Cargando



Innovemos algo ¡ya!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

Muégano de miel


Domingo 13 de Enero de 2019 7:30 am


UÉ más quisiera yo, que nada nos atorara el camino, y que nosotros tampoco fuésemos piedra de tropiezo para nadie, pero la realidad es que las relaciones humanas contienen su grado de complejidad y a veces también su nivel de toxicidad. Toda relación implica alguna complejidad, motivo de molestias u enojos, frustraciones e incluso traiciones, pero también son una oportunidad perfecta de aprendizaje y crecimiento. Para conocer la diferencia, preguntémonos, ¿desde dónde me llega la ofensa?

Vivimos, unos más y otros menos, discutiendo por detalles vanos, y ni siquiera nos damos el tiempo de escuchar al contrincante; suponemos que algo nos agrade y de inmediato agredimos a quien decimos querer; triste es ver cómo desaprovechamos el tiempo de interacción, a causa del ego, por el poder y una competencia mal sana. 

Uno ataca, de frente o veladamente, y el otro un día reacciona; se dicen lo que no debían y se hieren, se quebrantan. Hemos de preguntarnos, ¿desde dónde nos llega dicha reacción?, ¿acaso tanta fuerza reactiva nació en ese momento?, ¿o sólo es un cúmulo de años de no mirarnos, de no hablar, de no aclarar, de no ceder, de querer ganar?

Los vínculos de sangre, de circunstancia y de relacionamiento son inamovibles, pero las relaciones, por el contrario, son por tiempo definido. O sea, que podemos ser nietos del abuelo y sin embargo no tener relación con él, ya sea por distancia, ya sea por circunstancia o bien, porque ha muerto; mas el no tener una relación no elimina el vínculo eterno del linaje y de la sangre. También hay vínculos emocionales tan fuertes, que permanecen en el sistema familiar, se tenga o no una relación cercana en el día actual.

Hay acciones que nos vinculan y con la misma fuerza de la sangre nos han unido; digamos que alguno de nuestros ancestros fue asesinado, pues por ese hecho, nuestra familia queda vinculada con el asesino y a su vez con su familia; aunque no se sepa en lo consciente, en la herencia, dicha conciencia sí se tiene. Otro es, por ejemplo, si nuestro tatarabuelo durante alguna guerra se hizo de las tierras de alguien más y al tomar posesión él celebró y los anteriores dueños lloraron por el despojo, en ese pesar nosotros estamos vinculados. Toca entonces a ambas familias reconocer a aquéllos, a los no mirados, como parte de nuestro sistema, para luego, entonces sí, tener el camino abierto hacia la vida futura libre de repeticiones, expiaciones o conflictos.

Sé que suena difícil o confuso, pero recuerda que cuando el esperma de papá migra al óvulo en mamá, cada uno de ellos aporta toda la información existencial, los aprendizajes, las culpas y deudas de todo el sistema familiar, y nosotros, el ser que ha formado de dicha unión, recibimos el legado completo, y nos será por piedra angular de nuestro actuar. Es por eso, precisamente, que es muy importante conocernos a fondo, sin juicios y si acepando la vida como nos llegó, para distinguir de dónde nuestras reacciones.

¿Será que estamos enojados por un simple comentario? ¿O será que reaccionamos con la violencia de las afrentas de un pasado propio y también del heredado?

Separarnos y distanciar las relaciones, aunque estemos vinculados, a veces es sano, sin que por ello se rompa el vínculo, sin que por ello seamos traidores; a veces es necesario distanciarnos, dejar de pelear y desde ahí detenernos a mirar, no lo que nos hacen, y sí el por qué reaccionamos.

Pasado el espacio de silencio entre ambas partes, lo mejor es hablar para darle a cada cosa real importancia, pudiendo decirle a alguien, “lo siento, te hablé mal y te dejé de escuchar, ahora puedo mirar que así era mi mamá con mi padre y cuando creí estar en una situación similar, reaccione como aprendí, por favor, acepta mi disculpa y déjame conocer cómo te confronto y, si puedo, lo he de mejorar”.

Innovemos algo ¡ya!, dejemos de pasar la culpa y pelear; hagamos la terapia necesaria, dejemos, por favor, de repetir un pasado que no nos corresponde y seamos muégano de miel y no de hiel.


*Terapeuta


innovemosalgoya@gmail.com