Cargando



Los anuncios del mar



JULIO IGNACIO MARTÍNEZ DE LA ROSA


Sábado 17 de Noviembre de 2018 8:48 am


CUANDO el mar habla o quiere decirnos algo, pocos lo entienden. Me recuerda a las víboras de cascabel que anuncian su ataque. La naturaleza es caballerosa. Al mar hay que conocerlo para entenderlo, igual que los individuos de la especie humana. Su lenguaje es único.

Nos hemos sentado frente al mar a pensar nuestras cosas mundanas. Han intentado comunicarse con él, tocando sus aguas desde la orilla; eso purifica, dicen. El poeta ha mirado sus formas brillantes y sus colores, sus aves, ha escuchado su música y su canto, ha dicho, como Gutiérrez Nájera: “Quiero morir cuando decline el día/ en alta mar y con la cara al cielo/ donde parezca sueño la agonía/ y el alma un ave que remonta el vuelo”.

Las aventuras de miles de piratas en los mares, dejaron huellas en vastos territorios. En Baja California Sur, por ejemplo, la población de Guerrero Negro, ahí donde existen las salinas más grandes de México, debe su nombre al pirata Black Warrior, dice la gente local. En algunas costas hay pecios aguardando ser descubiertos con sus tesoros. 

La literatura de ficción ha sido socorrida con temas marinos. De Julio Verne, allá por 1869 dieron a conocer su obra 20 mil leguas de viaje submarino, tremenda ficción que hoy pareciera ser real. En el siglo pasado, allá por 1952, Ernest Hemingway presentó El viejo y el mar. Son obras que refieren la relación del hombre con el mar.

Los campos pesqueros reales apartados de la vida mundana, son islas de conocimiento del mar. Los pescadores saben si entrar o no al mar o si hay riesgo. Y es que el mar, dicen, debe respetarse, hay que temerle y hay que llegar hasta donde nos dé permiso, no más. A veces no lo entiende y el pescador se pierde, muere por necio.

Estábamos reunidos con pescadores que por generaciones han vivido del mar. Veíamos al mar calmo, aguas casi someras, sin olas o tan diminutas que no figuran en el paisaje. Vaya que conocen el mar por encimita, dicen riendo. Cuando el viento sopla, saben que hay huracán o norte, las olas crecen aquí donde siempre son chiquitas; cuando el cielo está negro y viene del horizonte, ni siquiera intentan pescar, pues no hay peces y el viento los volcaría.

En algunas épocas del año saben cuándo hay pesca y dónde, así aseguran la pesca y la venta, tendrán dinero para la familia. El mar los hace felices, dicen los escuálidos pescadores. 

Luego me dijeron que hay anuncios del mar que nadie entiende. El mar anuncia muchas cosas. Dijo el viejo pescador que ni su padre ni su abuelo, nadie de aquí entendía lo que el mar quería decirles. Esas palabras no las conocían, eran cosas nuevas que después tradujeron y han quedado en su memoria.

Era un día normal. No había viento, ni huracán, ni norte. Al mediodía, el mar comenzó a elevar sus olas. Luego se salía más de lo normal. Invadió la zona de mesas y enramadas, anegó la arena frente a las casitas y rústicos restaurantes de palapas. Por horas, la gente esperó alguna señal que indicara la causa del comportamiento del mar. Ni siquiera capitanía entendía.

Durante horas, los pescadores caminaron por la larga playa, intentando entender el mensaje del mar, ver algo, sentir algo que les dijera qué pasaba. Nada, ni una señal. Pero ellos sí entendían que el mar algo les anunciaba. Les dio miedo. Todos sacaron sus pangas del mar y las amarraron a varios metros fuera de la máxima pleamar. Solidarios y temerosos, también sacaron las de los pescadores ausentes. Ese día no pescaron. 

A las 11 de la noche de septiembre de 2017, la tierra se sacudió. Las camas brincaban, hubo terrorífico silencio. Se escucharon los gritos de la gente de la Villa. Asustados, se reunieron viendo al mar. No tenían sueño. Platicaron.

Y la mar en calma, como siempre. Sin olas, con el sonido arrullador de siempre. El agua se había retirado a su límite normal. En ese momento entendieron las palabras del mar. Su agitada actitud les avisaba que habría un fuerte temblor. En otros lugares de México, los efectos del temblor fueron drásticos. Son anuncios naturales.


nachomardelarosa@icloud.com