Somos del río
JULIO IGNACIO MARTÍNEZ DE LA ROSA
Sábado 23 de Marzo de 2019 8:03 am
ESTÁBAMOS a unos 10
kilómetros del mar. El fuerte sol nos recordaba que el trópico es caluroso, a
veces muy húmedo. Al medio día las condiciones se tornan más severas con
quienes rondamos esos rumbos tropicales y que no podemos evadir porque así lo
exige nuestro trabajo. Hacemos lo que nos gusta, aunque pareciera incómodo. Restaban 10 kilómetros
de serpenteante agua. El río nos lanzaba destellos que el sol clavaba en todo
el espejo de agua. Abajo se veían las piedras, la arena, y en medio los peces
imparables de un lado a otro, de arriba abajo, en busca de algo que sólo ellos
saben qué es. Eran aguas claras. Los pescados no se
cansan, dijo don Patricio, a quien todos llamaban Pato, mostrando así su cariño
al viejo del pueblo. Con la autoridad de abuelo y de patriarca, don Pato decía
que los peces se mueven día y noche. Yo nunca los he visto dormir de día, dijo
el viejo, en la noche no se ven ni con lámpara. Yo creo que no duermen porque
cuando está oscuro y entro al río los pescados siempre me muerden las piernas. Cuando hay sol, uno ve
el tamaño del pescado, se notan sus movimientos y uno puede atraparlo para
comer. De día todo es fácil. En la noche es otra cosa, todo es diferente, decía
don Pato, los pescaditos se acercan a uno, lamen tus piernas, te muerden, a la
mejor tienen hambre y por eso picotean mis pies calientes. De aquí hemos vivido
siempre. El río nos ha dado de comer. Nuestros abuelos se quemaron la cara, los
brazos, el lomo, yendo tras los pescados, platicaba Pato. A veces una cuerdita,
una piola, un anzuelo, pero siempre comíamos. Otras veces había fiesta con un
venadito cazado en el cerro. Pero el río es la salvación, siempre regresamos al
río. Orgulloso, don Pato
afirmaba que no usaban químicos en sus cultivos, todo lo que comían era natural.
Las playas del río eran ricas en nutrientes para todos sus cultivos, sus
hortalizas, su maíz, frijol, la milpa mezclada con calabaza y otros productos.
Las playas dan lo suficiente para que cada familia viva en el año. A veces
comían pescado, otras veces la carne o granos y vegetales. Todos limpios. Si usaran químicos, la
lluvia arrastraría al río esas sustancias y mataría sus peces, los pescados que
tanto quieren y que durante siglos han sido su sagrado alimento. No podían
traicionar las costumbres y la memoria de sus mayores, decía Pato, sería
pecado. Nos sentamos en la
chocita de palma, una casa despeinada por los vientos del último ciclón que
pasó cerca del pueblito. Usamos las sillas de madera diseñadas para usarlas
poco tiempo, eran muy incómodas. Así no flojean, dijo el jefe. Comen y se van a
trabajar, rápido, así aprovechan el día. Las hamacas son para dormir en la
noche, no en el día, por eso son mejores las sillas. En la choza muy
ventilada terminamos el día. Los palafitos los protegen de los cocodrilos
mientras duermen. Seguimos sus costumbres. Nos acostamos en el catre de madera
y lona sudada de muchas noches. El cansancio nos durmió y nos arrullaron los
cantos de los grillos y las dulces entonaciones de los búhos, mientras afuera
una enorme luna plateada y brillante aluzaba todo el territorio. Nos sentíamos
protegidos de la luna porque nos dejaba ver todo sin lastimarnos la vista, era
una luna amiga. En la mañana y frente a
una tacita de café y otra de canela, iniciamos el día cálido, entre las
primeras gotas de sudor. Antes de partir a Oaxaca a tomar el vuelo, don Pato
nos recalcó que ellos cuidan el agua, el río y se cuidan ellos mismos. ¿Para
qué lastimarlo o herirlo? El río siente y se queja, llora, responde. Y don Pato finalizó
diciendo que el último huracán arrastró químicos de arriba y mató todo, no
comimos, perdimos fuerza. Así protestó el río porque lo trataron mal. Esperamos
a que se calmara y volviera a querernos. Entendió que fueron otros los que lo
lastimaron, no fuimos nosotros que sí lo queremos y cuidamos. Es nuestro y
nosotros somos del río. Hoy recuerdo que cuando
aparentemente el río no te sirve lo descuidas, esa es la lógica de algunos
políticos. El río siempre te servirá.
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