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Momentos



EVA ADRIANA SOTO FERNIZA

Renovación


Sábado 29 de Diciembre de 2018 7:24 am


“UN día, dos niños estaban patinando en una laguna congelada. La tarde era fría y nublada, pero los niños se divertían haciendo piruetas y jugaban sin preocupación, riéndose de sus travesuras; de pronto, el hielo se rompió y uno de los niños cayó al agua. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba debajo del hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romperlo, pudiendo así rescatar a su amigo. Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron cómo lo había hecho, ya que el hielo era muy grueso. Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y esas manos tan pequeñas, comentaban entre ellos. En ese instante apareció un anciano y dijo: ¡Yo sé cómo pudo hacerlo! ¿Cómo?, preguntaron. Pudo hacerlo, porque no había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”. “Si puedes soñarlo, puedes lograrlo”.

Siempre me ha llamado la atención la llegada del Nuevo Año, por aquello de los propósitos de mejorar y cambiar, tomados precisamente en esta fecha. Nos gusta fraccionar la vida en etapas y llenar el calendario con fechas señaladas. Me gusta, porque creo que todo eso ayuda. Necesitamos estímulos para avanzar. Raras veces lo hacemos por convicción propia. Sin embargo, la fe en uno mismo es algo tan escaso, que quizá se deba a eso de que necesitamos estímulos para hacer las cosas, sobre todo las importantes. Por ello me gustó la anécdota con la que comienzo este artículo, porque habla de la confianza en sí mismo. Probablemente podríamos borrar de nuestro “disco duro” todos los imposibles y las excusas para lo que nos proponemos, si hiciéramos como el niño del relato, que no sabía que “no podía”.

Y, ¿si en vez de la lista de ideas para hacer cambios y mejoras, empezamos a buscar esa convicción de que somos capaces de conseguir lo que nos propongamos? Nunca es tarde para comenzar, y como el ejemplo arrastra, lo mejor de todo es que tendríamos como imitadores a nuestros hijos y hasta nietos. Ya no nos conformaríamos con hacer lo que se vaya pudiendo o lo que salga, como decimos coloquialmente. Hay una satisfacción muy grande en lograr algo por la sencilla razón de que creemos firmemente que lo conseguiremos. Imaginemos a nuestros jóvenes actuales, tan desilusionados de esta sociedad que los margina y que no les da oportunidades para desarrollarse. Serían capaces de muchas cosas fuera de lo establecido; con su dinamismo, juventud y lograda fe en sí mismos, otra sería su realidad y otro sería también el mundo actual. 

Conozco a un adolescente que nació con un leve daño cerebral, ha ido superando obstáculos desde el lograr caminar, conseguir la fuerza suficiente en su cuerpo para levantarse de un asiento, subir y bajar escaleras, equilibrarse para caminar sin caer; vestirse, asearse y más. Su mente e inteligencia están un algo arriba de lo que consideramos normal. Por misterios del funcionamiento cerebral que todavía no se han develado, su fisiología ha ido avanzando a paso lento, pero en su cerebro hay conexiones que funcionan mejor que las de la mayoría. Ha empezado la educación secundaria completamente integrado al grupo de los demás chicos y chicas que lo recibieron como uno más. Juega futbol en su equipo, hace campismo con ellos, gana competencias y se ha ganado también su afecto. 

Pero su mente es su verdadera fuerza. Y veo en ello una gran bendición, les digo porqué. Una mente que generalmente ve lo posible más que lo imposible, encuentra pocos obstáculos, y los que aparecen son superados con menos dificultad. Es alentador ver cómo se adapta a todo y hace conexión con quienes le rodean, sin temor a quedar mal o equivocarse. Sí que es un algo retraído y metido en su mundo, pero cuando la situación lo requiere, responde de la mejor manera. Les digo a sus padres, que de alguna manera se preocupan por su condición especial (maravillosa condición, digo), que es un muchacho tan seguro, que ya quisiéramos muchos tener esa actitud ante la vida. Esa mente suya es capaz de llevarlo “hasta el infinito y más allá” (mi frase preferida de Toy Story), sencillamente por creer en él mismo. Tengo, pues, la suerte de que este chico es mi nieto y forma parte de nuestra vida. 

La mejor manera de lograr nuestros propósitos de Año Nuevo y de siempre, sería el poder conseguir una renovación de esa fe en nosotros mismos. ¡Feliz Año Nuevo 2019!



bigotesdegato@hotmail.com