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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Ductos y desatinos


Martes 08 de Enero de 2019 7:27 am


EN casi la tercera parte de estados del país, se registró desabasto de gasolinas y dísel la semana pasada. El presidente Andrés López explicó que se debió a que en vez de enviar los carburantes por los oleoductos que para eso se instalaron y costaron mucho dinero, Pemex los transporta en carros cisterna y es lento el suministro.

Decidió el Gobierno Federal esa medida para atajar a los huachicoleros que, como es muy sabido, “ordeñan” los tubos de combustible para revenderlo a precio más bajo que el de mercado. Según información gubernamental, el robo de combustible tiene la complicidad de funcionarios de Pemex y la mayor parte del robo se organiza adentro. Hubo una insinuación del gobierno: el huachicoleo es casi un mito; lo importante sucede en Pemex. Si afuera el huachicoleo es casi un mito, ¿para qué entonces suspender el envío por los ductos? Y, por tanto, ¿no es verdad que la delincuencia organizada controla este negocio turbio y violento?

Si eso es verdad, uno tiene entonces que preguntarse: a) ¿por qué se decidió que fuese en pipas y no por los ductos?, b) ¿por qué hay sólo tres funcionarios detenidos por robo a Pemex?, c) ¿cuándo se volverá a utilizar la tubería para enviar combustibles?, d) ¿trabaja el gobierno en combatir el huachicoleo?, e) ¿tiene temor a enfrentar a los cárteles del narcotráfico metidos en el negocio del huachicoleo; los va a perseguir o los dejará impunes? Con esta clase de delincuentes, ¿amor y paz? Otros cuestionamientos quedan pendientes, pero estos son los inmediatos.

Alaska tiene un territorio casi tan extenso como el de México y una población similar a la de Colima. Produce enormes cantidades de petróleo crudo, que a ese estado de Estados Unidos le generan al gobierno local ingresos por 10 mil millones de dólares anuales. Padece, sin embargo, un problema serio, el precio de la gasolina. En una de las localidades más remotas de Alaska, Lime Village, cuesta 168 dólares el galón, esto es, 44 pesos el litro, un poco más del doble que el carburante en México.

A ese remoto lugar, la llevan en barco, luego en barcaza por río y, finalmente, en aeronaves pequeñas. El recorrido es de 2 mil 800 kilómetros, aproximadamente, con cargas y descargas, maniobras que cuestan y encarecen el combustible. 

Distribuir las gasolinas en México es asaz sencillo frente a las dificultades que tienen los alasqueños para el suministro. Sin embargo, apenas duplica el precio mexicano. ¿Por qué? Porque los impuestos mexicanos encarecen el producto, y no sólo los energéticos, sino todas las mercancías, excepto la mano de obra que, esa sí, se mantiene barata. El Congreso de Estados Unidos decidió cancelar el impuesto a la gasolina en Alaska: probablemente no significó mucho, porque era de 8 centavos de dólar (1.43 pesos) ¡por galón! Ese era el impuesto allá. Aquí, es 400 por ciento más alto.

Aquí, la Cámara de Diputados dominada por Morena y sus aliados (PT, Verde y la osamenta del PES) se negó a desaparece el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, que fluctúa entre 24 y casi 25 por ciento del precio final al consumidor. “No vamos a dejar sin recursos (financieros)” al gobierno de López Obrador, adujeron los legisladores cuando aprobaron la Ley de Ingresos del Presupuesto Federal de 2019. Claro, pero sí pueden dejar a los consumidores sin una parte de su dinero y mantener un gravamen creado por priistas y panistas.

Para los alasqueños de las tierras recónditas de ese estado lejanísimo, no parece haber más remedio que aguantar los precios y pensar en volver a los trineos tirados por perros, según contaba la revista Expansión hace 10 años. Y no era broma.

Pero, ¿y en México?, donde disponemos de oleoductos, ¿por qué transportarla en carros cisterna que resulta extremadamente caro y riesgoso? ¿Por qué exponer a miles y miles de conductores en carretera a accidentes por llevar gasolinas en pipas?

La solución es acabar el huachicoleo, desterrarlo, arrasarlo. Y si eso pasa por proceder penalmente contra funcionarios de Pemex, contra las bandas que “ordeñan” los tubos, a quienes venden el carburante robado, a quienes lo compran, sea a bordo de carretera, sea empresario concesionario de gasolineras, o sea un policía que protege el saqueo. Supongo que en el Gobierno Federal lo saben. ¿Cuándo van a actuar?

Por cierto, en este asunto de desabasto de gasolinas, de huachicoleo, de proceder contra ladrones de Pemex, ni una palabra se ha escuchado de la señora secretaria de Energía, Rocío Nahle García.

Tampoco hemos sabido que el Gobierno Federal tenga intención de investigar al dirigente nacional de los trabajadores petroleros, el multimillonario Carlos Romero Deschamps. ¿O sí? ¿Cuándo? Si quieren limpiar Pemex, eso pasa sin espacio a elusión, por procesar a ese dirigente sindical.


MAR DE FONDO


** “Intento seducirte en el pasado./ Las manos al volante y esta luz/ de club nocturno del tablier me dejan/ -fantasía invernal- bailar contigo./ Detrás de mí, igual que un gran camión,/ el mañana hace ráfagas de luces./ No lo conduce nadie y me adelanta,/ pero ahora tú y yo viajamos juntos/ y el coche puede ser el dos caballos/ de los años sesenta hacia París./ ‘Je ne regrette rien’ canta Edith Piaf./ Bajo la ventanilla, entra la noche/ fría de la autopista, y el pasado/ se aproxima de cara, velozmente:/ cruza y me ciega sin bajar las luces”. (Joan Margarit, español, 1938-. Faros en la noche.)