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Tras la puerta



SABINA DE LA LUZ URZÚA

¿Culpa de ser tú?


Miércoles 14 de Noviembre de 2018 7:29 am


HACE más de 9 años que los martes dedico un espacio para escribirle a usted, querido lector de Diario de Colima. Esta experiencia ha sido enriquecedora, porque me permite compartir los temas que parecen relevantes, más allá de la política y economía, como el que hoy comparto con ustedes.

Esta mañana me envió la lectura una fina y culta amiga (devoré sus letras llenas de verdad), por ello las entrego ahora a usted que me lee, informando que Laura Foletto es una autora de libros que vive en Buenos Aires, Argentina. Es terapeuta de integración cuerpo-mente-espíritu, como ella autodenomina a este su acompañar a los demás, para crear la vida que uno merece, anhela y decide. Usted la puede encontrar en su sitio en la red donde tiene un blog: www.abrazarlavida.com.ar. La lectura que les comparto dice así:

“Hola, soy Laura Foletto. Este es un tema recurrente en terapia: la culpa. Por si hago, por si no hago, por si soy egoísta, por si doy demasiado, por si fui a esto o aquello, por si tengo, por si no tengo… por cualquier cosa… el ego siempre se las ingenia para encontrar motivos.

“Nace en nuestra infancia, cuando nos manipulan/amenazan con dejar de amarnos, de reconocernos, de apoyarnos, de estar, porque no somos como nuestros padres quieren que seamos. Revoltosos, gritones, llorones, sensibles, agresivos, encerrados, salidores, lectores, volados, contestadores: podemos ser de muchas formas, pero si no se adecuan a lo que ellos esperan, nos tratan de formar a su imagen y semejanza, a lo que ellos piensan que es lo mejor para nosotros.

“La manipulación puede darse explícitamente (‘no te voy a querer más si haces esto’, ‘me lastima que seas así’, ‘está mal que pienses de esta forma’, ‘no eres capaz de hacerlo’) o implícitamente (silencios, gestos represores, falta de cariño, no hablar de determinados temas). El hecho es que nos queda una sensación interna de que somos inadecuados, insuficientes, malos, erróneos, feos, anormales, etcétera. Podemos responder siendo adaptados o rebeldes.

“Los primeros ceden y se transforman en niños buenos, siguen las reglas, se conforman al sistema. Los segundos continúan reclamando aceptación a través de conductas agresivas, de hacer lo contrario a lo que se espera de ellos, llevando sus exigencias a la sociedad a través de luchas por distintas cosas. En la base, ambos son dos caras de la misma moneda. Cambia la actitud, pero siguen sintiéndose incompletos, necesitados, incorrectos.

“De esta falta de aceptación de uno mismo nacen los ‘debería’, los ‘tengo que’, que martirizan con sus exigencias y perfeccionismos. Lo que está en el fondo es ‘si fuera de tal forma, entonces tendría…’. Nos llenamos de pequeños y grandes programas para lograr metas exteriores, para adaptarnos y manipular como hicieron con nosotros, para tapar el vacío y lo que consideramos malo, para cambiarnos por lo que parece ser el modelo social de éxito. Es la fórmula de la desdicha y la frustración, porque sólo podemos ser felices siendo quienes somos y no otros.

“Como es imposible dejar de ser uno, aparece la culpa y ésta exige castigo. ¡Y somos muy ingeniosos en castigarnos! Y crueles, porque buscamos nuestros lugares más preciados y sensibles. Y porque lo hacemos eterno: no bastan unos años, es cadena perpetua. Cada nueva caída clama otra sentencia y así andamos, dejando en la cárcel a nuestros niños internos, privados de amor y apoyo. ¿Cómo los liberas?

“Reconociéndolo y aceptándolo así como es: un niño maravilloso, original, precioso, lleno de dones y cualidades, inocente, alegre, entusiasta, deseoso de jugar en el mundo a sus anchas, ilimitado. Perdonando a tus padres (porque forman parte de la cadena de culpabilidad e inconsciencia de la humanidad; porque hicieron lo que podían o creían mejor o repitieron con ellos; porque –si crees en la reencarnación– tú los elegiste para acabar con tu karma) y a ti mismo, por sobre todo. La conciencia es el antídoto.

“A tu ego le falta todo. A tu ser interno –espíritu para los religiosos– no le falta nada, es completo. Cuando comprendes, rompes el hechizo y encuentras la paz de ser tú mismo. Transfórmate en los padres amorosos y contenedores que tu niño interno necesita. Así se rompe el círculo vicioso. Llévalo de aliado en tus juegos. Deja de ser ese ser abrumado, exigido, pesado por la carga de la culpa y entiende que viniste a jugar en un mundo amable. Dale cariño, apoyo, contención, halagos. Rían juntos –tu niño interno y tú– iluminando el mundo”.

Este mismo tema, con palabras distintas y breves, lo expone también el Subcomandante Marcos, aquel insurgente del movimiento para la liberación de los pueblos indígenas que dijo: “No tienes que pedir permiso para ser libre”.

También este poeta y renovador del mundo –como Bob Dylan– expresó que “la libertad es como la mañana. Hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes desvelan y caminan la noche para alcanzarla”. Otra frase dice: “Yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú”.

Así que si tú liberas a tu “ego”, que no es otra cosa que la importancia que te das a ti mismo y que al morir se evapora como el agua en un día cálido, seguramente empezarás a reconciliarte con tu niño interior y vivirás feliz con esta actitud, porque nadie más que tú decide ser libre o seguir siendo esclavo de las culpas. Como siempre, hasta siempre. “La respuesta, mi amigo, está en el viento”, Bob Dylan.