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Codo de niñera



GERARDO OCÓN DOMÍNGUEZ


Domingo 24 de Marzo de 2019 8:19 am


CUANDO ya somos adultos, contamos con 106 palitos de calcio, aproximadamente. Esos palitos de calcio, es decir, los huesos, están unidos por ligamentos y soportados por el conjunto de músculos que poseemos en nuestro maravilloso cuerpo.

No siempre somos así, si consideramos que a partir de que nacemos, esos huesos son aún de cartílago, principalmente. Y los músculos irán adquiriendo fuerza y macicez poco a poco, al grado de que algunos bebés de unos pocos meses, ya pueden sostener su propio cuerpo con ambos brazos si se les acerca a una barra. Pero una cosa es que se sostenga colgado y otra cosa es que sea recomendable. Los límites de la resistencia del cuerpo pueden parecer impresionantes a simple vista, pero no por ello debemos abusar.

Retomando las alegorías cómico-dramáticas de mi colega Heliot Pérez Zavala, estamos hechos de gelatina por fuera y palitos de calcio por dentro… y a su vez, esos palitos están unidos por ligas. Somos más frágiles de lo que creemos y se puede comprobar en el día a día de una Sala de Urgencias en el área de Traumatología, que es donde se atiende a las personas que han sufrido daño a su estructura corporal de alguna forma.

En lo personal, me entristece mucho cuando los menores son los paganos de nuestros modos de crianza. Existe una lastimadura (trauma) que se llama codo de niñera, que consiste en una dislocadura del codo, cuando los nenes son jalados o levantados bruscamente de una mano por un adulto. Se le llama codo de niñera, pero no porque las niñeras sean las únicas que lo provocan, pero así se llama. Cualquier reclamación, buscaremos al autor del nombre.

¿En qué situaciones se puede provocar el codo de niñera? Cuando levantamos a los nenes para cruzar una calle, brincar un charco, regañarlos, alejarlos de algo bruscamente.

Pero, ¿y esto qué tiene que ver con psicología? Cada papá, mamá o familia puede tener su propio estilo de crianza, pero no quiere decir que usemos las mismas herramientas que usaron nuestros padres con nosotros. Sobre todo, si esas herramientas parecen efectivas pero provocan lesiones o malestares a nuestros hijos.

Si un estilo de crianza es efectivo, los gritos estarán prácticamente ausentes en la comunicación con los hijos; lo mismo que los castigos, insultos, los regaños, y los golpes ni se diga.

Pero si hay gritos, persecuciones, golpes; si los hijos insultan a los padres, se niegan a cooperar en casa, cada miembro de la familia tiene diferentes objetivos (o sea, es cuando decimos que los hijos se mandan solos), llegan a la hora que se les pega la gana, entonces casi es seguro que papá y/o mamá ya perdieron el control.

Lo bueno de levantar a los niños del brazo es que cruzamos la calle más rápido.

Lo malo es que podemos lesionarlos al dislocarles el hombro, el codo o la muñeca.

Lo chundo es que queremos que caminen a nuestro paso, cuando sus piernitas son más cortas que las nuestras, cuando sus objetivos no son los nuestros y nuestro estrés no debería ser el de ellos.

Desde antes de salir, debemos, poco a poco, instruirles cómo es la acelerada vida en la calle. Muchas personas piensan que los bebés no entienden, pero la ciencia ha demostrado que son muy perceptivos y simplemente aún no han aprendido a comunicarse. También debemos aprender a ser claros al comunicarnos con ellos y no caer en contradicciones, además de repetirles con frecuencia que vamos a cruzar calles.

También, prevenirles que en ocasiones necesitaremos que crucen un poco más rápido. Pero si no pueden, idealmente deberíamos cargarlos. Es verdad que si ya pesan 30 kilogramos y llevamos las manos ocupadas y encima vamos a cruzar una calle, se pone complicado. Es por eso que debemos mantener el equilibrio para poder cuidar nuestras pertenencias y, sobre todo, cuidar a nuestros hijos.

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*Psicólogo


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