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Despacho Político



ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA

El horario de verano


Miércoles 20 de Marzo de 2019 7:48 am


EN los días finales del invierno en México, la luz solar ilumina el país durante poco más de 12 horas; entrado el otoño, dura casi 11, sesenta minutos menos. Si algo sobra en el país, es sol. De la frontera sur a la norte, del Atlántico al Pacífico, la radiación solar abunda todo el ciclo anual. 

Apenas necesitamos diferentes husos horarios. Nos rigen cuatro. En la península de Yucatán, se agregó uno en 2015, exclusivamente para Quintana Roo, con el argumento de aprovechar “más horas” de luz diurna las tardes en la zona turística (tiempo del sureste). Otro es el tiempo del centro, que abarca la mayor parte de la República, que rige a Colima. 

Tiempo del noroeste, con sólo Baja California y Colima, válido únicamente en la isla Socorro. Tiempo del Pacífico: Sonora, Nayarit (excepto Bahía de Banderas), Sinaloa, Baja California Sur y Chihuahua, que se acogen al tiempo de la montaña de Estados Unidos, esto es, una hora menos que el centro de México, e incluye las islas Clarión, Roca Partida y San Benedicto, del archipiélago colimense de Revillagigedo. 

Sonora, con el tiempo del Pacífico, es el único estado que no cambia horario en verano.

Así, mientras aquí son las 12 del día, en unos estados son las 11 de la mañana y en Quintana Roo es la 1 de la tarde. Entre Colima y la Ciudad de México la diferencia es de sólo cinco minutos, más tarde en la capital del país.

Nos las habíamos arreglado siempre con el horario natural, biológico, de la salida y puesta del sol sin alterar la medición del día. Esto es, el modo más racional de dimensionar el tiempo cotidiano. México tenía en casi todo el territorio, el horario del centro de Estados Unidos y sin mayor apuro. 

Vino entonces uno de esos “genios” de la tecnocracia neoliberal y hace 23 años el gobierno de Ernesto Zedillo impuso el cambio de horario. El cuento fue aprovechar mejor las horas de luz solar y ahorrar energía. Fue una razón más que idiota, porque la electricidad que se ahorraba al atardecer (por oscurecer una hora más tarde) se gastaba por la mañana (por amanecer una hora más tarde). Se sacaba un clavo para tapar un agujero.

Todavía hay quienes aseguran que el horario de verano permite más actividades, nos inventan la historia de que hay menos robos porque los ladrones “prefieren la oscuridad” para delinquir –¡vaya  argumento más tonto!– y otras perogrulladas por el estilo. 

Tampoco se ha ahorrado en la generación de energía eléctrica, aunque los boletines de la Comisión Federal de Electricidad hayan dicho que sí. Ni los consumidores ahorraron, porque las tarifas han continuado al alza hasta los días que corren. 

La verdadera razón del cambio de horario se debe a intereses financieros. Se trataba de acortar la diferencia de cierre de la Bolsa de Valores de Nueva York con la de México, que en invierno llegaba a tres horas. Según aducían los negociadores bursátiles, eso les perjudicaba. Y vino el favor del gobierno.

Entonces, el costo recayó en la población que al moverse los relojes perdía no sólo una hora de sueño, sino hasta dos o tres, porque el reloj biológico continuaba funcionando conforme a la medición de tiempo anterior. Se alteraron los ciclos circadianos del organismo humano durante varios días y en algunas personas el efecto nocivo se prolonga hasta 15 días o un mes.

Afectados por la disrupción del horario de sueño, muchos resienten la disminución de sus habilidades motrices y mentales, además de padecer desagradables cambios emocionales. Lo dicen médicos, sicólogos y otros profesionales que han estudiado las consecuencias del cambio de horario. El común denominador es la sensación de cansancio físico y mental, que daña también la productividad de las empresas donde esas personas laboran.

El Partido Verde anunció hace unos días que presentará una iniciativa para desaparecer el horario de verano. Si se cancela esa aberración de mover el reloj con el cuento de ahorrar electricidad, muchos lo agradeceremos al Partido Verde.

Que el horario de verano es innecesario en México lo ha demostrado el estado de Sonora, que jamás aceptó la inclusión en el disparate zedillista. Ya cumplen 23 largos años sin demostrar utilidad alguna que lo haga valer la pena.


MAR DE FONDO


** Insisto. Hay en la ciudad muchas calles y avenidas mal iluminadas. Otras, de plano, tienen lámparas fundidas, y en numerosas más el follaje de árboles en banquetas y camellones impide que pase la débil luz de los faroles públicos. Se necesita reponer luminarias, sustituirlas por unas de mayor intensidad lumínica y menos gasto de energía. 


** La noche del domingo, cientos de automovilistas fueron obligados a dar larguísimos rodeos porque no pudieron cruzar la avenida Sevilla del Río. El paso del carnaval obstruía la vía. Se necesita conciliar el espectáculo con el derecho al libre tránsito. Tampoco esta vez hubo orientación, pura arbitrariedad. Vialidad del Ayuntamiento de Colima, fue simplemente ineficiente en este caso.


** “El Trovador. (I) ¡No soy caballero/ que soy pordiosero,/ Princesa sois vos…!/ (II) Postrado a la puerta de oro/ de tu corazón/ digo mi canción,/ una canción hecha de lloro./ ¡Postrado a la puerta de oro!/ (III) ¡Con qué veneno de serpiente,/ o anillo encantado,/ me sería logrado/ tornarte para mí clemente!/ ¡Con qué veneno de serpiente!/ (IV) ¡Perdona, señora, al poeta,/ pecador de amor,/ que por tu rigor/ es en un monte anacoreta!/ ¡Perdona, señora, al poeta!”. (Ramón del Valle Inclán, español, 1869-1935. Fragmento del parlamento del trovador del drama Cuento de abril.)