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La palabra del domingo



ÓSCAR LLAMAS SÁNCHEZ

Mis ovejas escuchan mi voz


Domingo 12 de Mayo de 2019 8:47 am


El Evangelio de hoy es breve y profundo: “En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: ‘Mis ovejas escuchan mi voz, yo las escucho y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás’”.

Es Jesús que se proclama a sí mismo como el Buen Pastor  que cuida a sus ovejas. Sus palabras nos llenan de seguridad y de consuelo. Vivimos en la Iglesia formando un rebaño, bajo el cuidado amoroso de Cristo, una hermosa familia en la cual Dios, Uno y Trino tiene su inefable morada.

Sin embargo, esta seguridad y esta fe no significan una pasividad beatífica, ni un triunfalismo apoltronado, ni un éxtasis espiritual que nos  impida ver las realidades de la Iglesia militante, perseguida desde siempre no solamente por sus enemigos exteriores, sino con mucha frecuencia combatida por nosotros mismos, los cristianos.

La Iglesia de hoy vive una de las horas difíciles de su historia. Hay quienes encienden rivalidades disciplinarias y hasta litúrgicas. Hay grupos que quisieran frenar el proceso renovador del Concilio Vaticano II, y otros que quisieran conducir esa renovación con criterios materialistas que distorsionan la fe y pervierten la conducta.

Vemos también que hay una ignorancia multitudinaria de los fundamentos cristianos. En estos tiempos de ciencia y tecnología, ha vuelto con más fuerza el satanismo y la superstición. Por otra parte, la fe de muchos cristianos se siente tan egoístamente instalada, que se olvida de los deberes más sagrados hacia el prójimo.

Pero estas crisis son buenas porque nos obligan a despertar, a tomar conciencia de nuestra verdadera vocación de cristianos. La hora presente de la Iglesia debe obligarnos a salir de nuestra piedad casera, para dar con nuestra vida, un testimonio de fe que mueva a los demás a salir de su letargo. Hay que impregnar de fe  y amor nuestras actividades diarias en la familia, en el trabajo, en la diversión.

El Evangelio no es un calmante o un refugio, sino que es apuntarse de los primeros en la lucha por lo mejor. El Evangelio nos pide mucho: nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestra situación social, nuestras pasiones, nuestras virtudes, para lograr un mundo más humano y más cristiano.

Esta es la hora de la verdad. La Iglesia no va a morir. No va a ser destruida a pesar de todas las adversidades y odios de los de fuera y de los de dentro. Cristo lo prometió: “Las  puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Sin embargo, en esos desgarramientos podemos perdernos tú y yo, y hasta algunos pueblos y Naciones.

Amigo(a): Arriba los corazones. Hoy es un buen día para enderezar nuestros caminos. Oigamos de nuevo  la voz de Cristo: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás”.