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Malas compañías



MARIO ALBERTO SOLÍS ESPINOSA

Estamos como antes


Miércoles 14 de Noviembre de 2018 7:50 am


LAS nuevas administraciones municipales están a punto de cumplir su primer mes en funciones, y hasta ahora, son escasos, por no decir inexistentes, los cambios que percibe la sociedad. Son más las quejas y alusiones al pasado que las medidas para transformar la inercia negativa que heredaron los alcaldes.

Cierto que muchos de ellos se hicieron cargo de gobiernos en situación de franco desastre, pero hasta el momento, no son perceptibles acciones de fondo que reviertan el descuido y la inopia en temas tan sensibles como la seguridad y la prestación de los servicios públicos.

Munícipes como Leoncio Morán, han invertido mucho tiempo en señalar las irregularidades de su predecesor, sin embargo, todavía no hay denuncias, ningún elemento tangible que sustente la virulencia con que el Alcalde capitalino se refiere a quien lo antecedió en el cargo. Ojalá que pronto haga públicas esas pruebas.

Por lo pronto, las calles siguen destrozadas, las colonias populares en situación de abandono; sus funcionarios ni siquiera han podido sincronizar los semáforos ubicados en las avenidas más transitadas de la ciudad. Poco ha cambiado para los capitalinos, entre un gobierno y otro.

Morán Sánchez eligió, como primeros actos públicos, superfluas acciones de limpia de camellones y pinta de árboles en las zonas residenciales de la ciudad, antes que dedicar tiempo al diseño de políticas de fondo que impacten en la calidad de vida de la gente. Es deseable que ese no vaya a ser el tono de su gobierno.

Un poco más serio, Felipe Cruz Calvario inició su gobierno con cautela, pero igualmente, carente de un sello que lo diferencie de sus antecesores; hasta ahora, no se conocen programas o medidas tendientes a combatir las enormes desigualdades que existen en Villa de Álvarez.

Los grandes retos de una ciudad en constante crecimiento sólo pueden atenderse con ambiciosos planes de atención y cobertura, diseñados desde la administración municipal, pero de momento, nada de eso parece tener prioridad en la administración de Movimiento Ciudadano.

En Manzanillo, la alcaldesa Griselda Martínez ha debido sortear ambiciones personales de munícipes que llegan al cargo con la firme intención de beneficiarse. Será difícil transitar en un Cabildo donde se antepone el beneficio propio a las convicciones y la lealtad a un proyecto.

Por las mismas se encuentra el resto de los municipios; estancados y sin expectativas de cambio. Los alcaldes parecen cómodos en esa inercia del dejar pasar, se asumen como meros pagadores de nómina y pronto olvidan el entusiasmo que mostraron en campaña.

Y en el Congreso del Estado la situación no mejora. Tan mal está, que el dirigente estatal de Morena, Sergio Jiménez, urgió a la mayoría lopezobradorista que cumpla con sus promesas, específicamente la que se refiere a la disminución de salarios y prebendas.

Tal parece que muchos legisladores se deslumbraron con la dieta mensual que recibieron, y ahora les cuesta mucho desprenderse de ella, no obstante que lo prometieron en campaña. Pero además, sus disputas internas y novatez han provocado que entre la sociedad comience a rondar el fantasma de la decepción.

Así, transcurridas las primeras semanas de gobierno de las nuevas mayorías, prevalece la sentencia de que todo cambió para seguir igual. Los colimenses siguen esperando esa sacudida a las instituciones que genere una transformación de la vida pública.

Quizá es muy pronto o también es probable que las expectativas fueran muchas y la nueva clase política que arribó al poder, no tiene la estatura ni la capacidad para responder a las esperanzas que los votantes depositaron en ellos. Ya se verá en los próximos meses.

 

BREVE HISTORIA PARA CAMILA

 

Tomaré prestado el espacio de la princesa para enviar un reconocimiento a mis hermanas y mis padres, por enfrentar momentos difíciles con fortaleza. Las duras pruebas de la vida sirven para unir a los que se quieren. Los malos ratos son útiles para aquilatar eso que tenemos y que en tiempos de normalidad, ni siquiera advertimos. En fin, llega el tiempo de que cada momento tiene que valorarse, nadie conoce lo que sucederá después.