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SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Distopía


Martes 15 de Enero de 2019 7:35 am


LO primero que te viene a la cabeza es la escena en la que un grupo de maleantes persigue, hacha en mano, una pipa llena de gasolina que intenta refugiarse en un campamento formado por puro fichita, cuya única misión es la de robar combustible. La época, un año en el futuro, cuando los hidrocarburos llegaron a su fin. La cinta, Mad Max, que creíamos lejana a la realidad, y aunque todavía nos quedan reservas para otros 20 años o menos, para la extinción del petróleo, lo cierto es que esta distopía está cada vez más cerca.

Me asomé a la ventana. Los cláxones, las bocinas, los insultos mostraban que ese era el primer día de abstinencia para los 4X4, para los motores ochenteros 440 y 220 e incluso para las Suburban, que tienen tanques de 80 o de 100 litros. Un par de taxistas se mesaba los cabellos mientras salía a empujar su auto, con la esperanza de que la pipa no se acabara. Recién había llegado a la esquina de la gasolinería y la fila sumaba ya un centenar o más de coches de todo tipo. Incluso un Jaguar, o varios VW de diferentes modelos, junto a dos o tres Ford y menos Nissan, quizás porque, junto con otros autos orientales, son muy ahorradores. Ahí se veían lo mismo vehículos de tres cilindros que de seis.

Empezaron los golpes por ahí de las 2 y media de la madrugada. Primero se escucharon insultos, luego portezuelas azotándose. Más gritos. Femeninos, masculinos. Lo que amenazaba con volverse una batalla campal terminó en un diálogo entre el despachador de gasolina y varios de los clientes que llevaban, para ese momento, unas 6 ó 7 horas esperando, sin bajarse del auto. El gasolinero les explicaba que la pipa no tardaría en llegar, y así fue. Como a la media hora, todos empezaron a aplaudir y a cantar vítores y porras al camión cisterna que iba a vuelta de rueda, como si se tratara de un torero. Nomás le faltó lanzar la montera, tomándola de los machos.

Pensábamos que a los 3 ó 4 días todo aquello sería recordado como un mal rato, como una pesadilla cuyos vestigios ya no serían sino humo y palabras, que íbamos a contarnos la historia entre sorbos de café o tragos de cerveza. Pero no. El mal sueño extendió sus tentáculos 3, 4, 10 días más. Mientras, en la radio las entrevistas que relataban y revelaban el verdadero orden del caos, el origen del desfalco, la materia del desabasto. Ductos rotos, hallazgos de tuberías clandestinas. Y sobre todo, la apertura de ese piso en la torre de Pemex que nunca nadie antes había destapado y desde donde se controlan las presiones del torrente de combustible que llega desde el Golfo de México.

Un alto costo, decían los columnistas y los opinadores con grado de doctor, quienes cuestionaban que el presidente Andrés Manuel López Obrador no hubiera capturado por lo menos a un delincuente. No fue sino hasta esta semana cuando se supo que ya se tenían congeladas varias cuentas y con carpetas de investigación varios de los potenciales involucrados en el negocio del siglo, en el que todos huachicoleaban, desde el pariente hasta el amigo que le vendía una empresa en bancarrota a un directivo de Pemex con el que jugaba beisbol en la adolescencia.

Presidentes y diputados, funcionarios, líderes sindicales en el mayor fraude de los últimos años y en una batalla cuyo arranque ha generado expectativas de diferente índole, pero ninguna de ellas descalificando la necesidad de hacer algo como lo hecho por López Obrador para enfrentar al crimen organizado, que se aprovecha de su capacidad de fuego para retar, incluso, al propio Ejército, en una de las confrontaciones de mayor trascendencia para el país en las últimas décadas.

Y luego nos preguntamos por los responsables de la caída de la aeronave en que viajaba la pareja Moreno Valle y también, qué coincidencia, surge la interrogante de por qué Juan Camilo Mouriño también se desploma con todo y avión, pocos días después de que se revelaran sus vínculos con el transporte de combustible para Pemex, en el sureste, con millonarios contratos que dejarían frío hasta al más peinado.

Y también nos preguntamos qué sigue, qué nos espera a la vuelta de los meses, cuando Pemex, por fin, pueda financiar el desarrollo de México y no la fortuna de una bola de ratas.