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EZLN y AMLO: ¿Cuestión de creencias?



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 03 de Enero de 2019 7:38 am


“ES un loco el que dice eso. No sabe pensar, no piensa por el pueblo”, dijo el subcomandante Moisés, del EZLN, el pasado 31 de diciembre, refiriéndose a López Obrador. En esa sentencia encontramos una síntesis de la oposición particular del EZLN al nuevo gobierno. La reacción furibunda de los creyentes de AMLO no se hizo esperar. Igual que en otras ocasiones en que el EZLN o los pueblos indígenas organizados han expresado su rechazo al ahora Presidente, los fanáticos inundaron las redes sociales con la ya tradicional afirmación ridícula e insostenible: el EZLN es un invento malvado de Salinas, que solamente se reactiva y se opone a López Obrador cuando su creador lo ordena.

Desde esta perspectiva, los indígenas se convierten en individuos apolíticos, desprovistos repentinamente de agencia política propia, de capacidad de organización, y pasan a ser simples peones de un plan malévolo general de alguien que concentra todo el poder necesario para mover los hilos a placer desde las sombras. No es otra cosa que pensamiento mágico, aunque es mejor verlo como creencias o sistema de creencias. De acuerdo con el filósofo español José Ortega y Gasset, las ideas y las creencias son cosas diferentes. Las ideas se piensan, se someten a prueba y se tiene conciencia de su existencia, mientras que las creencias se dan por hecho, raramente se cuestionan, y cuando son cuestionadas, difícilmente se deja de creer en ellas.

Más allá de si estamos de acuerdo con Ortega, buena parte de la popularidad y legitimidad de AMLO está basada en creencias, más que en ideas, y esa creencia se acerca a la forma populista de entender el mundo: una realidad dividida en dos, entre el pueblo bueno y una cúpula poderosa y malvada conformada por el no-pueblo. En esta visión del mundo y del poder, el líder populista se convierte en el intérprete y ejecutor infalible de una sola y única voluntad popular. Sólo él es capaz de entender al pueblo. Así, la circulación de la voluntad es circular: del pueblo hacia arriba, sin intermediarios, y del líder hacia abajo, por medio de políticas del gobierno. “¿Y cuál es la maña que hace?” –se preguntó el subcomandante Moisés–. “Que hace de que está con el pueblo de México y engañando a los pueblos originarios y demostrando que se hinca en la tierra pidiéndole permiso como creyendo de que todos los pueblos originarios lo creen y aquí nosotros le decimos, no lo creemos eso, al contrario”. Los zapatistas no creen. El sistema populista de creencias les resulta ajeno y falso.

La óptica maniquea y simplificadora de muchos seguidores de AMLO elimina, sin más, una tradición secular de organización y autogobierno de los pueblos indígenas. Por siglos se han organizado para defender sus tierras, aguas y montes, su modo de vida y las injerencias de diversos poderes que amenazan su existencia. No es una opinión, es un hecho. Pero para las creencias no importan los hechos, o no todos los hechos, sólo aquellos que las confirman y conforman.

López Obrador manejó bien el asunto públicamente y evitó confrontarse con el EZLN. Más allá de si estamos o no de acuerdo con los neozapatistas, debemos evitar y combatir a toda costa el lente populista, por naturaleza maniqueo y simplificador. De otra manera, corremos el riesgo de ignorar la complejísima realidad mexicana, que incluye las diversas realidades de los muchos pueblos indígenas. Dicho de otra manera, AMLO lo hizo relativamente bien, sus fanáticos terriblemente mal. Sería bueno que los fanáticos se hicieran responsables de sus pocas creencias, pero habría que preguntarse si ese proceso no transformaría su sistema de creencias en ideas, al estilo de Ortega y Gasset. En fin, a los fanáticos les vendría bien hacerse más preguntas que vomitar sentencias. De AMLO demandamos certezas, estudios de impacto ambiental, un plan ejecutivo del Tren Maya, entre otros instrumentos que nos permitan discutir más en el plano de las ideas que en el de las creencias.