Quinto poder
ARGENTINA CASANOVA
La in(deseable) eterna infancia de ciudadanía
Jueves 15 de Noviembre de 2018 8:16 am
POR años, el sueño y trabajo de la
sociedad civil organizada fue y es la participación, como un ejercicio de la
democracia necesaria en toda sociedad. No es casual ni debiera considerarse
mera retórica que democracia sea el gobierno del pueblo para el pueblo. Aun
así, para la mayoría desinformada o que intencionalmente propaga que se deje a
uno solo la decisión del destino de un pueblo, prefiere la eterna infancia
ciudadana. Recientemente, tuvimos una
aproximación al esfuerzo del ejercicio de participación ciudadana a través de
una consulta, debilitado por los contextos y la polarización de las realidades
en el país (ricos y pobres), evidentemente más gente pobre pretendiendo
pertenecer a los segundos, defendiendo intereses de los grandes capitales que
los explotan. Y el resultado fue una andanada de críticas a la consulta, no a
los resultados que podían no gustarles, sino a la consulta. Cuestionaban que se dejara la
oportunidad de decidir algo “tan importante” a la ciudadanía. Hubo memes que
ironizaban con el hecho de que los ciudadanos habían contratado mediante el
voto al próximo Presidente para tomar las decisiones. Lo sorprendente es el ánimo de seguir
alentando la eterna infancia de la ciudadanía y que no sepan que elegir a un
gobernante no debería significar entregarle un cheque en blanco y que él decida
todo en solitario, grave error que en los últimos 100 años hemos vivido en
México, que ha dado por resultado que la sociedad no alentara nunca la
participación, la organización y afrontarla para ella misma la tarea de las
decisiones; es decir, transitar del estado de la tutela absoluta, como si se
tratara de menores de edad, que para protegerse a sí mismos no pueden decidir. Peor aún, hubo un ex presidente que
dijo que no debían votar algunas personas de la sociedad, se refirió a personas
que desde su lógica no utilizan ni utilizarán nunca en sus vidas el aeropuerto
y que por esa razón no tienen derecho a opinar algo que fue secundado por una
sociedad clasista que estimó que esto era verdad. El hecho invisibiliza que
todo ciudadano o ciudadana tiene derecho a opinar sobre en qué y cómo se gasta
el recurso público, pues es cierto, su condición de pobreza –si tuviéramos una
sociedad educada y con conciencia de clase– les haría privilegiar la inversión
en programas sociales, para dejar que sea la iniciativa privada la que invierta
en la infraestructura, de la que obtendrán grandes ganancias. Pero el pensamiento crítico no existe.
No hay forma de que nos logremos poner de acuerdo, por un lado, el absoluto
rechazo desde el desconocimiento que la democracia supone la participación de
todos, hasta los modelos de participación ciudadana, y entender que la
democracia tiene o tendría que ser participativa para realmente serlo. Y se vuelve más difícil, más complejo,
que la sociedad en su conjunto comprenda las nociones de horizontalidad, de
construcción y participación bajo mecanismos de organización ciudadana. Sólo
así podemos entender por qué el Estado “oscureció” tanto la administración
pública, la falta de transparencia y rendición de cuentas, cerrar el gobierno y
prácticamente desaparecer las figuras como los comités vecinales que –sorpresa–
tenían la función de organizarse, decirle a las autoridades municipales y
estatales qué obras debían realizarse y por qué razón. Poco a poco nos alejamos de la toma de
decisiones, le convenía a un sistema que así tomó las decisiones por nosotros.
Es como dejarle al administrador que contrata que decida todo, maneje las
chequeras, contrate gente, invierta el capital de que se dispone y jamás
rindiera cuenta, además de que nos dijera “no, tú no puedes opinar, no sabes,
mejor déjame a mí hacerlo”, y tenemos un país en grave crisis política, social
y de Derechos Humanos. Aprender a ejercer ciudadanía ha sido
uno de los ejes transversales desde el feminismo, para entender cómo las
mujeres podemos participar y apropiarnos del espacio público, cómo podemos dar
el salto y ser ciudadanas, en ejercicio pleno de nuestros derechos; estamos
conscientes desde el feminismo que necesitamos otras formas de gobierno, toma
de decisiones en sistemas horizontales y romper con los modelos patriarcales y
verticables. No quiero decir que el próximo
Presidente esté construyendo gobierno desde una perspectiva feminista, apenas
se abrió una mínima posibilidad de que la ciudadanía participe y tengamos una
sociedad democrática. Lejísimos estamos aún del sueño anarquista de
autogobernarnos. Lo cierto es que tanto para unos como para otros, los que
apoyaron y los que cuestionaron, necesitamos que se fomente educación popular
para la participación ciudadana y el gobierno abierto, pero de verdad.
*Integrante de la Red Nacional de
Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en
Campeche/ Cimacnoticias