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Innovemos algo ¡ya!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

Dilo en voz alta


Domingo 06 de Enero de 2019 7:33 am


HACE tiempo, tres sabios, reconocidos como Magos, se postraron ante un pequeño, le adoraron y le otorgaron regalos que dieron testimonio de su divinidad, y por ello, ahora los inocentes son agasajados en este buen Día de Reyes. A veces quisiera ser una niña, correr al arbolito, para descubrir mis regalos. ¡Ay!, cuanto anhelo aquella confianza perfecta de saberme cuidada y amada; la vida continuó y deje atrás la infancia, y con ella los regalos bajo el árbol…

A pesar de las fiestas, o quizás aún más durante ellas, la más doliente pandemia se esconde tras las risas y las velas; quiero hoy hacer un alto en el camino e invitar a sanar a todo aquel que viva, sepa o sufra violencia relacional. Yo, he vivido violencia, y estoy segura que si nos detuviéramos a pensar lo importante que es no callar, muchas más de dos contarían las indignantes circunstancias de su vejación.

Violencia no son sólo golpes y sangrantes lesiones, la violencia es más fina y sutil que una humedad en el pretil; callada nos acecha; distinguir a un depredador no es fácil, muchas caemos con ellos; unas salimos y denunciamos; otras se quedan, y muchas más se nos van muriendo… se nos caen los pétalos, y nos quedamos sólo llorando y mirando. Cuando un ser violento nos encuentra, ocurre porque de alguna forma, nosotras ya traemos una callada historia de violencia; ser mujer ya era razón de un padecer, o por lo menos lo es en la mayor parte de los hogares. Es tal el vacío de la violencia de la que venimos, que no vemos la que nos llega, caemos en las garras del enemigo, y cuando lo notamos es un confuso mar y creemos que eso es el amar.

Sé de mujeres violentadas que sí se atreven a denunciar, pero mal pasan las horas y retiran los cargos, se apiadan del “pobrecito que se enojó por culpa de ellas”, sin ser conscientes, quizás, o por miedo, defraudan a quienes les ayudaron en la crisis y se abrazan con el monstruo; le dan el perdón, le creen y se llenan de la adrenalina de una reconciliación… ¡Ay! cuanta pena, cuanta pena algún día yo di. La humilladas se justifican en tantas y tantas falacias de los porqués de su relación aberrante, que no terminaríamos de mencionarlas, pero la más clara es que su autopercepción y valía están anuladas, su vacío de amor es tal, que aceptan migas, aunque sea al costo de su vergüenza, humillación, frustración, dolor, y en más veces de las que quisiéramos, en forma de una corona de flores para su funeral.

Denunciar no es fácil, mantenerse y ser claras, menos, pues todos parecen tener tanta vergüenza de su propia violencia, que se termina de una u otra forma apoyando al agresor; a menos, claro, de que la víctima se determine a no ceder, aunque en su casa le pidan callar, aunque sus hijos se queden sin padre y aunque tengan que ser “las malas” que los mandan a la cárcel. ¡Date cuenta, por favor!, nadie mete a nadie a la cárcel, se meten solitos con sus actos, y es derecho de todo ser humano el denunciar, protegerse y defenderse.

Si vives, has vivido o sabes de la violencia dilo en voz alta, ¡grítalo!, de lo contrario, ellos, los malos, se resguardaran en tu silencio; y sí, al principio ellos son un verdadero encanto y caen bien, te tratan mejor que nadie, y una vez que estás confiada te envuelven, hasta que un día te descubres totalmente vejada, creyendo amar a quien le apetece aniquilarte por diversión, ego y su miserable condición. Innovemos algo ¡ya!, sanemos la violencia desde nuestro origen; si en la casa de tu crianza fuiste de cualquier forma violentada, ¡por favor, sanalo!, haz terapia para entonces sí, poder ver al depredador a tiempo, porque de lo contrario, te será tan familiar su pútrido amar, que de él te vas a enamorar; créeme, sí se puede vivir sin violencia; denunciar y sostenerse en lo dicho lo vale, y por mucho.


*Terapeuta


Línea mujer 075

Centro de Justicia para las Mujeres 01 312 161 2801


innovemosalgoya@gmail.com