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A propósito...



FERNANDO MORENO PEÑA

Invitados


Sábado 12 de Enero de 2019 7:26 am


CONSIDERO de interés compartir con mis lectores, escritos y comentarios de destacados periodistas mexicanos que han sido publicados en diferentes medios periodísticos de circulación nacional, en los primeros días de enero.

1.- El pasado 10 de enero, en el periódico El Universal, el periodista Carlos Loret de Mola publicó el siguiente texto:

El Método “El Presidente hizo lo que siempre hace: acorralado, emproblemado tras haber desatado con sus políticas un episodio de crisis y desconfianza, dobla la apuesta, culpa a los medios de comunicación, culpa a los opositores, se aferra a un símbolo, fustiga a sus adversarios por no haber hecho en el pasado lo que se tenía que hacer, decreta un cierre unilateral sin consenso y se exhibe dispuesto a mantenerlo más allá de las presiones y aun cuando afecte a la ciudadanía.

“Es una estrategia con la que ha vivido y que le ha dado muchos réditos políticos. Es el método que lo llevó a la Presidencia con un discurso antisistema, a pesar de ser él uno de los productos más acabados del sistema al que critica.

“Ubicarse como un enemigo de un sistema tronado, de un modelo político y económico agotado. Y presentarse como el ajeno a las élites, el único capaz de sacudirlas y desmontar su insoportable influencia.

“Fue la creación de una realidad paralela, alimentada por mentiras e hipocresías: ¡el hombre se quejó hasta del proceso electoral que lo condujo a una victoria aplastante!

“En sus discursos suelta muchas falsedades y muchos mitos, el enfrentamiento con los medios de comunicación es inevitable. Frente a un dato, suelta un calificativo. Frente a un hecho, responde con una calumnia. Frente a una crítica, revira con un apodo. Y claro, mientras se pelea con todo aquel que quiere ejercer el derecho a la crítica y contrasta sus dichos con la realidad, tiene también su listado de periodistas, comentaristas y medios de comunicación favoritos, avalados por él. Es natural que como parte de esta estrategia descanse mucho más en las redes sociales, aunque éstas a veces se le vengan encima.

“Frente a una adversidad, la reacción es siempre la misma: primero niega lo que está pasando, luego lo acepta a medias, manipula los datos duros y culpa a la prensa de mentir o exagerar el asunto. Más tarde ubica a sus enemigos como quienes están frenando la tan deseable acción de su gobierno y jamás de los jamases reconoce que se equivoca: para él su gestión es histórica, grandiosa, no vista por décadas, la mejor de los últimos tiempos, la capaz de resolver añejos problemas en cuestión de días, la que se atreve a tocar los intereses podridos, la que prevalecerá cueste lo que cueste y sufra quien sufra.

“Este método que lo ha llevado tan alto, el presidente Donald Trump encara la crisis por el cierre parcial de su gobierno”.

Federico Reyes Heroles publicó el 1 de enero, en Excélsior:

Cómplices “¿Hasta dónde se atreverá a llegar? Largos años de campaña en los cuales, en plena libertad, exageró, deformó y mintió sin que hubiera demasiadas reacciones y desmentidos. Resultado: el otorgamiento de una licencia implícita para continuar con la misma mecánica. El documento del Banco Mundial, que según el actual Presidente acreditaba el costo de la corrupción por 500 mil millones de pesos, nunca existió. Lo citó mil veces y nada le ocurrió. La crisis económica a la que se refería convenció a decenas de millones de mexicanos que vivieron el año de mayor creación de empleo formal de toda nuestra historia. El macrofraude, que según él lo acechaba, nunca apareció, de hecho, fueron las instituciones que hoy denuesta las que le dieron el triunfo sin tropiezos.

“Como a un niño mal educado, todo se le permitió y hoy padecemos las consecuencias. En semanas, con la espada desenvainada, ha demostrado que en verdad cree que las instituciones deben irse al diablo. Desaparece el Estado Mayor Presidencial sin tener una alternativa clara e imputándole irresponsablemente hechos que no corresponden a su actuación histórica. Intenta desaparecer el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), que es un logro reconocido por los especialistas. Ahorca presupuestalmente al Instituto Nacional Electoral (INE) a sabiendas de que es la piedra angular de la democracia mexicana. Arremete contra el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), sin cuya actuación sería imposible explicar la evolución política de nuestro país. Los órganos calificadores están en la mira de su capricho. Al diablo con las instituciones. ‘El Estado soy yo’.

“Por si fuera poco, y sin empacho alguno, contra toda lógica económica y tirando decenas de millones de dólares de los mexicanos, echa atrás Texcoco. El tiradero está por todas partes. Proyectos ejecutivos, para qué. La refinería donde yo digo, el tren por donde yo me lo imagino. Yo les explico Santa Lucía; total, sé de todo. Al diablo con las instituciones es cortar los dineros para las universidades. ¿No que no? Es descalificar las opiniones de los expertos que encarnan las instituciones. Desaforado, arremetió contra las Fuerzas Armadas para después pedirles su auxilio. En semanas, hemos visto cómo se brinca al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) para generar su propia información ‘censal’. Cómo se diseñó el ejercicio, quién lo supervisó. Nada sabemos, porque el eje del razonamiento es el pueblo alterno que él inventa. Entonces los del pueblo representado en las instituciones también nos fuimos al diablo. ¿Más claro?

“Y parte del trabajo de mandar a las instituciones al diablo está en el uso del lenguaje, por eso puede llamar inmorales y corruptos a los miembros del Poder Judicial, sin que el travieso tenga ninguna consecuencia. Por eso también puede tildar de mezquinos, fascistas a ciudadanos inconformes en un acto público sin que haya una factura. Lleva años cumpliendo su promesa, no cree en las instituciones y menos aún en un comportamiento institucional. No hay sorpresa, no cree en los argumentos, sólo cree en su astucia personal para hacerse del poder y vaya que lo logró”.

José Woldenberg, en El Universal, publicó el 8 de enero: 

¿A dónde vamos? “Los usos y costumbres de la Presidencia han sido modificados. La ex residencia oficial. Los viajes del Presidente en vuelos comerciales, el Estado Mayor ha sido disuelto, las conferencias de prensa se realizan cada mañana. El mensaje ‘soy uno de ustedes’.

“El sector público, sus instituciones, funcionarios y trabajadores. Se les trata como si fueran un lastre. Recortes de personal, baja de salarios a los mandos superiores, cancelación de prestaciones que pueden tener un impacto negativo en el cumplimiento de las funciones que tienen asignadas.

“El nuevo gobierno no le gusta convivir con los órganos autónomos que diseña la Constitución. Preocupa por que los Estados democráticos modernos los contrapesos son resultado de una aspiración: que ‘el poder se encuentre repartido, vigilado y equilibrado’.

“La materia fiscal resulta desconcertante. El gobierno ha renunciado, por lo menos durante los primeros tres años, a realizar una reforma fiscal progresiva, es decir, que tenga un impacto redistributivo. Se aprueba una disminución de impuestos en la frontera norte que como se sabe, no es de las zonas más rezagadas de país, por el contrario.

“La política de infraestructura parece diseñada por caprichos. Suspende el aeropuerto de Texcoco, se echa a andar el ‘Tren Maya’ sin que se conozcan las evaluaciones y los proyectos específicos.

“Lo fuerte, al parecer, serán los programas sociales. Transferencias monetarias mensuales a los adultos mayores, estudiantes y jóvenes capacitados en empresas. Hacen temer que se trate de una gran operación clientelar, no una fórmula para expandir derechos y construir ciudadanía.

“En materia educativa, se optó por tirar al niño y el agua sucia. Si bien se hubiese podido reformular la carrera docente, no existe argumento válido alguno para que se tenga que sacrificar la evaluación de todos los actores y dependencias que integran el mundo educativo”.

Cabe destacar que ninguno de estos tres prestigiados columnistas son panistas o priistas, pues además nunca han sido miembro de partido político alguno, por el contrario, siempre han sido identificados como antipriistas, para que no se diga que son o han pertenecido a “la mafia del poder”; tampoco son conservadores ni neofascistas.