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SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Cien


Martes 12 de Marzo de 2019 7:26 am


PARA quienes consideraban que los 100 días de gobierno de Andrés Manuel López Obrador serían el catafalco del proyecto de izquierda republicana que encabeza, basta darse una asomada a las encuestas para constatar que en lugar de declinar la popularidad del Mandatario, ha ido incrementándose.

Una de ellas, De las Heras, considera que el 60 por ciento de los mexicanos está de acuerdo incluso en aquellos rubros en los que se ha desatado una polémica no menor, como sería el caso de la cancelación de las obras del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, el Tren Maya o más recientemente la termoeléctrica de Huexca, en el estado de Morelos.

Se considera esta cifra como un indicador de cuál es el estado de la conciencia de una buena parte de los mexicanos en estos momentos. Cien días, en efecto, son pocos si se toma en cuenta la cantidad de modificaciones, cambios, reestructuraciones y remiendos que ha estado generando López Obrador en estos 3 meses y 10 días.

La lección, una de ellas al menos, tiene que ver, por un lado, con nuestra capacidad de indignación, y por el otro, con la necesidad ya no tanto de alternar un gobierno. No, lo que se propone López Obrador es una reforma de fondo, una transformación, luego de la cual sinceramente nadie sabe qué habrá de quedar, si es que algo queda. Y en esas dos paradojas, lo que el elector de hace un año está viendo ahora, es la confirmación de las propuestas de campaña del ex candidato presidencial de Morena, quien nunca se movió, pese a las críticas, de su objetivo tanto en el discurso como en su tesis: combatir la corrupción.

Dentro de este primer paso, que habría que aplaudir, está el inconveniente de saber hasta cuándo veremos a alguien tras las rejas, pues una cosa es denunciarlos, descubrir sus abusos, y otra muy distinta es ser capaz de procesarlos conforme a derecho y dentro de los márgenes de la ley.

Morena, bajo esta lógica, ha dado a cuenta gotas a través de su actual Presidente de la República, una serie de golpes que debieron ser definitivos, contundentes. En cambio, hemos tenido flamazos, espectáculos mediáticos, como el combate al huachicol o la revelación de los negocios turbios entre la CFE y algunos empresarios poderosos, sin que ello signifique ganancia para el pueblo.

Estos 100 días han servido para evidenciar a un jefe del Ejecutivo que se enfrentó ahora sí, de manera directa, con un sistema prácticamente diseñado para el saqueo, desde la creación de direcciones e instancias comprometidas con el moche, hasta la alteración de cifras oficiales con el propósito de cobrar más por beneficiar a menos. Cantidades que, Rosario Robles lo debe saber muy bien, servían para justificar presupuestos monumentales sobre la base de beneficiarios fantasma.

Si esto que ha hecho López Obrador no es crecer, si esto no es avanzar, si esto no es cumplirles a sus votantes, ¿entonces qué es? Porque la simulación está quedando atrás, como atrás está quedando ese México al que todos echamos al bote de basura en las elecciones pasadas. Son 100 días y el nivel de aceptación del Presidente de la República es incluso más alto que en sus semanas, muchas, de campaña.


TURISMO


Quiero referirme aquí al escándalo de hace unos días que orilló a Efraín Angulo a renunciar a la Secretaría de Turismo. Punto número uno: sí hubo una fiesta que duró de las 5 de la tarde a las 10 de la noche el día de los hechos. Punto número dos: si la Fiscalía local a cargo de Gabriel Verduzco dijo que han identificado a dos de los agresores, entonces la apertura de carpetas adicionales de investigación por delitos contra la salud y corrupción de menores evidencia que cualesquiera de las conductas desempeñadas por Angulo es reprobable. Pero la peor, al margen de que haya sido asaltado, golpeado y privado momentáneamente de su libertad, es que están involucrados drogas y menores de edad. Y eso, en el fondo y en la superficie, es la peor de las faltas no sólo para una persona de la sociedad civil, sino en especial para un funcionario que debiera conducirse de manera ejemplar y no como aconteció en los imperdonables sucesos en cuestión.