Cargando



Orgullo de Colima



JULIO IGNACIO MARTÍNEZ DE LA ROSA


Sábado 29 de Diciembre de 2018 7:23 am


DE pronto me vi en medio de la selva colimota. Ahora disfrutaba del remanso de paz del espacio de mi selva, manejado a su modo por siglos por nuestros antepasados. Un placer sentir el airecillo fresco de la tarde bajo la sombra de imponentes árboles tropicales. 

Un asunto familiar me trajo a Colima. La tarde me gustó para visitar la Campana. Antes del ocaso y con la brillantez del sol de invierno, recordé el sitio más importante del occidente mesoamericano. Corrí, hice mis ejercicios cotidianos. Mi hijo Álvaro, quien conoce la Campana como la palma de su mano, me condujo por los senderos del parque público, contiguo a los monumentos arqueológicos. Ahora está adecuado para la actividad física humana y para la observación de los recursos naturales. 

Me apapachó la dimensión de lo moderno y la historia, la fusión deseable para disfrutar el patrimonio natural y cultural. La naturaleza hablaba, el canto de las aves, el paso de las lagartijas, el aleteo de los pájaros que nos evadían. 

Sonidos naturales, música en el hábitat de cientos de especies tropicales. El remanso de paz jugaba a envolver a todo humano que quiera vivir su entorno natural. El vientecillo estimulaba la mente y los ánimos. El canto del agua del río Colima despertó la imaginación para ver cómo fue aprovechado por cientos de años, quizá miles. Sentado en el muro hecho para proteger al parque de un creciente del río, pude ver los accesos prehispánicos a los viejos tanques de agua.

Quise imaginar cómo la eterna estratificación social humana daba paso al río a todos los poderosos locales, mientras la servidumbre de esa ciudad occidental esperaba que sus jefes se dieran la vida de reyes. En algún momento, los débiles también se bañarían en el río, pero no mezclados. Así fue y así es hoy, las clases sociales diferencian a las personas, aunque no lo quieran.

Varios kilómetros de senderos surcan la Campana. A pie, en bici, corriendo. La Campana abrió sus entrañas a todos. Reconocido su bagaje arqueológico, ahora el sitio es popular. Antes fue de los grupos originales de Colima. Luego de los herederos de la época colonial, de los hacendados que profundizaron la división social. Alguna firma vinculada al poder, en los años 80 del siglo pasado quiso imponer la modernidad inmobiliaria, sin lograrlo. Venció el patrimonio cultural y ahí se conserva.

El verde del campo es menos intenso por el estiaje venidero. Pasadas las lluvias y la humedad, el verde rebaja su brillantez. Pero a su lado persiste la obra del hombre y persiste el hábitat de siempre, resistiendo a la modernidad económica o, mejor dicho, a los caprichos de los especuladores a costa de lo que sea, incluso destruyendo el patrimonio natural y cultural. Y ahí estábamos Álvaro y yo, caminando y trotando, tomando imágenes del moderno y sencillo parque ecoarqueológico, único en su diseño. 

Y me vino a la mente el entorno de mi trabajo actual, los sitios donde totonacos y olmecas se asentaron en miles de sitios para esperar la violencia española de hace casi 5 siglos, ese encuentro que diseñó lo que hoy es México y América. Eso es lo real. Pensar en qué pudo haber sido sin la violencia española, es un asunto para ociosos y sin sentido.

Entonces observo y vivo las diferencias culturales producidas por el entorno natural, también diferente. El occidente es diferente al golfo, aunque sea en la misma latitud. La humedad, la vegetación, la tierra, el clima, el agua, todos los recursos son los mismos, pero no iguales, como tampoco son iguales las obras del hombre. Afortunadamente, todos somos diferentes.

La Campana es el orgullo de Colima y del occidente mexicano. Le falta vincular las actividades pasadas con el vertiginoso presente. Ya hay senderos y rutas pedestres, quizá hay que vincular el mítico y antiguo juego de pelota con el estilo del juego presente. Espacio sobra para que los colimenses aprovechen lo que un día fue la fortaleza de la maravillosa cultura occidental. Cosas del ingenio, de la cultura y recreación.



nachomardelarosa@icloud.com