Cargando



Los símbolos de AMLO



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 06 de Diciembre de 2018 7:52 am


LA toma de posesión del presidente Andrés Manuel López Obrador estuvo plagada de símbolos, es decir, elementos representativos de cierta idea o concepto para dotar de significado un acto en particular. Por medio de diversos símbolos, AMLO buscó mandar mensajes, pero también orientar la visión que su público puede tener del mundo. Veamos algunos de dichos símbolos, los mensajes que buscan mandar y sus potenciales repercusiones en el ejercicio del poder y elaboración de políticas públicas.

Primero, tenemos los símbolos y mensajes enviados “al pueblo” como masa homogénea, moralmente superior y fundamento último del poder político. El sábado observamos un joven que se acercó en bicicleta al automóvil austero del Presidente y le dio la mano. Una acción individual, con repercusiones colectivas. “No tienes derecho a fallarnos”, o algo así le dijo, acontecimiento que quedó registrado por la cámara de Beatriz Gutiérrez Müller, para después ser transmitido al público. Observamos también que durante el camino de Palacio Nacional al templete del Zócalo, AMLO se detuvo a saludar de mano a diversos asistentes congregados como nunca antes en la Plaza de la Constitución. También los niveles de audiencia televisiva fueron altísimos. Nada nuevo en el estilo de AMLO: se trató de una puesta en escena de sus formas populistas, principalmente aquellas que eliminan los intermediarios institucionales entre el líder y los gobernados. Más allá de simpatías o antipatías, AMLO manifiesta una clara intención de rehabilitar la investidura presidencial, por un lado, y de volver a colocar al Presidente como árbitro máximo e infranqueable. Yo soy escéptico, pero mucha gente confía en él. Vamos a ver cuánto dura esa confianza.

Por otro lado, vimos los actos y símbolos destinados a integrar a aquellos que en teoría también son pueblo, pero que se diferencian, por razones distintas, de la gran masa homogénea: la clase política y los pueblos originarios. Frente a un Peña Nieto visiblemente incómodo, López Obrador repitió, entre otras cosas, su doctrina del buen servidor público y su ideología basada en una economía política estatista, nacionalista y contraria al neoliberalismo. En teoría, al tomar protesta frente al Congreso, el titular del Ejecutivo federal está siendo reconocido por sus iguales. En la práctica, un Congreso de mayoría morenista lo reconoció como el líder indiscutible, el árbitro no ya del pueblo, sino el mediador de las disputas entre las diversas fuerzas políticas y partidistas. La oposición, con el PAN en su núcleo, busca justamente evitar que se consolide este fenómeno de reconstrucción del poder presidencial por encima de los otros Poderes. Habrá que estar atentos a cómo se configura la oposición para los próximos 6 años, tanto en los Congresos federal y locales, como en las gubernaturas.

Por último, observamos la puesta en escena de un acto legitimador entre la diversidad: la entrega del Bastón de Mando de algunas comunidades indígenas al nuevo Presidente. El mensaje principal era evidente: nunca más un México, en el que los olvidados sean los indígenas. Pero hay otro mensaje político, especialmente relacionado con la autonomía que algunas comunidades indígenas mantienen y que durante la campaña se negaron a aliarse con AMLO, quien busca emprender dos grandes proyectos de infraestructura en una zona con amplia presencia de poblaciones indígenas movilizadas, organizadas y celosas de una autonomía que consiguieron con las armas en la mano.

En síntesis, aunque de diferente manera, dependiendo del destinatario de los mensajes, AMLO dejó en claro que busca dotar de un mayor grado de autonomía al Estado y al Presidente, autonomía frente a los otros Poderes, los demás niveles de gobierno, frente a la sociedad y los grandes capitales. El Presidente busca volverse de nuevo un ser hiperpolítico. Habrá que exigirle que encauce su hiperpoliticidad hacia la construcción de instituciones para el futuro.