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Letras y números



JOSÉ ÁNGEL BRAMBILA LEAL

Nuestros valores


Lunes 18 de Marzo de 2019 7:45 am


ALLÁ en mi pueblito de Tonaya, donde lo más notable es la hermosura de su gente –diría mi tío Pablito Terríquez Gómez–, quienes son educados, sinceros, buenos amigos, solidarios y serviciales a más no poder, y donde los atardeceres parecen sacados de un cuadro de José María Velasco, las catequistas de mi época, de las que recuerdo a las señoritas Agripina, Lina Luquín, Paulita Ramírez y la mujer leyenda, la señorita Pepa, lo primero que le inculcaban a los niños era a ser honrados, trabajadores y respetuosos con sus semejantes.

Si bien es cierto que (aquí, aunque me duela, tendría qué hablar en tiempo pasado) era en el hogar donde los padres, abuelos y demás familiares sembraban las primeras semillas de esa educación, luego en la Iglesia, que era una institución preocupada por jugar un papel preponderante en la formación de valores morales entre los individuos, y después en la escuela, donde los maestros fortalecían esos valores con que llegaban los infantes, era en las calles, en el contacto con los vecinos, con las personas mayores y, sobre todo, con los amigos con los que se convivía, donde se moldeaba el ser humano que se desenvolvería en los entramados de la sociedad. ¡Y funcionaba!

Al transcurrir los primeros 100 días del presidente López Obrador, estoy seguro que la gran mayoría nos hemos quedado con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de las órbitas ante el escándalo de deshonestidad y la red de complicidades tejida entre funcionarios, sindicatos y trabajadores de las instituciones, para dejar vacías las arcas de la Nación. Para nadie era un secreto que desde hace décadas vivíamos en un México deteriorado por la corrupción galopante, desenfrenada y envilecida que los Mandatarios mexicanos fueron permitiendo, y es por eso, nos guste o no, que Andrés Manuel hace que la pus brote a borbotones en cada caso que toca.

Desde luego que nada se compara al monumental desfalco que se dio (¿ya no?) con el robo de combustible, cuyo monto, según el Presidente, era de 200 millones de pesos ¡diarios!, o sea, 73 mil millones de pesos cada año. Por eso, cuando se habla de unos cuantos miles de millones perdidos en La Estafa Maestra, otros en la compra de medicamentos por el Sector Salud, unos miles más a través de ciertas universidades, otros en las guarderías, etcétera, ya ni nos asombramos.

Decía Aristóteles que adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia, sino que tiene una importancia absoluta. Por eso hablo en los dos primeros párrafos de los valores colectivos de la sociedad, mismos que parece que se han perdido. Muchos experimentos han dado como resultado que la corrupción ha permeado todas las capas de la sociedad y nadie está vacunado contra ella. Joan Báez, la cantante estadounidense, decía que si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella.

Cuando, en 1976, José López Portillo fue el candidato para Presidente de México, utilizó como eslogan de campaña la frase “La solución somos todos”. A medias de su gobierno, la conseja popular la había transformado en “la corrupción somos todos”. El humor agudo del mexicano fue diseñando frases para retratar a los ladrones de cuello blanco, a políticos y a burócratas corruptos: “El que no transa no avanza”. “No importa que robe, pero que salpique”. “No quiero que me den, sino que me pongan donde hay”. “Un político pobre, es un pobre político”.

¿Cuánto logrará avanzar Andrés Manuel en ese combate? No lo sabemos. Hay tanta resistencia a las costumbres, que aún muchos de los que con él llegaron se niegan a adoptar la bandera de la honestidad. Bien dicen que nadie se desembaraza de un hábito tirándolo de una vez por la ventana, sino que hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño.

El clamor general es que alguien tiene que empezar a pagar por tanta rapiña. ¿Habrá un primero?

PD: ¿Gusta opinar? Lo espero en Las Mentadas


jbrambilaleal@yahoo.com.mx