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SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Un festival poético para Colima


Martes 18 de Diciembre de 2018 8:10 am


¿RECUERDA usted haber asistido a un encuentro de poetas en Colima? ¿Cuándo fue la última vez que acudió a una feria del libro o a un festival de escritores? ¿Anualmente contemplan usted y su familia viajar hacia un destino en el que se celebre un cónclave de literatura, donde se pueda escuchar a los autores leer su obra y convivir con ellos? Son preguntas que tal vez usted nunca se había hecho, pero que debieran formar parte de los itinerarios tradicionales no de un ambiente o cultura fifí, sino de un estándar más o menos regular de sociedad con ingresos medianos.

Como bien lo sabemos, porque lo he repetido en este espacio varias veces, el municipio de Colima tiene un Reglamento de Fomento al Libro y la Lectura, que considera la realización una vez al año de una feria del libro. Las hay, por ejemplo, la que realiza con mucho éxito el Colegio Campoverde. Pero ese es un esfuerzo de la iniciativa privada, no de las instituciones, lo que nos deja con una pregunta básica relacionada con la posibilidad de disfrutar de la literatura de viva voz: ¿Es necesaria una feria?, ¿qué beneficios nos trae convivir con escritores de diferentes géneros?

Si el Reglamento de Fomento al Libro y la Lectura es, paradójicamente, “letra muerta”, qué podemos esperar de nuestros flamantes regidores y alcalde capitalinos, que para empezar tienen al frente del área de Cultura a una persona que sólo le interesan los concursos de belleza. Mal para los colimotes que en los últimos años sólo hayamos tenido una “cultura” capitalina de relumbrón, borrachera y pachanga, como si con esto realmente pensaran que están contribuyendo a la construcción de la paz, proyecto en el que se encuentran envueltos los tres niveles de gobierno.

Es una pena. Los colimotes no hemos tenido, en años, la posibilidad de contar con una feria, un festival o algo parecido con tintes literarios. Se me dirá que en el sexenio anterior se organizaba el Mes del Libro y la Lectura, pero eso es cosa aparte, porque no contenía el espíritu celebratorio de un festival. Sí, se repartían miles de libros, pero, ¿en realidad se leían o sólo servían para justificar gastos multimillonarios en ediciones que en realidad costaban la décima parte de lo que se reportaba?

San Luis Potosí, Morelia, Zacatecas, Acapulco, Tijuana, Monterrey, Bacalar, San Cristóbal, Pachuca, son ciudades que desde hace años, junto con Tepic y tantas otras, tienen sus festivales de literatura que han servido no sólo para fomentar el contacto entre el público lector y sus autores, sino para generar una inercia turística que acaba beneficiando a las mencionadas ciudades en ese y otros aspectos vinculados con la derrama económica y el mejoramiento del nivel de vida. Es básico que si por un lado se propone que ningún funcionario o Alcalde gane más que el Gobernador, también se canalicen esfuerzos por hacer de Colima un lugar más pacífico y cultural, menos violento e inseguro.

Recuerdo todavía con gusto cómo cuando el maestro Víctor Manuel Cárdenas vivía, se llegó a organizar en Colima una subsede del Encuentro de Poetas del Mundo Latino. Gracias a su entusiasmo y talento, sus contactos y su trayectoria en el fomento a la cultura, Cárdenas trajo a gente como el poeta argentino Arturo Carrera o la gran Claudia Hernández de Valle Arizpe, mientras que en su momento la también poeta Verónica Zamora organizó un encuentro de jóvenes escritores, allá en los años 90, con firmas como las de Ignacio Padilla o Jorge Volpi, el primero ya fallecido y el segundo uno de los autores más leídos y celebrados en México y el mundo.

En aquellos años había esta atmósfera de festival literario permanente en Colima, pero desde entonces a la fecha ha sido poco lo que hemos visto en esta dirección y de lo cual debiera encargarse el Ayuntamiento de Colima, pero seguimos en la inopia, cobrándoles a los artistas que venden sus obras en la vía pública u organizando corredores de festín y agasajo disfrazados de presuntos festivales culturales que, en el fondo, lo único que buscan es acelerar el reloj del despapaye y la fiesta entre las generaciones más jóvenes, en lugar de promover el contacto entre ellos y los escritores del momento. Más se gastan en hacer recibimientos y cenas fastuosas.