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Sentido común



PATRICIA SÁNCHEZ ESPINOSA

Posturas peligrosas


Lunes 11 de Marzo de 2019 7:39 am


Felicito a la Dr. Ciria Salazar C. por su nombramiento

como directora del Instituto Colimense del Deporte,

la primera mujer en llegar a dirigirlo, 

y con el mejor perfil para el cargo.

¡Enhorabuena!


EL Día Internacional de la Mujer (DIM), que se celebra el 8 de marzo, comúnmente es una fecha en la cual se hace un alto en el camino para hacer un análisis sobre los avances y los retrocesos experimentados durante el año que cumple su ciclo, sin embargo, en esta ocasión me parece que debemos de ir más allá, sonando la alarma sobre lo que puede ser un retroceso grave en la lucha por los derechos de las mujeres, no sólo de los que faltan para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, sino de los ya conquistados.

En la víspera del DIM, el presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció un desayuno en Palacio Nacional a 500 mujeres, entre legisladoras y representantes de organizaciones de la sociedad civil (OSC), activistas, académicas, periodistas, etcétera. Durante su discurso, el Presidente habló en contra de las organizaciones, afirmando que no requeríamos de ellas para conquistar nuestros derechos. Por el contrario, acusó a los movimientos feministas y de Derechos Humanos de haber contribuido a mantener el régimen autoritario “porque veían el árbol, pero no el bosque… cada quien se ocupaba de su movimiento”, culpando así, de una forma no muy velada, de ser cómplices del gobierno totalitario. “Para mantener al régimen opresor, se empezaron a hablar de las nuevas políticas públicas… Y se polarizó mucho, se fraccionó, se convirtió la política en un asunto gremial. Y era el movimiento feminista y es el movimiento de equidad de género y el movimiento para la defensa de los Derechos Humanos y el movimiento obrero y el movimiento campesino y así todos los movimientos. Y eso permitía que se mantuviese el régimen autoritario, porque cada quien se ocupaba de su movimiento”.

López Obrador, que todo el tiempo habló en general de hombres y mujeres, podría parecer que no entiende que las mujeres, como otros grupos vulnerabilizados, enfrentamos retos distintos y que hemos tenido que asociarnos para poder tener fuerza en los números, para así obtener derechos que los hombres tenían por el simple hecho de nacer. Pareciera que no conoce la historia del país, en donde están registradas las múltiples organizaciones que se movilizaron para obtener el reconocimiento al derecho al voto y a ser votadas, el cual primero se concedió a nivel municipal, y después a nivel nacional.

Ninguno de estos derechos surgió de manera espontánea, incluso personajes admirables, como el presidente Lázaro Cárdenas del Río, el cual aparece en el logo del gobierno de México (carente de personajes femeninos), no cumplió con su promesa de reconocer el voto a las mujeres, a las agrupaciones feministas, y tuvo que ser hasta la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines, el 17 de octubre de 1953, que se publicó la reforma al artículo 34 constitucional, reconociendo así el derecho de las mujeres de votar y ser votadas.

Este reconocimiento se debió a la presión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a los países miembros a reconocer los derechos políticos de las mujeres, después de una ardua lucha a nivel internacional, que fue promovida por numerosos grupos y asociaciones feministas. México fue el último país en Latinoamérica que reconoció este derecho.

Personalmente, no creo que el presidente López Obrador desconozca la historia, tampoco creo que subestime la fuerza de los movimientos de las agrupaciones civiles, ya que su partido proviene justamente de uno. Lo que me parece que hace el Mandatario lo podría definir de dos maneras:

La primera de ellas sería que al ser movimientos de grupos a los que no pertenece, gozando él de los privilegios que le fueron concedidos al nacer, por ser hombre y por no padecer ninguna discapacidad visible (no sé si tenga alguna discapacidad visual o auditiva, aunque no lo parece), no se identifica con los grupos feministas, ni con los grupos que apoyan los derechos de las personas con discapacidad. Probablemente por esto es que confirmó que desaparecerá al Consejo Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad (Conadis), y con ello la política pública transversal en la materia.

La segunda, que me resisto a aceptar, pero que no puedo dejar de considerar, es que se trata de un plan perverso por desarticular a las OSC y con ello desaparecer cualquier movimiento que pudiera, en algún momento, ir en contra de sus políticas. Que, por ejemplo, no hubiera un grupo organizado que se opusiera a que sometiera la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) a consulta popular, aún en contra de lo establecido en la Constitución, que prohíbe terminantemente que los Derechos Humanos se sometan a consulta. Ninguna asociación civil que levantara la voz ante la desaparición de mecanismos para atender diferentes necesidades de las mujeres, como las Estancias Infantiles. Ninguna que le dijera que el dar el dinero de los refugios para mujeres víctimas de violencia de género es una medida clientelista, destinada a aumentar su número de electores y, además de no resolver el problema, pone en peligro de muerte a más de 25 mil mujeres en todo el país.

Unir a todas las causas no significa pulverizarlas, sino reconocerlas y apoyar a cada una de ella y sus necesidades. Si hay grupos corruptos dentro de estas causas, que reciben dinero público, la labor del gobierno es la de investigar, auditar y sancionar, no la de terminar con los programas para poder financiar otros que le dejen una mejor recompensa electoral. Los OSC son fundamentales para la democracia, sobre todo de un país que todavía cree que existe una sola forma de vivir, la cual privilegia sólo a uno de los géneros y no a ambos. Sobre todo las asociaciones feministas que luchan por los derechos de las mujeres, en un país en donde todos los días se cometen nueve feminicidios.

Desarticular a las OSC y volver a una especie de partido corporativo, o de partido único, como sucedió en el México del pasado, y en la Unión Soviética, son prácticas que han sido probadas y cuyos resultados han sido desastrosos para la ciudadanía. Si López Obrador está rodeado de personas tan inteligentes, deben de hablar con él para convencerlo de dejar de considerar a la sociedad civil como su enemiga y en su lugar crear un diálogo del cual podrían salir políticas que favorecieran a la ciudadanía en lo general y a los grupos vulnerabilizados, como las mujeres, en lo particular. De lo contrario, estaríamos en el portal de una época oscura para la seguridad y el desarrollo integral de las mujeres.