Indicador Político
CARLOS RAMÍREZ
México con AMLO, otro ciclo populista
Domingo 09 de Diciembre de 2018 8:46 am
BUENA parte de observadores
internacionales han señalado que con Andrés Manuel López Obrador en la
Presidencia de la República llegó al poder “la izquierda”. Nada más… confuso.
El nuevo Presidente no es de izquierda, sus aliados vienen del PRI reciente y
del PAN conservador, cuyo salto político se explica sólo por cargos públicos.
La propuesta del gobierno entrante es de capitalismo de mercado, con
regulaciones decrecientes del Estado y programas asistencialistas a sectores
improductivos. Los héroes simbólicos del gobierno de
López Obrador son cinco: Hidalgo y Morelos (promotores de la Independencia en
1810), Benito Juárez (el indígena que llegó a la Presidencia para construir el
capitalismo sobre las propiedades de la iglesia y los indígenas), Francisco I.
Madero (el impulsor de la línea democrática de la Revolución Mexicana que antes
había solicitado al dictador Porfirio Díaz ser su candidato a la
vicepresidencia) y Lázaro Cárdenas (el repartidor de tierras a campesinos y
expropiador-privatizador del petróleo). Los pequeños datos biográficos
anteriores destacan los aspectos negativos de las personalidades, pero todos
ellos forman parte de la historia oficial (capital mayúscula para destacar el
oficialismo) que la ideología oficial de la Revolución Mexicana ha diseñado
como parte de la ideología priista. Esa ideología es impuesta a través de la
educación obligatoria y los libros de texto gubernamentales, que son los únicos
válidos en la educación y que constituyen (Althusser) un aparato ideológico del
Estado priista. Así, la educación construye ideología en todos los niños. Por
eso, Luis Javier Garrido, politólogo crítico y radical, había diseñado una
frase que se hizo célebre: en México todos somos priistas (por la educación)
hasta demostrar lo contrario. La izquierda mexicana ha tenido dos
grandes vertientes: la marxista y marxista-leninista y la
nacionalista-revolucionaria del PRI, en sus formaciones anteriores como Partido
Nacional Revolucionario y Partido de la Revolución Mexicana. La
marxista-leninista (el Partido Comunista Mexicano) fue legalizada en 1978 y
sobrevivió legalmente hasta 1989, que entregó su registro a los ex priistas
Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador, para
dar a luz al Partido de la Revolución Democrática, cuyo venero ideológico viene
del PRI progresista-cardenista, pero priista de todos modos. Morena, el partido
de López Obrador, fue un desprendimiento del PRD. Cárdenas y Muñoz Ledo se asumieron de
la izquierda del PRI –progresista, no marxista, un poco socialdemócrata, con un
Estado promotor de la acumulación privada de capital– y López Obrador se dijo
tibiamente de izquierda hasta 1999 en que terminó su periodo como presidente
del PRD. La izquierda oficial no promueve la lucha de clases, aunque Cárdenas
la invocó no para potenciarla, sino para controlarla en una versión
bonapartista del progresismo, organizó a la clase trabajadora como masa (no
como clase proletaria) y desde siempre afirmó que el proletariado nunca sería
propietario de los medios de producción ni tendría el poder presidencial
directo. La ruptura de Cárdenas, Muñoz Ledo y
López Obrador con el PRI ocurrió en 1987, cuando el gobierno del presidente
Miguel de la Madrid se negó a abrir a votación pública la nominación del
candidato presidencial de 1988, señalando con su dedo todopoderoso (dedazo, en
la gramática autoritaria del PRI) a Carlos Salinas de Gortari, un tecnócrata
neoliberal. Enojados, aquellos tres abandonaron el PRI, compitieron con un
Frente Amplio, les hicieron un fraude para impedir acercarse al poder y
provocaron la fundación del PRD con más bases priistas que comunistas. De 1981 a 1988 se dio en el seno de la
clase gobernante priista una disputa por el rumbo ideológico y político del
desarrollo (tesis de Carlos Tello y Rolando Cordera en México: La disputa por
la Nación. Perspectivas y opciones del desarrollo) entre dos corrientes: la
neoliberal de los tecnócratas De la Madrid y Salinas dentro del modelo del
Fondo Monetario Internacional que tomó el control de la política económica
mexicana en 1975 y la popular impulsada por el progresista Colegio Nacional de
Economistas y la coalición obrera en el Congreso del Trabajo. La línea
victoriosa fue la neoliberal y duró de 1987 a 2018. La progresista pasó a la
marginalidad, fue reactivada por Cárdenas y su populismo poscardenista en las
elecciones presidenciales de 1988, 1994 y en el año 2000, pero con bajo
rendimiento electoral: del 30 por ciento en 1988 a 16 por ciento en el año
2000. López Obrador, construido por Cárdenas, se alejó del PRD, fijo su propia
personalidad disidente e ideó un liderazgo bonapartista personal sustentado en
el lumpenproletariado de los beneficiarios de programas sociales. Los que dicen que la izquierda llegó
al poder con López Obrador debieran primero definir qué tipo de izquierda. El
nuevo Presidente, en realidad, es populista y personalista; su modelo económico
es de estabilidad macroeconómica en las exigencias del FMI, pero con gasto
asistencialista para beneficiar apenas a tercera edad, becas a jóvenes y apoyos
a mujeres. Su primer programa económico para 2019 será la continuidad del
neoliberal establecido en México desde 1983. En suma, López Obrador mantendrá
el régimen priista: federal, democrático, representativo y presidencialista.
Morena está buscando ocupar el espacio del PRI, aunque sin la cohesión de
disciplina e ideología del priismo. En este sentido, el proyecto político
del gobierno de López Obrador es populista, priista en métodos, tácticas e
ideas y con respeto a la estabilidad macroeconómica del FMI. Morena no es un
partido cohesionado, sino una Torre de Babel conformada por militantes de todos
los partidos, sin que tengan una ideología, y como partido carece de ideología
real. Al final, el modelo de gobierno de López Obrador será presidencialista,
de liderazgo personalista, bonapartista y de plaza pública, viviendo de la
vieja ideología priista de la Revolución Mexicana. En síntesis, el gobierno de López
Obrador no representa una ruptura revolucionaria, sino una continuidad priista
en clave pendular dentro del PRI. indicadorpoliticomx@gmail.com
@carlosramirezh