La palabra del domingo
ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ
Visión luminosa de nuestra vida
Domingo 18 de Noviembre de 2018 8:41 am
LAS lecturas de la liturgia de hoy nos
hablan del fin del mundo. El hombre desaparecerá de la faz de la tierra.
Llegará el momento en que se acabe nuestro vivir temporal y comience la vida
eterna, feliz o desgraciada, según hayan sido nuestras obras. Pero el anuncio evangélico no se hizo
para aterrorizarnos. Es para hacernos reflexionar sobre la razón última de
nuestra existencia. Es para que nos decidamos a aceptar con valentía y con
júbilo el compromiso que nos resulta de ser hijos de Dios y haber sido creados
para gozar con Él, por toda la eternidad. Es para sacudir la modorra de nuestra
conciencia y lanzarnos a la construcción del reino de Dios, que ya comenzó en
nuestra historia cuando Cristo nos redimió de la muerte y del pecado. Este
reino tendrá su cumplimiento total y su perfección suprema al final de los
tiempos. Será el triunfo definitivo de la cusa de Cristo, cuando el amor y la
justicia reinen definitivamente y para siempre. No falta quien diga que el fin del
mundo está cerca, porque ahora estamos viviendo en el mundo circunstancias de
desastre y desolación. Contaminación de la naturaleza. Conflictos armados.
Ausencia de ideales. Bancarrota de la moral. Endiosamiento de la riqueza y el
poder. Pero, de hecho, la infidelidad y la traición del hombre hacia Dios, ha
sido el pan de cada día en toda la historia. Y sobre el fin del mundo, Cristo
dijo: “Nadie conoce ni el día ni la hora”. En verdad, la fecha del fin del mundo
es un detalle de escasa importancia. Para cada uno de nosotros, la fecha
importante es el momento en que concluya nuestra vida personal. Allí se acabará
el tiempo disponible para convertirnos. Allí se acabará toda oportunidad. Ahora es el tiempo hábil. Nos hace
falta una visión más positiva y luminosa de nuestra vida. Saber que con el
poder de Cristo podemos transformar nuestra existencia, de salvaje en humana y
de humana en divina. Cristo nos liberó de la angustia y nos dio la libertad y
la alegría de los hijos de Dios. Hemos nacido para cosas más altas. Llevemos a otros la salvación. Seamos
constructores de la justicia y del amor. Ayudemos a otros a liberarse del
egoísmo, del miedo, de la inseguridad, del odio, de la tristeza, de la mentira.
Amigo(a): No desperdicies tu vida.
Levanta tus ojos a la esperanza de la resurrección. Llena tus días de optimismo
y comparte con tu prójimo tus bienes materiales y espirituales, participa tu
alegría de vivir en gracia de Dios. La muerte puede venir cuando quiera y como
quiera. Será bienvenida porque nos
abrirá las puertas de una eternidad feliz. La vida es breve, la tarea es corta,
la recompensa es eterna.