Despacho Político
ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA
Guadalajara en un llano
Martes 15 de Enero de 2019 9:35 pm
1.- ENTRO a Guadalajara. El paisaje urbano
del acceso desde el sur, el que usamos quienes vamos de Colima a esa ciudad de
profundos contrastes que la expansión va echando a perder, es árido,
desagradable, cercano al caos. Destacan las gasolineras. Están cerradas,
incluso aquellas con logotipos de las grandes petroleras europeas: Repsol,
British Petroleum, dos o tres sobrevivientes de Pemex. A las bombas
despachadoras y las rampas de entrada las rodearon de cintas amarillas, como la
policía resguarda la escena del crimen donde un cuerpo muerto yace. Una, otra,
una más, y varias a lo largo de la larga avenida López Mateos. Y después, también. En las áreas
arboladas, de pretensiones de mejor urbanismo, tampoco hay gasolina. No imagino
cómo hacen los tapatíos para moverse en automóvil con la escasez durante una
semana. Pocos vehículos circulan, en comparación con los de un día regular.
Supongo que evitan viajes innecesarios. Elemental cuidado. No necesitan el
consejo presidencial. Un auto de motor grande, acelera,
zigzaguea, rebasa, cambia de carril. Tiene prisa. Acelera. Frena. Supongo que
tendrá segura la gasolina; angustias, corajes, frustraciones de otros
automovilistas le son ajenas. Tal vez compra combustible robado. Acaso tenga
sus propias reservas. O sea concesionario de una, dos tres o más gasolineras y
mantiene reservas personales. Ostentación de poder, no del motor, sino del
acceso a carburantes, lujo mayor en una urbe, la segunda más grande del país,
que teme paralizarse si la escasez se prolonga. Los gasolineros calcularon las pérdidas
del negocio: 3 mil 500 millones de pesos la primera semana de angustias. 2.- En la autopista, rumbo a la capital
del Jalisco, vi solamente dos camiones cisterna, pipas con el logotipo de
Pemex. Aunque el tránsito es ágil, se desplazaban a baja velocidad. Se
entiende, porque cargan unas 20 toneladas de gasolina y el vehículo pesa varias
más. Poco a poco, ascienden las cuestas. Nadie las escolta. Los choferes conducen
solos y su alma, sin más bendición que la dada en casa, la suerte que les
desearon sus compañeros. Para su fortuna, acá no hay salteadores de caminos. En
todo caso, las patrullas que los vigilarían, también consumen gasolina, y en la
escasez, ¿de dónde la obtienen? A diferencia de otras ocasiones de viaje a
Guadalajara, en la autopista se ven pocos tráileres. Puede ser la hora cuando
los camioneros prefieren resguardarse a la sombra y esperan a que el sol se
amortigüe. O tal vez hay camiones que ya no encontraron dísel. Un buque tanque
estaba surto la semana pasada en Manzanillo, esperando turno a descargar.
Fondeado, un barco cuesta miles de dólares diarios a quien lo ha contratado. 3.- Calles y avenidas de la ciudad tienen
una calma inusual. Guadalajara es hoy una ciudad en reposo. En una zona de
restaurantes, los turistas son evidentemente pocos. Las mesas de varios están
vacías; en otros, unos cuantos comensales. Meseros invitan a los transeúntes a
pasar. Antes de la escasez, un autobús consumió 2
horas en el trayecto del acceso a la ciudad al estadio de las Chivas. Ahora, en
auto, un desplazamiento de más de la mitad de esa distancia, lleva 20 minutos.
Guadalajara y sus conurbaciones tienen una ventaja orográfica: Se asientan en
un amplio llano que ha permitido el trazo recto de sus vialidades más
importantes. Eso agiliza el tráfico vehicular, aunque los escollos parecen
permanentes y puestos a propósito. Obras públicas a medio empezar o medio
terminar, aquí y allá. Este fin de semana, la Perla de Occidente no tiene
futbol profesional. Uno de sus equipos jugó ayer aquí; otro, está de visita en
la capital del país. Quizá también eso contribuye a que el tránsito sea más
limpio. ¿Cómo será entre semana?, me pregunto, con todo y la escasez de
gasolina. Ojalá que la escasez no ponga al llano en llamas. 4.- Ayer u hoy, desde Manzanillo partirían
cientos y cientos de camiones cisterna con 20 mil litros de gasolinas cada uno.
Peregrinos que saciarán la sed de los motores tapatíos. El combustible llegó al
puerto colimense por mar, importado de Estados Unidos. El caos lo generó el cierre de ductos, la
medida gubernamental para combatir el huachicoleo que, decía el presidente
Andrés López Obrador, sólo ocurría dentro de Pemex y afuera era una cortina de
humo. ¿Para qué cerrarle los tubos a una cortina de humo? Resistan, clamó el Presidente, no se
reabrirán los ductos. No pronto. Y el sábado, quien no resistió fue el gobierno.
Comenzó a reabrirlos, puestos bajo vigilancia militar. Tan sencillo como
haberlo hecho desde un principio. La abrumadora mayoría está contra el
saqueo a Pemex, adentro, y contra el huachicoleo, afuera. Supongo que sólo los
bandidos se oponen. Sin embargo, las medidas de gobierno deben ser
inteligentes, bien planeadas, para evitar no sólo las molestias, sino las
cuantiosas pérdidas económicas a muchas empresas que ya lo resintieron por la
escasez. Necesitamos un gobierno que piense antes
de actuar… y de hablar. MAR
DE FONDO ** Un meme culto que circuló el fin de
semana: Una foto de Juan Rulfo y un texto parafraseando el comienzo de Pedro
Páramo: “Vine a Comala porque me dijeron que acá hay gasolina”.
A veces, el humor aligera la pena.