Cargando



De ayer y de ahora



JAIME ROGELIO PORTILLO CEBALLOS

Cartas a Lucilio


Domingo 17 de Marzo de 2019 8:01 am


SEGUIREMOS comentando el libro de Séneca titulado Cartas a Lucilio. Esta magnífica obra, conocida también como Epístolas Morales, combina perfectamente el corazón con la inteligencia. Es un inagotable manantial de pensamientos bellísimos, tomando como bases fundamentales los preceptos de llevar una vida honesta y de acuerdo con la naturaleza, el cultivo de las virtudes y el desprecio del bienestar material. Estas cartas están llenas de admirables consejos, profundos pensamientos y frases de impresionante belleza, por lo que podemos considerar a esta obra como un monumento de la filosofía y de la literatura clásica.

Sobre la amistad, dice en una de sus cartas: “Aquí tenéis, dice Hecatón, un encanto sin hierba mágica, sin maleficio de bruja: amad y seréis amado. Son vivos los goces de una antigua y sólida amistad, pero no es menos grato crearla, formarla, cultivarla. Sembrar y cosechar son dos placeres para el labrador. Una virtud tan hermosa como la amistad merece cultivarse. Hacer una amistad por la propia conveniencia, es un mal cálculo, porque esa amistad se irá como ha venido. Si tomáis un amigo para que os socorra en la prisión, veréis que huye al primer rumor de las cadenas. Esas son amistades circunstanciales. El que fue admitido por utilidad, gustará tanto tiempo cuanto fuere útil. De ahí la brillante multitud de amigos que rodea a los opulentos y a los poderosos, como también la soledad en que vemos a los caídos y a los arruinados: desaparecen los amigos interesados en la hora de la prueba. El amor tiene bastante analogía con la amistad. ¿Cómo busca (el sabio) la amistad? La busca y la apetece como una cosa bella, sin esperanza de beneficio ni temor de ruina. La amistad es uno de los sentimientos innatos en el hombre, este es sociable y huye de la soledad”.

En otra carta, respecto a las preocupaciones y desgracias dice: “Muchas más son, Lucilio, las cosas que nos aterran que las que realmente nos aprietan, frecuentemente sufrimos más las opiniones que la realidad. No seas desgraciado antes de tiempo. Algunas cosas, en efecto, nos atormentan mucho más de lo que deben, otras antes de que deban, todavía otras nos atormentan bien que de ninguna manera deban hacerlo. ¿De qué manera –preguntas– puedo darme cuenta, si son fútiles o reales los motivos por los que me angustio? Recibe la regla de estas cosas: o bien nos atormentamos con el presente o con el futuro o con ambos. No logro explicarme de qué manera, mucho más perturba lo vano; la verdad, en efecto, tiene su cierta moderación: lo que proviene de lo incierto acarrea consigo las conjeturas y fantasías de un ánimo despavorido. Nada por ello tan pernicioso, tan irrevocable como los temores pánicos. Un mal futuro puede ser verosímil: no quiere decir que sea certero. ¡Cuánto no esperado llegó! ¡Cuánto muy esperado no compareció nunca! Muchas veces sucede que un peligro cercano e incluso inminente detiene su curso, desaparece o pasa a otra cabeza… Hasta la mala fortuna tiene sus caprichos: puede que llegue, puede que no llegue; en el ínterin no es; imagínate algo mejor…”.

Me despido con estos pensamientos:

“El que depende de la riqueza, teme por ella. A nadie, sin embargo, aprovecha una fortuna que inquieta. Aumentarla en algo, fatiga: mientras cavilamos sobre cómo incrementarla, nos olvidamos de aprovecharla. Nos sumergimos en las cuentas, erosionamos el foro, con los vencimientos nos atormentamos, de señores nos convertimos en encargados”. “Aquél que más goza de la riqueza, es aquél que menos de la riqueza depende”. “El sabio nunca provoca la ira de los poderosos, más bien los esquiva de manera no muy diferente como el navegante a las tormentas”. “Nada poseamos que los intrigantes puedan, para su gran provecho, arrancarnos”. “Tres cosas, según viejos preceptos, debemos evitar: el odio, la envidia, el desprecio”.