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HÉCTOR SÁNCHEZ DE LA MADRID

Un futuro tormentoso


Miércoles 14 de Noviembre de 2018 7:53 am


A17 días del inicio del mandato presidencial de Andrés Manuel López Obrador, a 4 meses y 14 días de su apabullante triunfo electoral en las urnas, han sucedido varias situaciones inéditas en el México contemporáneo que presagian un futuro tormentoso a partir del 1 de diciembre, cuando tome posesión el político tabasqueño e inicie la Cuarta Transformación de la Nación, como él lo prometió.

Su victoria anunciada preveía una depreciación del peso y la caída de la Bolsa de Valores, sin embargo, nada pasó y todo siguió igual hasta la cancelación de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, que propició el ascenso del dólar y un desplome de las Casas de Bolsa; semanas después, el grupo de Morena en el Senado presentó una iniciativa para cancelar las comisiones de los bancos, hundiendo sus acciones entre el 6 y 10 por ciento, provocando una supuesta confrontación entre el próximo Mandatario y el presidente del Senado.

Antes de los sobresaltos anteriores se desarrolló una consulta, ilegal, informal y tendenciosa, para legitimar una decisión que el entonces candidato López Obrador había tomado durante la campaña presidencial y asumido el compromiso con sus prosélitos. El resultado se conocía de antemano y era el de cancelar la edificación del aeropuerto en Texcoco y la aprobación de la ampliación de la Base Aérea Militar en Santa Lucía y de la terminal de aviones en Toluca. Cayó tan mal el procedimiento que el coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, Mario Delgado, comunicó que el Congreso de la Unión legislaría para que la consulta se convierta en un instrumento apegado a la ley.

El supuesto choque entre Andrés Manuel, que prometió que no se modificaría el cobro de las comisiones en los 3 años próximos, con Ricardo Monreal Ávila (presidente del Senado), quien afirmó que la iniciativa en cuestión no entraría en la “congeladora” y que la llevarían a cabo, contuvo la acción legislativa. Ningún usuario se atrevería a defender las altas comisiones bancarias, sin embargo, la forma intempestiva en que trataron de imponer la medida, sin previo aviso ni cabildeo, es criticable. Debieron esperar a que el siguiente secretario de Hacienda, Carlos Urzúa Macías, hiciera su trabajo.

Con esas dos muestras, se puede esbozar el estilo del inminente gobierno que está cerca de nacer, fiel y congruente con el pasado de los ahora y próximamente autoridades y dirigentes. A nadie le debe de sorprender lo que ha ocurrido, ya que si refrescamos la memoria, siquiera un poco, recordaremos que tanto López Obrador como Monreal Ávila, al igual que Martí Batres, presidente de la Cámara de Diputados, como Porfirio Muñoz Ledo, presidente del Congreso, etcétera, etcétera, siempre han estado contra las instituciones y el Estado de Derecho.

Lo que preocupa es que todas y todos los que habrán de gobernar y dirigir la Nación no han alcanzado a comprender que sus largas carreras para llegar a la cúspide de la política terminó el 1 de julio último, que a partir de ese día obtuvieron el aval de la mayoría de ciudadanos para estar al frente de las instituciones, de respetar y hacer respetar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen. En pocas palabras, que dejaron de ser oposición para convertirse en Gobierno, así, con mayúsculas.

Si hacemos un examen somero de los antecedentes políticos y partidarios de las autoridades que ya gobiernan y las que están a punto de hacerlo en 17 días, nos daremos cuenta que las y los más no han tenido representación legal y popular alguna, como tampoco el mando, la responsabilidad de tomar decisiones y de gobernar, valga la redundancia. De ahí lo que ha venido sucediendo en los meses, semanas y días recientes, que es delicado en sí, pero se anticipa alarmante si continúan igual en el devenir, que es lo más probable.

Ojalá y las nuevas fuerzas políticas y partidarias entendieran que México necesita cambiar su sistema político y administrativo, en lo que la inmensa mayoría de mexicanos estamos completamente de acuerdo, pero que esta transformación (sea la cuarta, quinta o décima) se debe de hacer en sana paz, conservando todo lo bueno que tenemos, que es mucho, incluyéndolo en el renovado modelo que habrá de implementar el gobierno presidencial de Andrés Manuel. Mal haría el próximo régimen en destruir las instituciones que le dan base y firmeza al país.

Es urgente que las cabezas de Morena recapaciten que ya dejaron de ser oposición en las Cámaras Legislativas Federales y estarán en poco más de 2 semanas al frente del Gobierno Federal conduciendo el destino de 125 millones de mexicanos, lo que se dice fácil, pero en la práctica será sumamente complicado atender y resolver la embrollada problemática que sufre nuestra Nación. Para ello, primeramente tendrán que aceptar que lo mejor es unir fuerzas y propósitos, no dividirnos y menos confrontarnos, como parece que es la dirección que algunos están tomando.

Y lo que está sucediendo en la Ciudad de México se replica en las entidades, particularmente en la nuestra, donde algunos diputados morenistas han asumido una posición beligerante hacia el Gobierno del Estado, de extracción priista, que a uno y a otro perjudica, pero sobre todo, a nadie beneficia. Ha faltado hasta ahora alguna figura de Morena que encauce por la vía institucional los ánimos partidarios de sus militantes y le dé rumbo a un movimiento social que está lejos todavía de convertirse en un partido político.

De pronto hay señales evidentes de que nuestra Nación podría caer en una Torre de Babel, en la que nadie se va a entender y cada quien jalará por su lado, o peor aún, pudiera desatarse una confrontación generalizada que nos llevaría, en ambos casos, a un estancamiento que inevitablemente retrasaría temporal o definitivamente las soluciones adecuadas a los problemas imperiosos que nos asolan. México requiere cambios, es verdad, pero unidos todos y todas, con dirección clara y por la vía pacífica.