también que el Congreso tenía autonomía, lo que desde el Senado reiteró
Monreal. La crisis se superó, pero el daño que
ocasiona la desconfianza estaba hecho. Si Texcoco había abierto una brecha
dentro y fuera del gobierno, la iniciativa de las comisiones bancarias la ha
ahondado mucho más, y eso es lo que ocasiona mayor desconfianza. Hace ya algunas semanas dijimos aquí
que, en los hechos, la mayor oposición al gobierno de López Obrador estaría, de
una u otra forma, dentro del movimiento lopezobradorista. No se trata sólo de
moderados y radicales, sino también lo que determina innumerables grados
ideológicos intermedios, pasando por fuertes pugnas personales entre los
principales dirigentes y algunos funcionarios. Todavía no asumen el gobierno y ya hay
rupturas, renuncias, desmentidos, se sancionan leyes que se deben volver a
llevar al Congreso, porque por la prisa se votaron con errores manifiestos;
vemos movimientos tan extraños, como aquel de las primeras sesiones del Senado,
en el que se niega y a las horas se aprueba la licencia de Manuel Velasco; sale
la portada de Proceso, y en una reacción bastante histérica, varios actores la
utilizan para ajustar cuentas internas. El propio Presidente electo, de acuerdo
al auditorio, puede cambiar más de una vez de opinión sobre ciertos temas, como
ocurrió con el aeropuerto. A estas alturas, no se sabe si se
trata simplemente de la confusión que genera la larga transición y la
inexperiencia en labores de gobierno, en una estrategia consciente de
confusión. En un extraordinario documental de la BBC, Hypernormalisation, de
Adam Curtis, se habla sobre la manipulación de la política y la información
moderna, a través de una estrategia de “manejo de la percepción”, cuyo máximo
exponente dice es Vladislav Surkov, un ex director de teatro que tomó ideas del
Avant-garde y las llevó al corazón de la estrategia política del presidente
ruso, Vladimir Putin.
Surkov es el responsable de una serie
de estrategias que trascienden incluso la simple manipulación, “instaurando un
teatro de ilusiones sobre la faz de la política rusa”. Surkov ha creado
partidos políticos enteros que se oponen a Putin, grupos antifacistas y a la
vez también grupos neonazis, como actores de un juego político, cuyo motivo es
“la confusión total, hacer que nadie sepa qué es real... una estrategia de
poder que mantiene a toda oposición completamente confundida, una interminable
metamorfosis que es invencible, porque es indefinible”. La teoría de la
conspiración y la confusión, como una forma de ejercer el poder.