Contraste
GLENDA LIBIER MADRIGAL TRUJILLO
Limpia, para pacificar
Viernes 16 de Noviembre de 2018 7:59 am
LA semana pasada llegó a mi teléfono
celular un video del homenaje póstumo del que fueron objeto Mayra Gálvez y
Eliseo Victoriano, directora y subdirector de Seguridad Pública de Armería,
respectivamente, el cual muestra imágenes dolorosas, porque el hecho en sí
mismo y el llanto incontenido de algunos policías, reflejan la magnitud de la
tragedia humana que estamos viviendo debido a la violencia. Ignoro qué sucedía en la razón y en el
corazón de los elementos de seguridad pública cuando en un canto entrecortado
despedían a sus pares asesinados, pero entiendo que como seres humanos tienen
límites emocionales, y entiendo, también, que desempeñan su tarea pública con
más temores que certidumbre. Son imágenes dolorosas porque retratan
el más grande problema de toda la sociedad mexicana en los tiempos actuales: la
violencia, que a la vez siembra miedo y desolación. Un problema que nos atañe
por igual, porque a todas y a todos nos ha robado, por lo menos, tranquilidad. No es exagerado decir que lo que
vivimos en México es una tragedia humana, si consideramos todo lo que ha pasado
luego de que Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico, sin tener
como soporte una efectiva estrategia para ese fin. Las cifras oficiales sobre
asesinatos, desapariciones y fosas clandestinas son escalofriantes, y llegan al
horror los datos no oficiales que siempre encuentran la forma de emerger. A principios de esta semana, las
periodistas Alejandra Guillén, Mago Torres y Marcela Turati, en colaboración
con Quinto Elemento Lab, dieron a conocer una investigación que les llevó 18
meses realizar, cuyo resultado indica que entre los años 2006 a 2016, en 24
entidades del país se han descubierto mil 978 fosas clandestinas, es decir, una
fosa cada 2 días en uno de cada siete municipios del territorio nacional. Bajo el título “El país de las 2 mil
fosas”, revelan que en el periodo investigado, las Fiscalías han recuperado 2
mil 884 cuerpos, 324 cráneos, 217 osamentas, 799 restos óseos “y miles de
restos y fragmentos de huesos que corresponden a un número aún no determinado
de individuos”. Del total, mil 738 víctimas han sido identificadas. Las casi 2 mil fosas en tan sólo 11
años, están sustentadas en información recabada en las Fiscalías de 24 estados
del país, es decir, ni siquiera se cubre toda la República debido a que hubo
autoridades locales que se negaron a colaborar (no fue el caso de Colima). La violencia que genera el crimen
organizado y que acecha a toda la población, ha llegado al extremo de
atemorizar a autoridades de cualquier nivel y de amenazar a nuestras
instituciones. Pero ese mal se empezó a gestar en el corazón mismo de esas
instituciones, cuando sus principales cabezas se coludieron con los capos. No es justo decir que todas las
autoridades, todos los militares y todos los policías han cedido a la tentación
económica del crimen organizado; como tampoco se puede dejar de reconocer que
muchos de los que sí se coludieron lo hicieron por conveniencia, y tantos más
de manera forzada, ya sea por presiones de sus superiores jerárquicos o del
propio narco. Se podrá creer o no, y se podrá
comprobar o no, la aseveración que hizo Jeffrey Lichtman, abogado defensor del
Chapo Guzmán, referente a que el Cártel de Sinaloa sobornó con millonarias
cantidades de dólares al ex presidente Felipe Calderón y al actual, Enrique
Peña Nieto, pero no se puede negar que ese tipo de tratos comerciales entre el
narco y autoridades de altos niveles –ésas u otras– tuvieron que haber sucedido
para encontrarnos en las condiciones actuales, donde la actividad delictiva
está desbordada y la indefensión de la sociedad civil es bárbara.
Por eso creo que antes de seguir con
la estrategia de seguridad fallida de que la milicia haga las veces de policía
para combatir al narco, como lo anunció el próximo presidente, Andrés Manuel
López Obrador, primero debe limpiar, de arriba hacia abajo, las instituciones,
todas, e investigar y detener a gobernantes y políticos que colaboran, por
cualquier motivo, con la delincuencia organizada. Si no hay una limpia de esa
naturaleza, no se ve por dónde se camine con firmeza para conseguir el fin de
pacificar a México.