Cargando



Sentido común



PATRICIA SÁNCHEZ ESPINOSA

El poder por el poder


Lunes 07 de Enero de 2019 7:29 am


HAY un concepto equivocado de la democracia, que sin embargo ha sido evocado en últimas fechas, el cual confunde al Estado de Derecho con la fuerza bruta, y la legalidad con el mayoriteo. Con esta idea es que muchos nuevos políticos se han conducido, creyendo que el 1 de julio la gente de México les entregó el poder absoluto, cuando ese poder está restringido a su cargo, a la Constitución y a las leyes vigentes.

A inicios de sexenio, el discurso del Ejecutivo y el Legislativo federal, se lanzó contra el Judicial, intentando someter a una fracción del gobierno cuya operatividad depende de su autonomía. Los ataques no se hicieron sólo desde el discurso oficial, sino que involucraron una guerra en redes sociales para desacreditar a Ministros, Magistrados y Jueces. A través de viñetas gráficas y mensajes reenviados, se desinformaba a la gente, o se intentaba despertar su indignación con mentiras, verdades a medias o tergiversadas, para crear una atmósfera de animadversión contra el Poder Judicial, con la intención de desprestigiarles, para así deslegitimarlos ante la ciudadanía.

Lo anterior se veía aparentemente reforzado por opiniones expertas, como la de Enrique Dussel, que en una conferencia ofrecida a simpatizantes de Morena, dijo sobre la Suprema Corte de Justicia de la Nación, entre otras cosas: “creen que la Ley es el fundamento del Derecho, pero se olvidan que el fundamento de la Ley es la Legitimidad, y la Legitimidad es la expresión del poder del pueblo, porque el pueblo es el único soberano, no el Estado”. Lo cual es verdad en el fondo, pero en la forma es necesario hacer valer dicha legitimidad mediante un proceso adecuado. Intentar someter un Poder a otro no sólo es antidemocrático, sino también peligroso.

A nivel local también se está dando una lucha entre Poderes, entre el Ejecutivo y el Legislativo, fomentada en gran parte por la idea de que en las elecciones pasadas la gente votó por un cambio de régimen, no solamente de gobierno, lo que difumina el federalismo y da la falsa impresión de que con el voto se les entregaron funciones metaconstitucionales, cuando su poder se encuentra limitado a aquello para lo cual se les eligió, por lo que estarían transgrediendo la Constitución al pretender gobernar desde las curules.

El Poder Legislativo debe de ser independiente del Poder Ejecutivo, sin que esto signifique que deba de estar sometido el uno al otro, ni tampoco confrontados. La cooperación entre ambos desde el respeto y la interdependencia, es posible y deseable. Un gobierno en el que el Congreso sea comparsa del Gobernador, es tan dañino para el estado como un Ejecutivo secuestrado por el Legislativo por razones partidistas. No hay nadie más vil que aquel que, para evitar que su prójimo se luzca, sacrifique el bienestar general para poder lucrar con su desgracia.

Algunas diputadas y diputados colimenses, entre los que destacan los de la ex coalición Juntos Haremos Historia, han intentado exceder sus funciones para limitar al gobernador, José Ignacio Peralta Sánchez, en lo que son las facultades para las cuales fue electo. En su inexperiencia no se alcanzan a dar cuenta que la misma representatividad que portan al haber sido nominados, es la misma que legitima al Mandatario para organizar su administración como él mejor considere, mientras se mantenga dentro de los límites que marca la Constitución y la ley. Para constatarlo, existen mecanismos diseñados para ello, como el Órgano Superior de Auditoría y Fiscalización Gubernamental (Osafig), que cuentan con autonomía para garantizar su mejor desempeño, lo cual quiere decir que no dependen del Gobernador, pero tampoco del Legislativo, pues así como uno podría presionarle para que no le revisara su ejercicio, el otro podría hacerlo para lucrar políticamente con una calificación negativa.

Estas mismas luchas por el poder están afectando al mismo Movimiento Regeneración Nacional en Colima, al tratarse, en su mayoría, de hombres y mujeres con poca o nula experiencia en la administración pública y la política, que se dejan llevar por quien levante más la voz, sin contar con un liderazgo auténtico que pueda crear una estrategia a largo plazo. De no encontrar una identidad y unirse en un mismo proyecto, corren el riesgo de formar tribus y autodestruirse, como ocurrió con el PRD.

Mientras tanto, en Colima no hay todavía una oposición fuerte, aunque el PAN comienza a repuntar y a mostrar signos de unidad con la elección de Alejandro García Rivera, aunque en el futuro próximo este liderazgo podría verse amenazado por la ambición de Jorge Luis Preciado de convertirse en la mano que mece la cuna de la dirigencia y así asegurar su designación como candidato a la gubernatura por tercera ocasión. En el lado positivo, esta misma elección ayudó a depurar al albiazul de quienes tenían tiempo enquistados en el partido, los cuales no daban la oportunidad de formar a nuevos cuadros.

Del PRI es poco lo que podemos decir, ya que parece que aún no se ha recuperado del voto de castigo que le dio el electorado en julio pasado, lo cual es un error que podría costarle aún más en los comicios de 2021.

Es importante que ambos partidos se fortalezcan y ofrezcan una oposición inteligente que ayude a crear un contrapeso en la política del estado y el país, sin que esto signifique una burda lucha por el poder que contribuya a la ya acendrada polarización, de lo contrario, México podría seguir la dirección de los demás países latinoamericanos, abrazando a caudillos neofascistas.