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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

Polarización


Martes 19 de Febrero de 2019 7:34 am


SI durante la Guerra Fría la polarización del mundo se definía por la afinidad a Washington o a Moscú, una nueva división se gesta entre nacionalismos y globalización, independientemente de los polos geográficos o geopolíticos.

Muchos gobiernos están en campaña electoral permanente, como el de Donald Trump, que se sustenta en crear enemigos imaginarios que sirven de pretexto para el belicismo. Washington ha inventado la invasión de mexicanos delincuentes –para él, todos lo somos– y el gobierno (o lo que de él queda) de Nicolás Maduro, que le justificaría a los ojos de los electores una invasión y una guerra que cerraría filas de las derechas estadounidenses e incluso alentaría las alas protofascistas. Hacia adentro, el Partido Demócrata es el “enemigo” del país, según la versión de la Casa Blanca. A 21 meses de los comicios, argumentar el riesgo a la seguridad nacional le permitiría a Trump una campaña vociferante, de miedo, para reelegirse. La guerra contra Venezuela sería un argumento nacionalista que le daría muchos votos. Maduro, gobernante torpe, se esmera en dar argumentos al intento de invasión.

Vladimir Putin, un radical de derecha que se deleita en ejercer el autoritarismo, se puede convertir en otro polo de atracción en supuesta defensa de la integridad territorial de su país, que enfrenta a independentistas de las anexiones derivadas de la expansión autoritaria de la URSS stalinista.

En medio, Europa se debate entre el fantasma de la migración asiática y africana y la conservación de la Comunidad que se resquebrajó con la salida de Inglaterra, que desea volver y encuentra la puerta cerrada.

En España, la migración africana y árabe ha generado inestabilidad a los gobiernos, especialmente desde hace cuatro años. A ello se suma el independentismo de Cataluña y la persistencia del nacionalismo vasco, que reviviría el separatismo si Cataluña se vuelve país independiente. [A los españoles antimigrantes se les olvida que ellos migraron por millones a lo largo del siglo 20 a Alemania, Francia y América en busca de trabajo.]

Derrumbada la falsa expectativa creada por Macron en Francia, el movimiento de los Chalecos Amarillos ha expuesto la ineficiencia de gobiernos que se asumen terceras y cuartas vías o los renovadores que van a la superficie de los problemas, no al fondo, o que diagnostican equivocadamente la génesis de las dificultades contemporáneas.

Turquía, el puente entre Asia y Europa, se ha confrontado con Europa desde 2017, cuando se encaró con el gobierno de Holanda, por la migración y por el activismo político de los turcos migrantes. Mal visto en Occidente, el gobierno turco autoritario ha cerrado 141 medios de comunicación, perseguido periodistas, encarcelado a disidentes políticos y ha cancelado libertades ciudadanas.

Alemania ha perdido influencia y fuerza en Europa y enfrenta sus propios problemas con la migración árabe y africana. Europa carece de condiciones para ser polo geopolítico mundial, pero todavía pesa su opinión en el mundo.

En América Latina, la diversidad se mueve de los gobiernos de derecha a la izquierda y viceversa, sin encontrar un punto de estabilidad política que permita planeación en el mediano y largo plazos.

Ni partidos ni gobernantes se han planteado el problema de fondo. Inexorables en una economía capitalista, las crisis económicas aparecen cada cierto tiempo. La concentración del dinero en manos de los grandes capitales financieros internacionales produce desempleo, baja de salarios, quiebra de empresas y pobreza que a su vez induce a la migración, sea interna o al exterior… o a la rebelión. Sin modificar de raíz las relaciones económicas, gobiernos de derecha, de izquierda, de pretendido “centro”, existen a expensas de la siguiente crisis que podría derrumbarlos. España es claro ejemplo de que cuando las cosas del dinero van mal, todo lo demás se estremece, se tambalea y eventualmente se derrumba. Estados Unidos aún está en el fango del fraude de Lehman Brothers, de 2008.

Con partidos sin claridad, briagos de elecciones, dejan de ser oferta creíble. Entonces aparecen los demagogos y triunfan. El resultado puede ser otro Maduro u otro Trump. La ausencia de un partido creíble, fertiliza a las bandas neonazis, alienta los golpes de Estado o, al menos, gobiernos autoritarios.

Y si las condiciones se exacerban, podríamos enfilarnos a una conflagración mundial, a una tercera guerra mundial con más naciones combatientes que en las dos previas juntas. El capital financiero necesita desahogar su acumulación en la industria bélica.

La confusión hace presa de gobiernos y amplios segmentos de ciudadanos, que terminan adhiriéndose a uno u otro bloque. Se polarizan, se confrontan y se enfilan a ser carne de cañón en batallas ajenas que volvería a ganar el gran capital financiero.


MAR DE FONDO


** “La política debe procurar la solución de los problemas y de los conflictos sociales, no crearlos. Y algo no está funcionando cuando los datos muestran que, como explica Juan Rodríguez en Agenda Pública, estamos en el mayor nivel de polarización ideológica de los partidos políticos desde la transición. Llevar la polarización a las calles no debería ser la función de los representantes públicos.

“Los planteamientos dicotómicos, binarios, sin grises, sin duda, polarizan. La apropiación de la idea de España, de su Constitución y de sus símbolos de los partidos de la derecha española es exactamente lo mismo que han hecho los partidos políticos independentistas en Cataluña. Polarizadores, unos y otros, parecen empeñados en una visión pétrea y nada plural de las sociedades de las que forman parte. Cosa que también representa, por cierto, ‘NoVoyConElFascismo’”. (Argelia Queralt Jiménez. El País, 11/febrero/2019).