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CARLOS MALDONADO VILLAVERDE

Aforismos en la lucha contra la corrupción


Jueves 21 de Marzo de 2019 7:40 am


DECÍA Cicerón: “Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”, frase que contrasta con el aforismo popular mexicano, atribuido a Carlos Hank González, que dice: “Un político pobre es un pobre político”.

Seamos claros: la corrupción es el mayor reto que enfrentamos para hacer una sociedad capaz de desarrollarse con una justa distribución de la riqueza. El Estado ya no responde a los intereses de la sociedad que lo creó, pues –como afirma Rigoberta Menchú– “La corrupción y el narcotráfico han constituido una fuerza que no es paralela al Estado, es realmente un estado dentro de él”. Pero del narcotráfico hablaremos en otra ocasión como una modalidad más de la corrupción.

¿Por qué vinculamos poder y corrupción? En un mundo ideal, el poder se recibe y se ejerce al servicio de la sociedad y sus intereses superiores. En la vida real, la tentación de ejercer el poder a favor de sí mismo o de los más cercanos, es muy grande. Así, afirmaba José Saramago: “El poder lo contamina todo, es tóxico. Es posible mantener la pureza de los principios mientras estás alejado del poder. Pero necesitamos llegar al poder para poner en práctica nuestras convicciones. Y ahí la cosa se derrumba, cuando nuestras convicciones se enturbian con la suciedad del poder”. La paradoja del poder se manifiesta al llegar con un propósito que se incumple o se olvida ante la sensación de superioridad que emana del ejercicio del poder.

El juego del poder es complicado. En la visión de Paz (El Laberinto de la Soledad), la burguesía corrompía al gobierno: “El banquero sucede al general revolucionario; el industrial aspira a desplazar al técnico y al político. Estos grupos tienden a convertir al Gobierno, cada vez con mayor exclusividad, en la expresión política de sus intereses”. Pero será más adecuado decir hoy en día, que son los “tecnócratas”, con sus credenciales del MIT, Harvard o Yale, quienes toman el poder y detentan la capacidad de otorgar contratos que les darán pingües beneficios a cambio; de simular licitaciones, de hacer compras fantasmas, de disponer de vidas y hacienda de cualquier persona…

Un gobierno así es un gobierno sin rumbo, preocupado de enderezar las finanzas –o de ocultar el déficit–, manteniendo para sí ganancias marginales si se comparan con el monto de los recursos manejados, pero estratosféricas si se recuerda la “honrosa medianía” juarista.

En una sociedad indignada hasta el encabronamiento por la corrupción, el mensaje de López Obrador, sin duda, debió enardecer corazones, mover conciencias, convencer a base de recortes salariales, honestidad y buenos propósitos de acabar con la corrupción. Pero, ¿cuánto tiempo será efectivo el mensaje si no hay una claridad de resultados en este combate? Porque el mensaje que dio tiene vigencia y una fecha de caducidad muy corta.

Los cambios deben darse. Celebro uno, por lo que representa, y lo transcribo por lo que vale: “A nombre del Estado Mexicano les ofrezco una disculpa pública por la violación de los hechos en el marco del uso excesivo de la fuerza por el que fueron privados de la vida sus hijos. Les ofrezco una disculpa pública por el daño a la imagen, el honor y la buena fama de Jorge Antonio y Javier Francisco, derivadas de las falsas imputaciones por diversas autoridades del Estado Mexicano, y por la alteración de la escena de los hechos. Quiero decirlo de manera clara y tajante: Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo eran estudiantes de excelencia del Tecnológico de Monterrey, no sicarios”. Lo dijo Olga Sánchez Cordero, a propósito del homicidio perpetrado el 19 de marzo de 2010 en el Tecnológico de Monterrey, por elementos del Ejército Mexicano.

Excelente inicio, reconocer errores, enmendar la versión oficial y aceptar la responsabilidad por intentar tergiversar la verdad histórica. Sigue perseguir, juzgar y sentenciar a los responsables, porque si no lo hacen será mero discurso. Si no son juzgados, la corrupción habrá ganado una batalla más o, como dijo Cicerón: “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”.


carlos.maldonado.v@gmail.com