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SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ
Centro: devastación silente
Martes 20 de Noviembre de 2018 8:06 am
LA gentrificación de la ciudad de
Colima ha dejado en el abandono el núcleo principal citadino, incluyendo
elementos patrimoniales, que en lugar de ser objeto de procesos de
mantenimiento con personal capacitado del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH), ha sido parte de una gradual agresión proveniente de las
mismas autoridades que debieran encargarse de su protección. Dentro de tales autoridades no sólo
está el mencionado INAH, sino el Ayuntamiento de Colima, que en sí mismo está
enclavado en un inmueble que forma parte del patrimonio nacional, es decir, de
todos los mexicanos, y que como sabemos, constituye parte de un monumental
convento mercedario en cuyo subsuelo se han ido encontrando numerosas joyas
arquitectónicas que pronto terminaron en el olvido. Sótanos, crujías, mazmorras
y claustros, han sido transformados en insípidas oficinas sobre cuyos muros las
sucesivas autoridades del municipio han pintado con esmalte acrílico que
secuestra la humedad y modifica su apariencia histórica. Es lamentable, por ejemplo, que el
INAH nada haya hecho ni siquiera a manera de sanción preventiva o punitiva,
cuando durante la gestión de Héctor Insúa se pintaron los paramentos del
claustro bajo del Ayuntamiento de Colima, de un tono azul abiertamente panista,
que no sólo viola los reglamentos electorales en vigencia, sino que agrede el
ya citado entorno patrimonial, dejando que con este ejemplo, cada nuevo Alcalde
llene de pintura sintética un inmueble que por ley debe estar exento de la
misma. Con el redimensionamiento de la
administración pública anunciado por Andrés Manuel López Obrador, próximo
Presidente de México, se cancelaría la posibilidad de que exista una delegación
del INAH a la altura de Colima. Si con su condición actual de independencia de
gestión y cierta autonomía del resto de las instancias de poder con quien
comparte espacio, esta oficina nada hizo ante las agresiones, ¿cómo esperamos
que en los próximos meses la situación mejore? Poco a poco vamos perdiendo lo que nos
da identidad a los colimenses. En la plaza principal, hoy Jardín de la
Libertad, al menos dos de los portales muestran avanzados procesos de
deterioro. En especial el ubicado como continuación de la calle Degollado (la
misma del Teatro Hidalgo), donde la mampostería se está literalmente cayendo a
pedazos ante la inacción de las instancias competentes. Si se trata de
inmuebles que forman parte de propiedades privadas, deberían existir
estrategias para cofinanciar su restauración entre los propios particulares y
las autoridades oficiales. La riqueza patrimonial del centro está
desapareciendo paulatinamente, sobre todo en el último tramo de la calle
Madero, antes de desembocar en el mencionado Jardín de la Libertad. Ahí, hay
cuadras completas cargadas de anuncios incompatibles con el entorno histórico,
colocados por tiendas de dulces o de fayuca, de ropa o de artículos de
plástico. El conjunto, abigarrado y sin sentido, perjudica viejas
construcciones que debieron, en su momento, ser parte de un programa de mayor
amplitud de rescate del centro. Dudo que Leoncio Morán vaya a hacer
algo. Dudo que alguno de los regidores vaya a tomar este artículo como punto de
partida para alertar sobre la desaparición de nuestro patrimonio céntrico. Más
bien, como ya hemos visto, las administraciones anteriores se han encargado de
dañarlo como han podido, no sólo organizando las megapachangas con conciertos y
tiraderos de basura, sino permitiendo un lento y devastador avance de los bares
y cantinas que ocupan los tres portales. La invasión que ahora está ocasionando
de una parte de la vía pedestre en el portal del Hotel Ceballos el negocio
denominado “Chapultepec”, es una prueba de lo poco que le importa nuestro
referido patrimonio a la autoridad, a la hora de conceder los permisos y
licencias de operación.
Aquí la pregunta es hasta cuándo se
tomarán medidas serias y contundentes para frenar estas acciones lesivas de
nuestra identidad, en la zona del centro histórico, donde por cierto se ubica
un museo del INAH, a cargo de la Universidad de Colima. Ojalá volvieran
aquellos tiempos en los que se nombraba a gente sensible al frente de las
delegaciones del citado INAH, como ocurrió con el poeta Víctor Manuel Cárdenas
Morales, que en paz descanse, y que fue un incansable defensor de estos tesoros
inmobiliarios nuestros y del mundo.