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GLENDA LIBIER MADRIGAL TRUJILLO

La tragedia del PRI


Viernes 10 de Mayo de 2019 7:48 am


A poco más de 10 meses de la contienda electoral que lo colocó prácticamente en la lona, el otrora poderosísimo y único Partido Revolucionario Institucional se dispone a jugarse el todo por el todo, en un proceso interno de renovación de dirigencia nacional que podría encaminarlo hacia su sepultura, pues no se ve por dónde pueda conseguir el resurgimiento que afanosamente ha buscado una buena parte de su militancia desde el año 2000 –cuando por primera vez perdió la Presidencia–, pero que siempre es vencida por las fuertes resistencias de una minoría que lidera la institución partidaria, ya sea de manera formal o tras bambalinas.

Más que la peor crisis de su historia, el PRI enfrenta una tragedia. No sólo fue objeto de una estrepitosa caída electoral, sino también protagonista de una excesiva corrupción en el Gobierno Federal que encabezó Enrique Peña Nieto. Corrupción que igual observaron y padecieron millones de mexicanos en diferentes entidades del territorio nacional, por gobernadores con similares conductas deshonestas.

La derrota del tricolor en las urnas fue el resultado lógico del papel protagónico de una sociedad recurrentemente agraviada. No sólo se le calificó en las urnas por albergar y tolerar a gobernantes corruptos e indolentes, sino también porque, como partido, cuando pudo, no quiso ponerse del lado del pueblo, para ver y atender sus problemas y necesidades. El partido optó por cobijar, defender y vanagloriar gobernantes corruptos, políticas públicas fallidas y decisiones contrarias al bienestar de las mayorías.

Que el PRI cambie a estas alturas, es algo así como esperar lo imposible. Si no lo hizo luego de la contienda electoral del año 2000, cuando por primera vez conoció la derrota en la Presidencia de la República, el máximo cargo de representación popular del país que nunca, jamás, había compartido con ninguna otra fuerza política, ¿por qué habría de cambiar ahora? ¿Cómo? ¿Bajo el liderazgo de quién?

En 2006, el PRI no resintió tanto la segunda derrota en la Presidencia porque, como quiera, ya la había perdido una vez, y además, en ese momento no era el partido que podía ganar esa posición que detentaba el PAN, sino el PRD, con la candidatura del ahora presidente, Andrés Manuel López Obrador.

Al Revolucionario Institucional, como partido, le hizo más mal que bien, recuperar la Presidencia de México en 2012, porque no estaba listo para regresar. Y no estaba listo porque los 12 años anteriores no hizo nada por cambiar para mejorar, para reivindicarse con la gente, con la política y con el servicio público. 

En el sexenio de Enrique Peña Nieto, el PRI demostró que seguía siendo el mismo PRI que se fue de la Presidencia en el año 2000: sumiso con el Presidente, absolutamente a la orden y a los pies del Presidente. El partido, otra vez se olvidó del país y de la gente, y volvió a cometer el mismo error de tolerar la corrupción en el gobierno, pero esta vez una corrupción recargada y expuesta ante la opinión pública a través de investigaciones periodísticas profesionales y serias, que, sin embargo, no quiso ver ni atender el partido.

La próxima y necesaria renovación de la dirigencia nacional priista estará enmarcada por un proceso interno descarnado y provocará división y encono –como regularmente sucede en cualquier partido político–. Inevitablemente, el PRI saldrá debilitado y habrá militancia pura a la que ya no le interese seguir, o se abstenga de participar, o simplemente emigre, sin decir nada, a otra institución partidaria.

Las confrontaciones internas ya están en su apogeo. Los grupos de siempre quieren imponer a su alfil. Cada cual persigue sus propios intereses. Imposible creer que se quiera refundar un instituto político cuando no hay una renovación generacional interna y se conserva el mismo procedimiento de elección, que sólo sirve para hacerle creer a la base que, de veras, es la que decide el nombramiento de su líder nacional.