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Despacho político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Y el tren, ¿para qué?


Miércoles 16 de Enero de 2019 7:32 am


DECIDIDO por el presidente Andrés López Obrador, el Tren Maya atravesará la Selva Lacandona y pueblos mayas originarios en una irrupción que tendrá repercusiones sociales y ambientales graves. Se trata de un proyecto de inspiración neoliberal, esto es, sobrepone la ganancia económica a cualquier otro factor.

Al atravesar la selva, el ferrocarril llevará consigo las consecuencias del turismo. Pueblos originarios de los alrededores no sólo resentirán la afectación de sus territorios –por mucho que se los paguen “a precio justo”– y serán enrolados, si no resisten, en una dinámica de turismo que reclamará hospedaje, comida, diversión, alcohol, drogas y otros servicios típicos de esta actividad, que vemos con claridad en los destinos más populares, como Cancún, destino final del tren, por ejemplo, y sus emblemáticos spring brakers.

Antes de que López Obrador termine su extraña obra que para su gobierno es prioritaria, se cumplirán 2 siglos del primer proyecto mexicano de ferrocarril en esa región. En 1824, recién comenzado su gobierno, el general Guadalupe Victoria, primer presidente del país, otorgó la concesión a un particular para tender la vía del tren del istmo de Tehuantepec, que conectaría al Océano Pacífico con el Atlántico, con fines obviamente de comercio internacional. La construcción del canal de Panamá desalentó al concesionario y abandonó la obra. 

Nación de reciente independencia, México anhelaba tender una red ferroviaria que conectara a las diversas regiones del naciente, extenso país. Sin embargo, apenas en 1873 funcionaría la primera línea –de México a Veracruz– inaugurada por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada. En el porfiriato, se consolidó la red ferroviaria nacional, que daría, por cierto, gran movilidad táctica a los ejércitos revolucionarios en el norte del país.

Una parte del viejo proyecto del tren del istmo se agregó a la obsesión del presidente López Obrador para completar el circuito de más de mil kilómetros. 

En una supuesta acción de amortiguamiento de los daños ambientales que causará el Tren Maya, especialistas en conservación ayudan a –dicen– disminuir el impacto. En cambio, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional anunció que se opone y se opondrá al ferrocarril. Tal posición ha disgustado al gobierno y, sobre todo, “al coro de los grillos que cantan a la luna” (Machado) y la emprenden contra los zapatistas con una variedad de calumnias tan grande como su intolerancia y su miedo. Muchos de ellos fueron, en su momento, alabadores acríticos de los pueblos originarios insurgentes, pero ahora los acusan de ser manipulados por el ex presidente Carlos Salinas. Asumen los difamadores del zapatismo la misma posición de los salinistas cuando en 1994 los acusaban de ser pobres títeres de un caudillo blanco, esto es, marionetas del subcomandante Marcos. Racismo puro que considera a los indígenas sin capacidad de decidir por su cuenta.

Una de las acciones más loables de los pueblos originarios insurgentes consiste en la prohibición, por convicción y educación, del consumo de alcohol en sus comunidades, porque los embriagantes fueron utilizados, durante siglos, por los opresores para controlarlos mediante el embrutecimiento.

Ahora, la amenaza es que el alcohol, inseparable del turismo tradicional, arribe otra vez a la región, que de por sí, fuera de las comunidades indígenas insurgentes, está inundada de embriagantes y los niños los consumen desde los 10 años de edad. De dueños de su territorio, se convertirán en espectadores de las empresas transnacionales que arribarán con sus negocios, su cultura, sus prácticas colectivas e individuales, alterarán el ambiente como lo han deteriorado en Cancún y sus alrededores. Eso llevará el Tren Maya a la Lacandona, sólo porque la obra es una obsesión del poderoso López Obrador. Y de ese macho, nadie lo bajará.

El Tren Maya se construirá, cueste lo que cueste, pase sobre quien pase. Los únicos que resistirán serán los pueblos originarios mayas. Supongo que aguantarán cuanto puedan y se opondrán hasta donde las fuerzas les alcancen. Eso sí, nunca negociarán con el gobierno para ceder. Literalmente, puede que se los lleve el tren, pero no su dignidad ni borrará un hecho: los indígenas insurgentes saben de qué hablan.


MAR DE FONDO


** “Al volver de uno de mis recorridos, supe que ya estaba casada con el dueño de Las Ánimas. Pensé que la había arrastrado la codicia y tal vez lo grande del hombre. Justificaciones nunca me faltaron. Lo que me dolió aquí en el estómago, que es donde más duelen los pesares, fue que se hubiera olvidado ese atajo de pobres diablos que íbamos a verla y nos guarecíamos en el calor de sus miradas. Sobre todo de mí, Tranquilino Herrera, servidor de ustedes, y con quien ella se comprometió de abrazo y beso y toda la cosa. Aunque viéndolo bien, en condiciones de hambre cualquier animal se sale del corral; y ella no estaba muy bien alimentada que digamos; en parte porque a veces éramos tantos que no alcanzaba la ración, en parte porque siempre estaba dispuesta a quitarse el bocado de la boca para que nosotros comiéramos. Después engordó. Tuvo un hijo. Luego murió. La mató un caballo desbocado”. (Juan Rulfo, mexicano, 1917-1986. Fragmento del cuento La herencia de Matilde Arcángel.)