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MOMENTOS



EVA ADRIANA SOTO FERNIZA

Guadalupanos


Sábado 15 de Diciembre de 2018 8:45 am


SON las vísperas del cumpleaños de Nuestra Señora de Guadalupe. Mi hijo y yo estacionamos el auto a varias cuadras de la calle Madero, ya que el gentío y la abarrotada calle principal están sólo para moverse a pie. Hacer un recorrido junto a la mayoría de creyentes y no creyentes, es algo que me emociona y me hace sentir parte de una comunidad y también de una Nación que se llama, a sí misma, Guadalupana.

Vamos, pues, acercándonos a través de banquetas que fueron remodeladas, haciéndolas más anchas en algunos tramos, pero en otros son muy angostas y pareciera que los coches nos van a llevar de corbata. Sin embargo, algunos vecinos hacen chorcha sacando sus equipales a la brevísima acera y desafían a la muerte con aquellos vehículos que pasan casi rozándolos. Estamos de fiesta y creo que hasta en eso se nota. Mientras avanzamos, vamos hablando muy animados; sin embargo, tengo que poner un ojo al gato y otro al garabato, ya que en el piso y a cada cierto tramo, hay registros a los que les han robado la tapa, unos pequeños y otros más respetables, pero todos acechan, por si alguien distraído mete el pie, lo cual no lo libraría de una fractura o de una estrepitosa caída. Pienso que somos unos hábiles sobrevivientes para caminar por estas benditas banquetas dejadas de la mano de Dios.

Llegamos por fin al centro del bochinche, por todos lados nos rodean personas vestidas con el traje de indias e indios guadalupanos. Aún bebés de días de nacidos van vestidos de inditos, en brazos de sus orgullosas mamás, camino hacia Catedral; para eso ya está totalmente anochecido y nos llama la atención, al acercarnos al Jardín Torres Quintero, que está oscuro como boca de lobo. Sólo destacan las luces de los puestos de artesanías y algunos juegos que se han instalado para diversión de los niños. Ya son más de las 8 de la noche y… ¡todas las luminarias que rodean al jardín están apagadas!  Me pregunto si esto será parte de la austeridad del nuevo régimen, pero estamos de festejo y no hay que desanimarse. 

Llegamos entonces al Jardín Libertad, que está lleno de vendedores que aprovechan para ofrecer sus artesanías en la parte norte y poniente del parque; pero por el lado sur y oriente, frente a Catedral, está lleno de puestos de comida tradicional. Gusgueras, dirían nuestros mayores, pero a mí me llega el recuerdo de mi mamá, cuando pasamos junto a la que vende bate, pues ella me enseñó a degustarlo y apreciarlo. Pero luego la visualizo junto al puesto de los buñuelos. No los perdonaba en estas fechas. Los buñuelos eran señal de que se acercaba la Navidad. Diciembre y las celebraciones de la Virgen, ahora me dejan la dilatada sombra de su memoria.

Seguimos entre aromas de cueritos con su sal, limón y chilito; coco garapiñado y pinole. Puras exquisiteces guadalupanas. Y de pronto se nos atraviesan las piñatas navideñas en forma de estrella, pero éstas son pequeñas, como lindos adornos para alegrar las fiestas; no me puedo resistir y compro tres adornadas con brillante papel metálico. A estas alturas me he vuelto parte de la fiesta y todo se me hace acogedoramente familiar. Esta es mi gente, mis raíces y mi mundo. Pero no podríamos retirarnos de aquí sin entrar a saludar a la Virgen. Hay un orden dentro de la iglesia que no me esperaba; está llena, sí, pero apostados a la entrada hay unos fieles encargados de que la gente no abarrote el pasillo central. Un ratito de devoción con nuestra Madre y salimos entre los fotógrafos que están en la puerta lateral, invitando a los asistentes a tomarse una foto en el burrito con la Virgen de fondo. Niños y adultos se toman la foto para mantener el recuerdo de ese día, como un testimonio de la fe de sus padres y ancestros. 

Siempre tendremos esta fe guadalupana. Gracias a ella, hay un lazo muy especial que amalgama a los mexicanos, sin distinción de clases o filias políticas. Y ahí donde se ve, hay muchos compatriotas que no se reconocen como católicos, pero sí como guadalupanos. Entre nosotros, aunque existan diferencias económicas, culturales y sociales, hay un fuerte punto de unión en la Virgen de Guadalupe. Ese es uno de sus más grandes milagros: lograr la conexión de un pueblo tan diverso. Ojalá que el sexenio que comienza no rompa ese vínculo; a Ella nos acogemos los Guadalupanos.



bigotesdegato@hotmail.com