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Razones



JORGE FERNÁNDEZ MENÉNDEZ

Muerte de Beltrán Leyva, una mala coincidencia


Martes 20 de Noviembre de 2018 8:05 am


LA muerte de Héctor Beltrán Leyva, El H, es una mala coincidencia, al mismo tiempo que se realiza el juicio a Joaquín El Chapo Guzmán, en Brooklyn, y que se da el testimonios de Jesús El Rey Zambada, hermano de Ismael, convertido en testigo de la Fiscalía neoyorquina, en esa Corte.

En esos apellidos: Guzmán Loera, Zambada, Beltrán Leyva, se encuentra el corazón de la violencia que hemos vivido en los últimos 10 años. Si bien la guerra entre los cárteles comenzó antes, en realidad en 2004, coincidiendo con el fin de la ley que había implantado Bill Clinton, que prohibía la venta de armas de alto calibre, la que fue derogada ese año por George W. Bush, lo que permitió que los cárteles y sobre todo Los Zetas, entonces brazo armado del Golfo, adquirieran enorme poder de fuego para tratarse de abrirse un espacio en el mundo del narcotráfico, lo cierto es que todo estalló en 2008, con la detención de Alfredo El Mochomo Beltrán Leyva.

Hasta ese momento, el Cártel de Sinaloa, dirigido por El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada y Juan José El Azul Esparragoza, tenía una posición hegemónica, controlaban el narcotráfico en el país. En Juárez, Vicente Carrillo, hermano de Amado Carrillo, quedaba cada día más aislado, los Arellano Félix prácticamente habían desaparecido y sus sucesores trabajaban cada vez más con los de Sinaloa. El Cártel del Golfo, luego del vacío que había dejado la caída de Juan García Abrego, iniciaba una nueva etapa con la consolidación, a sangre y fuego, de Osiel Cárdenas y su brazo armado, Los Zetas.

Los Beltrán Leyva eran los operadores privilegiados de Sinaloa. Manejaban la logística en la Ciudad de México, y todo el corredor que iba desde Guerrero a la capital, lo mismo que las rutas que salían de la ciudad hacia otros puntos del país y el exterior. Eran, además, los responsables de la seguridad de los jefes del cártel. Por eso, cuando comienzan a acentuarse los enfrentamientos con Vicente Carrillo en Juárez y con Osiel Cárdenas en el Golfo, piden un lugar en la mesa del Chapo, El Mayo y El Azul. No se lo dieron. Y en ese contexto cae El Mochomo, Alfredo, responsable de la seguridad del Cártel en Culiacán. Se cree que de alguna forma fue entregado por sus jefes, porque ante la profundización de las diferencias con sus hermanos, consideraron muy peligrosa su posición y había que bajar a los Beltrán.

Éstos, convencidos de que habían sido traicionados, rompieron con El Chapo y sus aliados, y se aliaron con quienes habían sido hasta entonces sus adversarios: Juárez y el Golfo. Ahí comenzó una guerra que continúa hasta el día de hoy con miles de muertos, desparecidos, en una historia de tragedia colectiva.

En 2009, en Cuernavaca, cayó Arturo Beltrán Leyva en unos condominios de lujo. La batalla librada demostraba mejor que nada el grado de violencia que se había alcanzado y el poder de fuego que tenía el grupo que protegía a Beltrán Leyva. Poder de fuego y de complicidades. Los Beltrán y sus socios controlaban prácticamente todo Guerrero, todo Morelos y la Ciudad de México. Las fuerzas de élite de la Marina tuvieron que planear un operativo que ignorara y evitara la intervención de las fuerzas de seguridad locales que trabajaban para Arturo.

Su caída provocó también el fraccionamiento del cártel: muchos de los grupos que estaban bajo el control de los Beltrán se independizaron o tuvieron mucho mayores márgenes de autonomía. Así aparecieron Los Rojos, Los Guerreros Unidos, La Aplanadora, Los Carretes y muchos otros (11 sólo en Guerrero), pero también grupos como la Unión Tepito, en la Ciudad de México, y lo que ahora conocemos como el Cártel de Tláhuac.

Buena parte de esos grupos eran controlados, después de la muerte de Arturo por La Barbie, Édgar Valdez Villarreal, mientras que el tercer hermano de los Beltrán Leyva, Héctor, El H o El Jefe de Jefes, como le llamaban en su organización (en realidad ese era el mote de Amado Carrillo Fuentes, muerto en 1997), trataba de recomponer el cuadro que se había roto con la caída de Arturo.

Pero en agosto de 2010, La Barbie fue detenido, y en 2014 también cayó Héctor, y el deterioro de los Beltrán fue tan inevitable, como la autonomía que adquirieron los grupos que de ellos dependían. Y casi al mismo tiempo fue detenido El Chapo Guzmán. Entonces recrudeció la guerra, con nuevos componentes con el surgimiento del Cártel Jalisco Nueva Generación, que pasó de aliado a rival del Cártel de Sinaloa.

Hoy, los Beltrán como tal ya no existen, aunque tienen descendientes poderosos como El Chapo Isidro en el norte de Sinaloa y en Sonora; grupos que fueron suyos, siguen disputando el control del corredor Guerrero-Morelos-Ciudad de México; y el Cártel de Sinaloa se encuentra en plena reconfiguración (se dice que una fracción del CJNG se ha aliado con El Mayo en contra de sus jefes) y El Chapo es exhibido por antiguos aliados y rivales Brooklyn, mientras al control del cártel continúan dos viejos operadores que han optado por la discreción: El Mayo Zambada y Rafael Caro Quintero, mientras quien fuera el principal operador de Guzmán Loera, Dámaso López, se alista también para ser testigo contra su jefe, en el juicio de Brooklyn.