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El Indio en Cuyutlán



PETRONILO VÁZQUEZ VUELVAS


Viernes 05 de Abril de 2019 7:48 am


SU figura impactaba cuando se le veía a la orilla del mar, con su infaltable cigarro en los labios, llenando su espacio con volutas y caprichosas imágenes de humo. Su vestuario no concordaba para nada con el entorno. Su sombrero, camisa campirana tipo de la forestal, pantalón guangocho, cinturón, botines de pieza y un infaltable paliacate anudado al cuello. 

Recorría con sus ojillos lontananza de aquel mar azul estremecido por la caída intermitente de la Ola Verde que, con su estela de espuma blanca, espantaba el caminar del “ticuis” y señoritas que escapaban a esconderse en sus habitaciones de arena.

El genio del Indio brotaba en aquel paraíso playero. Al atardecer regresaba a la mesa de su hotel para seguir divisando el horizonte, arrellanado degustaba sus tazas de café de olla con las bebidas espirituosas de su preferencia. 

Hizo una película en 1953, denominada La Red, filme que obtuvo, ese mismo año, dos galardones: uno en el festival de Cannes, el premio internacional a la mejor narración visual, además de estar nominada como el mejor filme. En México consiguió el Ariel por la mejor fotografía, que corriera a cargo de Alex Phillips. 

Los actores principales fueron Rossana Podestá, Croax Alvarado y Armando Silvestre. Este filme lanzó al estrellato a la sensual actriz italiana que arrancó suspiros entre los varones casaderos y no casaderos  que vivían a la mitad del siglo pasado. La película causó controversia como todo lo que hacía El Indio, pero no cabe duda que es una buena obra que mezcla la excelsitud de las imágenes, tanto de la estrella principal, como de las imponentes de la Ola Verde y el acceso principal del humilde pueblito, que se agigantaba con el sensual caminar de la Podestá.

Esa imagen quedó para la historia, es una de las grandes fotografías del cine de oro mexicano, mirar de espaldas la escultural figura que ingresa al pueblo cruzando las vías del ferrocarril, cargando una burra en los hombros con dos canastillas colgando, altiva, silenciosa, con una delgada y transparente tela que deja traslucir, sinuosos, sus delanteros atributos. 

Años después, cuando la gente empezaba a olvidar esas imágenes, El Indio las volvió a recuperar para la memoria colectiva, en un nuevo filme con la misma temática y al que tituló Erótica, esta vez con Rebeca Silva, Jorge Rivero y Jaime Moreno. Corría el año de 1978, y México volvió a admirar en la pantalla grande aquella primera trama pasional y emotiva, con diferentes personajes. Sólo dos se preservaron a través del tiempo: el incesante ir y venir de la Ola Verde y la calle principal donde camina la belleza. Veinticinco años después, Emilio El Indio Fernández logra presentar en el celuloide una trama gustada para él en el marco del balneario preferido de los colimenses y de muchos que como ese prestigiado director y productor, se quedaron prendados del “no se qué”, propio de Cuyutlán.  

Qué bueno que ese actor y director haya elegido este modesto cuanto mágico destino de playa para rodar sus películas y para disfrutar sus momentos de esparcimiento. Coincidió con el gusto de nuestros padres y abuelos, y con el de muchos personajes de la política, la ciencia o la farándula, que se enamoraron de este pedacito azuloso del  Pacífico sur mexicano. 

Todos tenemos que hacer un gran esfuerzo por Cuyutlán, redimensionarlo y  limpiarlo. Su servidor ya habló con la superintendente corredora de Ferromex en Manzanillo y se le envió una petición a Sergio Minakata, de Relaciones Públicas en Guadalajara, para que nos ocupemos todos juntos de una de las estaciones de ferrocarril más hermosas de la República mexicana: la de Cuyutlán; ah, y ojalá el Cabildo de Armería decida ponerle el nombre del Indio Fernández a una calle, vale la pena. 

Que Emilio El Indio Fernández  siga en Cuyutlán por siempre.