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Tiempo fuera



HÉCTOR SÁNCHEZ DE LA MADRID

El chisme y la homofobia


Miércoles 13 de Marzo de 2019 7:40 am


HACE muchos años, 10 ó 15, uno de los amigos con los que rompí relaciones, por las diferencias intrínsecas que tenía con ellos, en una reunión habitual de compañeros hizo un comentario agresivo y peyorativo sobre la vida privada de X persona –no importa el nombre ni el señalamiento–, que me pareció ofensivo y desproporcionado, por lo que le manifesté mi desagrado y repudio a dicha expresión, a la que califiqué de vil y vulgar chisme, respondiéndome que sí, que en efecto lo era, y si lo decía es porque para él todos somos chismosos, replicándole de inmediato que no soy chismoso, sino periodista y como tal manejaba información seria y probada, suscitándose una pequeña discusión en la que dejé en claro la diferencia entre una noticia y un chisme.

Estoy orgulloso de mi forma de ser, de preservar los principios que me inculcaron mis señores padres, Don Manuel Sánchez Silva y Doña Amalia de la Madrid Béjar, que he seguido desde que era infante y continuaré poniendo en práctica en lo que me resta de vida. Uno de ellos es el respeto a lo que hagan o digan las personas, esté o no de acuerdo con ellas. Para mí, cada quien tiene la libertad y el albedrío de vivir como le venga en gana, siempre y cuando no afecte la integridad y el espacio de los demás.

La frase célebre del Benemérito de las Américas, Don Benito Juárez García, escrita en moldes de oro: “Entre los individuos como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, ejemplifica lo que refiero en el aspecto personal, pero también se relaciona con uno de los preceptos establecidos por mi papá el 8 de noviembre de 1953, día en que se publicó el primer número de Diario de Colima, que es el respetar la vida privada de las personas, civiles o autoridades, la cual es sagrada para nosotros.

Signo de los tiempos actuales, las redes sociales vinieron a darle difusión y fuerza a quienes carecen de ética y de respeto a nuestros congéneres, por la facilidad que cualquiera tiene para pergeñar lo que se le ocurra y hacer pública cualquier versión, por más delicada y particular que sea, sin verificarla primero. Por algo, el semiólogo Umberto Eco, en su último artículo del libro De la estupidez a la locura, que entregó a su Casa Editora para su publicación poco antes de morir, explicó que “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”, reflexión que muchos analistas compartieron convencidos de lo inconmensurable que es la estupidez humana en internet. Coincido plenamente con esa tesis.

Y si hay ahora, gracias a las redes sociales, la recurrencia de esas “legiones de idiotas” que desconocen el daño moral que le pueden infligir a la persona a la que se les antoja, por el trauma o complejo sicológicos que sufren ellos mismos, o quizás por el simple deseo de perjudicar y de burlarse de alguien, podemos agregarle las fobias enfermizas que tienen y les afloran cuando se les presenta la ocasión propicia. Ninguna información o análisis basados en alguna aversión está exenta de una percepción distorsionada y tendenciosa.

Inclusive, muchos y muchas de quienes tienen una visión e impresión obsesivas de odio y antipatía hacia un estereotipo determinado, se deben a que en el fondo o a flor de piel temen reconocer que guardan los mismos gustos y preferencias que critican y satanizan, en lo que los expertos llaman “opresión internalizada”. Una opinión centrada y justa debe estar alejada de los prejuicios.

Vivimos desde tiempos inmemoriales en una sociedad colmada de fobias, sin embargo, también hay librepensadores que carecemos de convencionalismos, por la injusticia que significa estigmatizar a un ser humano por algo que es inofensivo y de nacimiento, además de que es la misma comunidad la que crea y fomenta los odios insanos en sus distintas y diversas manifestaciones, como el racismo, la misoginia y la homofobia, entre otros muchos.

En un asunto de interés público debe prevalecer la misma objetividad de parte de quienes analizan y critican, sin embargo, quienes emiten sus opiniones se deben sujetar al marco de la ley, pues podrían incurrir en una falsedad o en una difamación que pudiera ser sancionada legalmente. De ninguna forma advierto que no se toque en los medios tradicionales o las propias redes sociales los temas que despiertan la atención general, solamente señalo que los comentarios se apeguen al imperio de la ley y el respeto a los Derechos Humanos.

El asalto sucedido en la casa del entonces secretario de Turismo, Efraín Angulo Rodríguez, cuando se desarrollaba una reunión de adultos en la que participaron dos menores de edad, siendo estrangulado uno de ellos de 16 años, se encontraba también un sexoservidor profesional de origen extranjero, que le da una connotación de lujuria al encuentro, así como ocho personas más de sexo masculino, por lo menos, entre ellos el anfitrión Efraín Angulo. Uno de los invitados salió del domicilio señalado y regresó con otros sujetos que supuestamente asesinaron al joven, además de vejar, golpear y robar a los presentes, según declaró el hoy ex secretario. Extraoficialmente se sabe que uno de los malhechores fue detenido por la Fiscalía General del Estado poco después del zipizape.

Sin embargo, para evitar la distorsión de los hechos y los malentendidos, la autoridad correspondiente, en este caso la Fiscalía General del Estado, debería de proporcionar a la sociedad, a través de la prensa escrita o electrónica, incluidas las redes sociales, la información de los sucesos ocurridos, suficiente para conocer la coyuntura, sin poner en peligro ni entorpecer las pesquisas que marca y obliga la ley procesal. Ocultar o tergiversar los datos incrementa la desinformación y la confusión, propiciando la desconfianza y la incredulidad de los funcionarios encargados de administrar la justicia.

El fiscal general Gabriel Verduzco Rodríguez tiene la obligación legal y la oportunidad histórica de integrar, sin suspicacias ni favoritismos, la averiguación de un escándalo en el que se vio envuelto un alto funcionario del Gobierno del Estado y perdió la vida por asfixia mecánica un menor de edad. Estaremos al pendiente de que así sea.