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¿Apoyo a Maduro?



RODRIGO MARTÍNEZ OROZCO


Jueves 10 de Enero de 2019 7:26 am


MUCHO se ha dicho sobre la negativa de México a firmar la condena que el Grupo de Lima hizo al gobierno de Maduro. Sin embargo, las discusiones sostenidas han dejado mucho que desear: se han convertido en una extensión de apoyo o rechazo a AMLO. Algunos de los colaboradores cercanos y el mismo Presidente han contribuido a la formación de una mirada simplista y superficial, como Yeidckol Polevnsky, que calificó de “aberración” la postura “intervencionista” del Grupo de Lima. Claramente comprende poco de diplomacia y de política exterior. Aquí analizaremos poco la postura y más la política internacional y la diplomacia (poco me importa ser porrista u opositor de López Obrador).

De nada nos sirven las declaraciones de los funcionarios de primer orden, por lo que me remito al discurso de Maximiliano Reyes, subsecretario para América Latina y el Caribe, en la reunión ministerial del Grupo de Lima, el pasado 4 de enero. Reyes comenzó su intervención expresando su “preocupación por la dinámica que ha alterado la tranquilidad y la prosperidad del pueblo venezolano, así como la situación en torno al respeto de los Derechos Humanos que se vive.” El gobierno de México, pues, reconoce la existencia de violaciones a los Derechos Humanos.

“México considera que la vía más efectiva para alcanzar los objetivos por los que se creó este Grupo, es mediante iniciativas de mediación y de diálogo, no de aislamiento.” Aquí se evidencia una diferencia de procedimiento, por un lado, y, por otro, la intención de México de colocarse “en una posición equidistante entre las partes que le permitiría ser un mediador creíble (en compañía de otros actores)”, en palabras de la internacionalista Natalia Saltalamacchia. En otras palabras, la representación del gobierno mexicano reconoce la futilidad de la política adoptada hasta ahora por la OEA, que polariza y bloquea las posibilidades de diálogo. Habrá que preguntarse si Maduro quiere dialogar, pero lo que es seguro es que el diálogo es más difícil sin un intermediario legítimo, puesto que el gobierno mexicano aspira a ocupar, con la intención de colocarse en el escenario internacional como un actor influyente. Retomar legitimidad internacional contribuiría a mejorar la muy diezmada imagen de México en el mundo.

Por último, una cuestión controvertida: la de los principios. La postura del gobierno de AMLO está basada en los principios tradicionales de la política exterior mexicana durante el Siglo 20. En palabras del subsecretario Reyes: “El Gobierno de México, en el seguimiento a sus principios constitucionales de política exterior, se abstendrá de emitir cualquier tipo de pronunciamiento respecto de la legitimidad del gobierno venezolano. La autodeterminación de los pueblos y la no intervención son principios constitucionales que México deberá seguir”. La cuestión es clara: con su abstención, el gobierno mexicano no dota ni niega la legitimidad de Maduro, es decir, no lo apoya ni se le opone, pero sí refuerza las intenciones mexicanas de mediar en el conflicto, siguiendo la interpretación de Saltalamacchia.

El principio más controvertido fue el de la autodeterminación de los pueblos. Algunos, como José Antonio Crespo, interpretaron este principio como la “autodeterminación de los gobernantes”, excluyendo “al pueblo”. Sin embargo, debemos entender este principio como la libre autodeterminación de las fuerzas internas de cada país, lo que incluye gobierno y sociedad. Evidentemente, Maduro ha roto con el orden constitucional y con la democracia venezolana, pero esos fenómenos no son excluyentes de los procesos de autodeterminación.

En síntesis, la postura de México no puede entenderse como un apoyo a Maduro ni como una muestra de simpatía del gobierno frente al autoritarismo, sino como una estrategia de reposicionamiento y activismo internacional, que pretende convertir a México en un actor con legitimidad y capacidad de mediación.