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SABBATH



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Los matones


Sábado 17 de Noviembre de 2018 8:59 am


LOS conté uno por uno. En sólo un fin de semana, fueron ocho víctimas. Vi los cadáveres. Unos eran de adultos; otros, pertenecieron a seres pequeños, algunos con pocas semanas de nacidos. Los cuerpos estaban destrozados, sanguinolentos, irreconocibles. 

Ni el mejor cazador habría acertado tanto hasta acumular tal matazón; por mucho que se lo permitieran las leyes. 

Les pasaron por encima, sin misericordia, con indiferencia, sin la intención de frenar el crimen. Por lo contrario, había voluntad de masacre, diversión en el acto de matar porque a la embestida se le encuentra un placer turbio, pervertido, grotesco.

Grotesco, eso se podía decir de los cuerpos tendidos, destrozados, cadáveres sin razón, sin lógica anatómica, sin beneficio para nadie, ni siquiera para sus masacradores, que ahora ya olvidaron el crimen.

Nadie va a investigar, porque estas muertes no se investigan. A pocos les importan. Los más, lo toman con indiferencia, aunque también observen los restos de la matazón, despojos, huesos rotos, vientres abiertos, eviscerados, ojos fijos o saltados, según la suerte de cada cual. 

Las víctimas son tlachuaches, los únicos marsupiales del continente americano. También les llaman zarigüeyas. A mí no me gusta ese nombre. Tlacuache es mejor. En náhuatl, significa “pequeño comedor de fuego”. ¿Por qué? No lo sé. 

He contado sus cadáveres en la carretera, sábado y domingo, antes del alba, en un tramo de no más de 10 kilómetros. Ocho, fueron ocho. Casi uno por kilómetro, en promedio. Con precisión aritmética, 0.8 cada mil metros. En un tramo, había tres. En otro, el hijo y la madre atropellados, aplastados, muertos por el paso de los autos. 

Los carros matan en las carreteras más fauna silvestre que todos los cazadores legales juntos. Lo mismo puede ser un humilde, lento, confiado tlacuache que un venado, una zorra, un jabalí, un zanate. Cruzar la carretera se convierte en asunto de alto riesgo para la fauna silvestre. 

Hace un tiempo, se planteó la protección de los cangrejos que atraviesan la carretera para ir de las aguas a los manglares en el ecosistema golpeado que es la laguna de Cuyutlán. Miles y miles de esos crustáceos acuden a la cita del apareamiento, de la perpetuación de la especie. Muchos mueren en el intento aplastados por los vehículos de llantas. La solución propuesta era colocar túneles debajo del asfalto para un paso seguro y la colocación de malla ciclónica a los lados de tales pasaderos, para formar una suerte de embudo que conduzca a los cangrejos a ir por los túneles. Ignoro si ya se colocaron malla y ductos.

He visto en los últimos cinco años, al menos, tres zorras atropelladas y muertas por los carros. Por contraparte, he observado sólo cinco vivas. Cuentas desbalanceadas, qué duda cabe.

Víctimas frecuentes son las serpientes. Y entre ellas, las malcoas son las más. Hay dos formas de morir para estos animales sobre el pavimento: revolcándose de dolor cuando atraviesan la cinta asfáltica ardiente bajo el sol, cuando el chapopote es un infierno; la otra, aplastados por neumáticos que pasan a alta velocidad.

Más astutos, los venados son víctimas infrecuentes de los autos, aunque de vez en vez son arrollados. 

Hace unos meses, mientras acompañaba a uno de mis hermanos a su casa de campo, una manada de jabalíes intentó atravesar la carretera. Los animalitos apenas pudieron frenar y regresar cuando advirtieron que nuestro vehículo se aproximaba. Eran como las 11 de la mañana.

En tiempo de lluvias, aparecen ranas y sapos prestos al apareo. Muchos incumplen esa función biológica. Mueren aplastados.

Miles y miles de ejemplares de fauna silvestre (aves, mamíferos, batracios, reptiles), insectos y arácnidos mueren en las carreteras del estado. Los cazadores apenas extraemos unos pocos animales de su medio ambiente, y son especies cinegéticas, no cualquiera que se atraviese. Los cazadores deportistas no somos matones que disparamos a cuanto se mueve. Esa imagen es falsa, calumniosa.

Matones son los automóviles, cuyos conductores suelen pasar sin siquiera darse cuenta de que eliminaron un animal, o varios. Otros, simplemente desprecian a los bichos, acaso porque les falta información de qué papel cumplen en la naturaleza y cómo los benefician a ellos.

Así sucede y parece que irremediablemente. En algunos casos, hay soluciones como el paso por túneles. En países europeos, se han costeado puentes con tierra y árboles para que por ahí crucen los animales. Debiera obligarse a las concesionarias de carreteras y autopistas a construir tales pasos, pues el beneficio económico nunca debe estar por encima del interés de la naturaleza, porque significa el sustento de la vida, la nuestra incluida.

Es imposible anular el transporte automovilístico, de carga, de pasajeros, claro; sería absurdo y contraproducente. Sí es posible, en cambio, disminuir las víctimas de los cruces carreteros. Posible y necesario. 


P-.D. 1.- En el puente vacacional del lunes, ¿también cierran los bancos de niebla, los bancos de materiales y el banco de Jicotán?


P.D. 2.- En tratándose de asuntos de justicia procesal, se dice que el presunto culpable de un delito es el imputado. No entiendo. ¿Qué no el que está bien “imputado” es el ofendido, la víctima?