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De ayer y de ahora



JAIME ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

El diálogo que fracasa


Domingo 18 de Noviembre de 2018 8:42 am


POR lecturas y experiencia he aprendido que la forma de comunicarse con los demás es sumamente importante. En la comunicación con la pareja, la modalidad asumida puede ser la diferencia entre sentirse reprochado(a) en lugar de comprendido(a), reprendido(a) en lugar de aceptado(a), condenado(a) en lugar de apreciado(a). Hay maneras de dialogar y unas pueden dar mejor resultado que otras.

Hoy les voy a dar la receta para fracasar en un diálogo con la pareja. Partamos de algunas premisas. La de pareja es una relación afectiva, no es una relación laboral, educativa o profesional. Al ser una relación afectiva, existe un intercambio emotivo-afectivo en donde resaltan aspectos de calidez e implicación, fundamento de toda relación de afecto. Otra premisa importante es que nosotros como seres humanos no funcionamos solamente según el sentido común y la lógica racional; la mayor parte de las veces, sobre todo cuando se trata de dinámicas e intercambios afectivos, son las reacciones emotivas las que guían nuestro comportamiento. O sea, que muchas veces reaccionamos de manera diferente a lo racional. De ahí la dinámica de conflicto entre emociones y sentimientos, por un lado, y razonamientos y argumentaciones, por el otro.

El primer ingrediente para un diálogo que fracasa es recriminar. Este acto comunicativo de recriminar es someter a la pareja a un proceso en el que se puntualizan sus culpas. Aunque pueda parecer una manera correcta y legítima de aclaración, tiende a producir en el acusado reacciones emotivas de rebeldía, rechazo y rabia. El sentirse cuestionado(a) y condenado(a) hace que se disparen reacciones que desplazan el plano de la discusión del nivel lógico, a un nivel de relación donde las emociones que se despliegan son de rechazo y enojo. Esta reacción emocional anula la culpa y hace que nazca el deseo de responder atacando agresiva o groseramente, o bien, con evasión o huida.

Aquí vamos a resaltar el hecho de que en todo acto comunicativo hay dos efectos: un efecto informativo y un efecto relacional (emotivo). Esto quiere decir que cuando nos comunicamos, no cuenta únicamente el significado de lo que decimos sino el cómo lo decimos, ya que esto último amplifica, reduce o transforma el efecto.

Así, razones y emociones no están siempre de acuerdo, más bien a menudo están en conflicto. Lo más importante es acordarse de que habitualmente es la razón la que pierde mientras que la emoción gana. Por eso, cada vez que se nos ocurre recriminar algo a alguien, el resultado no será la aceptación de nuestras razones, sino una reacción de rechazo emocional que puede llevar a un frío distanciamiento, o a un enfrentamiento que se puede transformar en pleito o ruptura.

La esfera de las relaciones afectivas, como la de la pareja, es una dimensión dentro de la cual, más que los contenidos de nuestras comunicaciones, cuentan los mensajes emocionales que se derivan de la manera de comunicar.

El segundo elemento para fracasar en el diálogo es echar en cara todo al otro(a). Este acto comunicativo induce a exacerbar, en vez de reducir, aquello que se quisiera corregir. Un tercer ingrediente es sermonear. En esta experiencia frecuentemente se despierta el sentimiento de rebeldía primordial que se desencadena en nosotros hacia quien nos somete a un sermón. Muchas veces, dentro de un sermón se encuentran la recriminación y el echar en cara al otro.

Un ingrediente más para el fracaso del diálogo es una frase: ¡Te lo dije! Esto consigue evocar de inmediato en la otra persona sensaciones de provocación, irritación y descalificación. Hay otras modalidades de esta frase: “Yo ya lo sabía…”; “No me quisiste hacer caso, ¿ves?”.

El último ingrediente para garantizar el fracaso es el reprobar.

Llevar a cabo los ingredientes referidos echará a perder una relación con resultados catastróficos garantizados. (Nardone, 2016).