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Innovemos algo ¡ya!



MARÍA EUGENIA GONZÁLEZ PEREYRA

Ahí va un navío cargado de…


Domingo 17 de Marzo de 2019 7:56 am


CUANDO era niña, solíamos jugar para entretenernos, a “las escondidas” y “la traes”. Recuerdo un juego donde hacíamos una rueda parados –o todos sentados en un gran mesa, ya sin platos ni vasos– para lanzar un calcetín relleno de calcetines o una bolsita bien cerrada con semillas, a la par que decíamos -Ahí va un navío cargado de…

Y mientras lo lanzabas sorpresivamente hacia alguien, le dabas intención a lo que la persona que cachaba habría de responder. Podías decir: -cargado de libros. Y quien cachaba el calcetín, tenía que decir el nombre de un libro; para después, esta persona hacer lo mismo, pero con distinta encomienda, como podrían ser herramientas, colores, coches, flores, etcétera. Es un juego divertido que, de niña, de joven, y ahora adulta, he jugado y me ha divertido; aquí lo interesante es que, sutilmente, desde niña fui aprendiendo que las cargas sean en específico de lo que todos traemos dentro y que nos hemos permitido contener.

Al descargar un barco, sólo puede salir lo que contiene dentro, al exprimir un trapeador no salen perlas, al apretar un tubo con tapa para limpieza bucal, por la presión que se le hace al tubo, lo que obtenemos es pasta de dientes. Entonces, ante la pregunta de que si yo exprimiera una naranja con fuerza, ¿qué podría salir?, la única respuesta correcta es jugo de naranja.

Ahora bien, supongamos que tú eres esa naranja y alguien te aprieta, pone presión sobre ti y te dice algo que a ti no te gusta; te ofendes, y de ti sale ira, odio, amargura, miedo. ¿Por qué será que sale eso de ti? Porque eso es lo que hay dentro de tu ser. ¡Piénsalo!, parece tonto, pero esta es una buena lección para la vida, y un buen tema de conversación y reflexión.

Cuando alguien te produce dolor o te ofende, y la ira, dolor y miedo salen de ti, es porque eso es lo que traes dentro. No importa quién te esté apretando, presionando o lastimando. Puede ser tu mamá, tu papá, alguno de tus hermanos, hijos, amigos, pareja, jefe, o quizás hasta un desconocido; no culpemos más a los otros de nuestro cargamento. Como adultos, somos responsables de poner orden a las heridas de la infancia, de acomodar nuestras emociones y de abrir la mente a la vida, seleccionando las creencias y los paradigmas aprendidos que vamos o no a conservar. Hacerlo distinto, está bien y puede ser lo correcto, sin que por ello dejes de ser un integrante de tu sistema familiar. Siempre, vivos o muertos, lo hagamos conforme a la tradición o no, pertenecemos al clan, y tenemos nuestro buen lugar.

A veces, creemos ser las víctimas de los malos que nos pegan, gritan, ofenden, lastiman, abusan, y otras tantas crueldades más, y por eso mismo reaccionamos culpando al otro de nuestra reacción –es que él me hizo enfurecer, me saco el tapón–.

Nada puede ser más falso que poner la responsabilidad de nuestras acciones en el otro; en todo tiempo somos libres de elegir hacer o no hacer. Se dice que de la abundancia que hay en el corazón habla la boca, o sea, que si eres un limón y te exprimen, sólo saldrá jugo de limón. Entonces, lo importante es revisar lo que hemos decidido dejar estar dentro de nuestro corazón, conocernos bien, elegir, para poder ser serenos y no impulsivos ante la adversidad, ante las afrentas y ante las tormentas; sobre todo pudiendo ser alegres, incluso en el caos.

A veces, parece que hemos reaccionado bien y puede que sí, o puede ser que lo que estamos haciendo es contenernos para dar la fachada de un “buen deber ser”, y en lo interno vamos guardando tristezas, decepciones, duelos y fastidios sin resolver. Convirtiéndonos a nosotros mismos en una bomba de tiempo, de enfermedades, ansiedades, apatías y malos tratos. Porque no es lo mismo aparentar que realmente ser, y eso tú lo sabes bien.

Seamos tierra fértil para la buena semilla, separando lo que sí y lo que no plantamos y cosechamos en nuestro corazón, por favor, innovemos algo ¡ya!


*Terapeuta


innovemosalgoya@gmail.com