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Justicia ciega



MANUEL AHUMADA DE LA MADRID

Apretarse el cinturón


Jueves 17 de Enero de 2019 8:07 am


EN el sistema actual de tributación y de distribución de la recaudación fiscal, una parte de los recursos financieros obtenidos por el pago de impuestos federales se turna a los estados a través de programas, que generalmente etiquetan el recurso, esto es, definen claramente para qué se va a aplicar y cómo se va a hacer.

La forma en que se diseñó el federalismo en los 2 siglos anteriores, a partir de nuestra independencia como Nación y su reconstitución tras la Revolución, que iniciara oficialmente en 1910, dejó intocado un esquema ecléctico, en el que los estados cuentan con soberanía plena y se encuentran vinculados mediante el pacto federal, establecido en nuestra Constitución, pero se mantuvo durante décadas un centralismo que no coincidía del todo con ese federalismo soñado por nuestros legisladores constituyentes.

Dicho centralismo se reflejaba y se refleja actualmente en la asignación de los recursos financieros a los estados y municipios, en los que también el llamado Municipio Libre queda en un segundo o tercer plano en la distribución del ingreso, proveniente de la recaudación fiscal.

Cada año, los gobernadores tenían que hacer antesala en la Presidencia de la República para buscar obtener una mayor asignación de recursos, que en muchos casos se avizoraba cierta tendencia de favorecer a algunos estados, por haber sido el que vio nacer al Presidente de México, porque hubiere sido Gobernador de ese estado e inclusive por los nexos del poderosísimo secretario de Hacienda.

Sin embargo, esa tendencia no era ninguna novedad y era aceptada casi por todos, gustara o no, aun cuando la oposición al partido gobernante enarbolara siempre la bandera de darle mayor autonomía y fortaleza a los estados, y que se aplicara realmente el federalismo, como ocurre en Estados Unidos, aun cuando dicho país se formó inicialmente a partir de una confederación de estados, con una independencia que nunca tuvieron las entidades federativas de México. El problema es que desde “el centro” se determinan las políticas económicas y de gasto público federal, a menudo sin tomar mucho en cuenta a los gobernadores o a las necesidades particulares que tiene cada entidad.

Durante décadas, también los recursos provenientes del petróleo superaron aquellos obtenidos de la recaudación fiscal, y si sobrevenían crisis que disminuyeran esos ingresos, los estados eran los primeros afectados. La negativa a gravar el consumo y no tanto el ingreso, bajo un esquema más sencillo de cuantificar y recaudar, nos ha hecho depender de esos ingresos expuestos al vaivén internacional.

En cuanto al gasto público, la disminución de las participaciones federales y un inadecuado manejo de los recursos financieros de administraciones anteriores, obligaron a adoptar medidas de austeridad en el uso de servicios y recursos de las dependencias estatales, con reglas de austeridad que hoy son ley a nivel estatal y federal, pero lo cierto es que se ve una constante disminución de esas partidas que obligarán siempre a una mayor racionalidad en el gasto del gobierno y a un manejo de esos recursos de manera más responsable. Por esa misma razón, los lujos y dispendios hoy en día son cada vez más objeto de vigilancia por la ciudadanía.

Por lo que corresponde al presupuesto federal, que incluye aquellos recursos destinados a los estados y programas de los que estados y municipios pueden echar mano, se advierten algunas carencias notables, como la ausencia de recursos para el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem), destinado a financiar proyectos de micros, pequeñas y medianas empresas; la reducción en los programas de apoyo para el campo o inclusive para el desarrollo turístico, como el programa de Pueblos Mágicos y otros programas de carácter asistencial social para beneficio de las clases más desfavorecidas, o la falta de reglas para los programas de desayunos escolares, por citar tan sólo algunos de los múltiples ejemplos de los recortes en recursos federales que trajo consigo este 2019.

No queda más que hacer más con menos, apretarse el cinturón, y como generalmente ocurre, si el gobierno se lo aprieta, la economía también se contrae y las inversiones se quedan en caja fuerte o debajo del colchón.