Despacho político
ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA
Mucho antes
Martes 18 de Diciembre de 2018 8:12 am
MUCHO antes que Andrés López Obrador
siquiera apareciera en la escena política, muchos periodistas ya luchábamos por
abrir paso a la crítica, a la libertad de expresión y a señalarle errores al
poder político y al económico. No era sólo “al PRI” o “al sistema”,
sino al Presidente, a los políticos personalizados, a quienes hacían negocios
mediante relaciones, no siempre claras, con gobernantes tan poderosos como
beneficiarios de la impunidad. También señalábamos al poder policíaco
y militar, que en ocasiones daba visos de cierta peligrosa autonomía. Las
incipientes relaciones entre policías y narcotraficantes le agregaban una buena
porción de riesgo a la denuncia periodística. Por lo menos, hacían que los
periodistas compareciéramos ante la PGR o el Ministerio Público estatal en
intentos de intimidación. De eso, hace años, lustros, décadas. Otros muchos, no periodistas, también
abrieron brecha a la libertad de expresión y a varias libertades más. Con
sangre, sudor y lágrimas se regó el camino a la democracia electoral que tuvo
sus primeras expresiones reales en 1979, con la reforma política diseñada por
Jesús Reyes Heroles. Una parte de la izquierda de aquellos
años optó directamente por la guerrilla urbana o rural. Otras alas
revolucionarias de esa misma izquierda debatieron sobre la lucha electoral y la
lucha armada. Discutían la forma, no el fondo; el modo, no el qué hacer. Porque
todas esas corrientes –con la excepción de los muy moderados, motejados
reformistas, que predominaban en una izquierda casi light, como el Partido
Comunista Mexicano– se proponían derrocar al gobierno e implantar un régimen de
transición al socialismo. No se andaban con cuentos. La mayoría fue abatida o
encarcelada por el Estado; otros optaron por la lucha electoral y unos más por
la abstención. Campesinos, obreros, estudiantes,
médicos, maestros, comerciantes, pequeños empresarios, colonos pobres, mujeres
del incipiente feminismo, a veces unidos algunos con otros, en ocasiones, cada
cual por su cuenta, exigieron esto o aquello, se rebelaron contra tal o cual
abuso, injusticia o crimen. Obligaron, a final de cuentas, a que el Estado
soltara poco a poco el control autoritario del poder, con tintes totalitarios
en no pocas ocasiones. Un ambiente así permitió que el PRI
perdiera la mayoría en la Cámara de Diputados, primero, y la Presidencia de la
República, después. Hubo escorrentías, arroyos, ríos que finalmente
desembocaron en el torrente que llevó a Vicente Fox a Palacio Nacional. Se
repitió, con más fuerza, en julio de este año, con Andrés López. Quiero decir que la democracia ni se
gestó ni nació con Fox, ni Morena, ni con López Obrador, como a veces el
Presidente pretende rubricar. Mucho ha cambiado la política desde mediados del
siglo pasado a la fecha. Con sus aciertos, fallas, dudas, atrevimientos y
timideces, eso no ha sido, no es –ni podría serlo– obra de un solo hombre o de
un partido. Es obra colectiva, de varias generaciones. Quienes ahora tienen el poder, deben
entender de una buena vez que las libertades las ganamos los ciudadanos con un
montón de luchas, de trabajo, de denuncias, de propuestas, se debates, que
costaron –repito lo dicho por Churchill– sangre, sudor y lágrimas, y de vez en
cuando varias sonrisas. López Obrador y su partido, sus
seguidores, harán bien en comprender que este gobierno también –ese adverbio,
ese también implica a los previos y a los poderes de facto que en su día los
acompañaron– es objeto de crítica, que no está a salvo de las observaciones, el
debate y el señalamiento, por mucho que le disguste, como les incomodaba a sus
predecesores. Si va a recurrir al derecho de réplica, que lo haga cuantas veces
considere. Siempre habrá quienes le respondan una y otra vez desde el foro de
cada cual. Siempre. Para decirlo con palabras del propio
Presidente: Para que se vayan acostumbrando. Porque infalibles, no son ni López
Obrador ni sus colaboradores ni el universo político que lo rodea. Si, como a
él, les incomoda la crítica, es problema suyo. El derecho a criticar ni
siquiera es debatible. Ojalá la réplica tenga fundamentos y
argumentos. Ojalá no sea una reedición de aquellas frases que hoy dan risa:
“manipulados por la CIA”, “agentes del imperialismo ruso”, “satélites cubanos”,
“vendepatrias”, “malos mexicanos”, etcétera, adaptadas a la actualidad. Así las cosas. MAR DE FONDO
** “Eres, amor, el brazo con heridas/
y la pisada en falso sobre un cielo./ Eres el que se duerme, solitario,/ en el
pequeño bosque de mi pecho./ Eres, amor, la flor del falso nombre./ Eres el
viejo llanto y la tristeza,/ la soledad y el río de la virtud,/ el brutal
aletazo del insomnio/ y el sacrificio de una noche ciega./ Eres, amor, la flor
del falso nombre./ Eres un frágil nido, recinto de veneno,/ despiadada piedad,
ángel caído,/ enlutado candor de adolescencia/ que hubiese transcurrido como un
sueño./ Eres, amor, la flor del falso nombre./ Eres lo que me mata, lo que
ahoga/ el pequeño ideal de ir viviendo./ Eres desesperanza, triste estatua/ de
polvo nada más, de envidia sorda./ Eres, amor, la flor del falso nombre”.
(Efraín Huerta, mexicano, 1914-1982. Eres, amor, el brazo con heridas...)