Despacho político
ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA
Árboles
Miércoles 14 de Noviembre de 2018 7:50 am
OBSERVO cómo casi se entrelazan los
troncos de tres parotas jóvenes. La conjunción les da apariencia de una sola,
gigantesca a su edad. Alrededor crecen otras coetáneas, la más cercana a unos
30 metros. La madera de este árbol, que lleva igualmente el nombre de
guanacastle, es apreciada en carpintería, debido a que resiste a la polilla y a
sus vetas que van del amarillo al rojo oscuro y casi negro, pasando por varios
colores y tonos más. Otro día, miro cómo los cerros se
cubren de blanco, tanto que de mañana parece que nevó de noche. Los
xolocuáhuitles están en florescencia. También les llaman barcinos. Su madera es
dura, resistente, de vetas similares a las de parota. Puede durar más de un
siglo, si no se le daña intencionalmente y se le resguarda de inclemencias
naturales. Antiquísimas primaveras, de unos 25
metros de altura, de troncos de más de 2 metros de circunferencia, vigilan a la
vera del camino en paso de los andantes. Su madera es blanca, amarillosa, que
el barniz natural torna en dorado luminoso. Cuidada, dura décadas. En los camellones de la ciudad, abunda
la caoba, en ocasiones llamada caobilla, para diferenciarla de sus tocayas del
sureste del país, donde gigantes de hasta 40 metros crecen sin dificultad. Aquí
llevan un nombre aparejado: cóbano. Escasos, depredados hasta la
irracionalidad de la ambición de dinero fácil, los granadillos han sido materia
de contrabando. Los chinos –que ocasionan muchos de los males del mundo– la
compran cara por el color rojizo de la madera, el mismo que tenían los muebles
de la nobleza antigua de su país. Tal es el grado de estupidez. Como esas especies maderables, hay
varias más en el territorio de Colima. Son nativas, de modo que crecen sin
problemas más allá de la tala ilegal y eventuales enfermedades que los
especialistas podrían diagnosticar y resolver. ¿Por qué habiendo tanta riqueza
maderera en Colima no la aprovechamos? El contrabando es frecuente, tanto en
pequeña escala como en volúmenes mayores. La tala clandestina ocurre y
continuará mientras se dejen de lado las medidas inteligentes de explotación
racional. Hace décadas, hubo un programa federal
de fomento a las maderas tropicales finas. Los campesinos que sembraran árboles
maderables recibían un subsidio y la autorización, llegado el momento, para
explotar la madera. En el ínter –planes a 7 o más años–, con los árboles a
cierta altura, el ganado podía pastar en esas superficies de bosques inducidos.
Cada año, se sembraba otra superficie similar, para que cuando al año séptimo
estuviesen listos para tala los primeros, ya la segunda generación tendría 6
años y así sucesivamente. Desapareció ese programa. En cambio, hay ahora un frenesí por
sembrar arbolitos de vivero en las ciudades y a la vera de las carreteras.
Nadie los cuida después, pero los políticos se lucen en la foto con un supuesto
espíritu ambientalista. Para que haya conservación de especies
de flora y fauna, deben convertirse en negocios, en fuentes que generen
ingresos económicos a quienes las cuiden. Hace poco, se informó que estaba por
salir la primera generación de pinos navideños cultivados en Colima. Quien lo
desee, podrá ir antes de Navidad a cortar uno, pagarlo y llevarlo a casa. Puede
ser un paseo familiar. Un esquema similar puede aplicarse
para inducir bosques de árboles maderables. Tú los siembras, cuidas y cortas
cuando maduren. En tanto, recibirás un subsidio del Estado por ocupar tus
tierras. Esos árboles cultivados, por ser de especies nativas, contribuirán al
mejoramiento del medio ambiente y también al bienestar económico de campesinos. Hace unos meses, vi un cultivo de
teca, una madera resistente que sirve para fabricar embarcaciones. La intención
es, claro, obtener dinero de esa madera. Está bien, pero siempre será mejor
cultivar especies nativas; la teca es exótica. Si en vez de inducir y subsidiar el
cultivo, preferimos prohibir el aprovechamiento, alentamos el delito y el
contrabando. Prohibir suele dar popularidad política; planear el
aprovechamiento racional, genera empleo, riqueza, bienestar y conserva la
naturaleza, porque el primer interesado en cuidarla es quien de ella se
beneficia. Cuestión de escoger. MAR DE FONDO
** “Al olmo viejo, hendido por el
rayo/ y en su mitad podrido,/ con las lluvias de abril y el sol de mayo/
algunas hojas verdes le han salido./ ¡El olmo centenario en la colina/ que lame
el Duero! Un musgo amarillento/ le mancha la corteza blanquecina/ al tronco
carcomido y polvoriento./ No será, cual los álamos cantores/ que guardan el
camino y la ribera,/ habitado de pardos ruiseñores./ Ejército de hormigas en
hilera/ va trepando por él, y en sus entrañas/ urden sus telas grises las
arañas./ Antes que te derribe, olmo del Duero,/ con su hacha el leñador, y el
carpintero/ te convierta en melena de campana,/ lanza de carro o yugo de
carreta;/ antes que rojo en el hogar, mañana,/ ardas en alguna mísera caseta,/
al borde de un camino;/ antes que te descuaje un torbellino/ y tronche el soplo
de las sierras blancas;/ antes que el río hasta la mar te empuje/ por valles y
barrancas,/ olmo, quiero anotar en mi cartera/ la gracia de tu rama verdecida./
Mi corazón espera/ también, hacia la luz y hacia la vida,/ otro milagro de la
primavera”. (Antonio Machado, español, 1875-1939. A un olmo seco.)