Cargando



Inbox



SERGIO BRICEÑO GONZÁLEZ

Recuperar soberanía


Martes 14 de Mayo de 2019 7:59 am


SALVAR a Pemex equivale a salvar al país. Una Nación tan petrolizada no podía conocer el apogeo de un desarrollo sostenido si no empezaba por recuperar soberanía, misma que no da nadie, sólo el petróleo, esa gema que a lo largo de numerosas generaciones ha estado en disputa. Francisco Pineda nos cuenta en su estupendo libro El ejército libertador, cómo los constituyentes zapatistas insistían en nacionalizar el petróleo. Era 1914. Era la inmediata posrevolución.

Más de 20 años después y contra todo pronóstico, el cardenismo recuperó el oro negro para todos los mexicanos, luego de intensas confrontaciones que incluso lo obligaron, al Tata Lázaro, a venderle crudo a las tropas nazis comandadas por Hitler, que ni rellenando los depósitos de sus pánzer consiguieron ganar la guerra, dejando, eso sí, una estela de “berrinches” estadounidenses cuyo colofón fue siempre el de ahora: embargo comercial, declaración de negocios non gratos para el imperio y toda esa colección de castigos que suele aplicar Estados Unidos a sus adversarios.

Por eso podemos detenernos a pensar un poco en el significado de la renegociación de la deuda de Pemex en condiciones favorables para el país. Y es que resulta que los gobiernos neoliberales del PRI y del PAN, se alimentaron como hematófagos de la gran ubre petrolera no sólo dándoles contratos a sus cuates, sino endeudando a la paraestatal por miles de millones de pesos cada año. El ritmo era tan brutal, que cada 365 días, los referidos gobiernos pedían créditos de casi 20 por ciento más en relación al previo, y así sucesivamente.

Ningún país se puede considerar soberano, si es petrolero, cuando sus hidrocarburos están en manos de los extranjeros. Y esto, aunque suene a materialismo dialéctico, es una verdad: la seguridad nacional que da el petróleo se esfuma al pasar a manos no nacionales. Qué pasaría entonces, nos preguntamos, si el presidente Andrés Manuel López Obrador logra estabilizar las finanzas de Pemex, cuáles serían sus consecuencias.

Entre muchas otras relacionadas con el precio de los combustibles, una recuperación de la soberanía seguramente habría de colocarnos dentro de los Nuevos Países Industrializados o New Industrialized Countries (NIC’s). Pero la densidad que está soportando ahora la administración lopezobradorista ha terminado por lastrar los proyectos centrales de crecimiento económico, dentro de los que se cuenta la reactivación del petróleo como fuente de riqueza no para unos cuantos, sino para todos los mexicanos.

En ese mismo sentido, cabe preguntarse hasta dónde irá la confianza de los mercados mundiales con respecto al rescate de una paraestatal que le ha dado tanto al país y de qué modo dichos mercados, incluidos los secundarios dedicados a la especulación monetaria, garantizarán el pago de la reestructuración de una deuda tan voluminosa. Si no se confían los activos de una empresa, veo difícil que dicha renegociación pudiera prosperar.

Por otro lado, en el esquema de transición de la 4T que ha sido objeto de tanta mofa, sólo cabe especular en torno a los métodos empleados por la economía neoliberal, para atender y salvar paraestatales. Y la respuesta en realidad es unidireccional: la solución radica en desincorporar dichas plantas en favor del sector privado, pues como lo dicta el canon del libre mercado, no sólo hay que dejar hacer y dejar pasar, sino también adelgazar al máximo al Estado, dado que el pánico en torno a una posible estatización de la economía sigue tan vivo hoy como hace 60 años.

La tarea que le queda por delante al Presidente no sólo incluye convencer a estos mercados de que el suyo es un proyecto no lesivo para el neoliberalismo, sino por el contrario. Se trata, hasta donde se ve, de un modelo en el que tienden a combinarse la responsabilidad de un Gobierno Federal con respecto a sus finanzas y posesiones, y el arduo camino que lleva a una competencia sana.  

Y aunque pudiera resultar demagógica aquella frase según la cual todos los mexicanos somos propietarios de las reservas de oro negro habidas en este país, lo cierto es que dicho título es también una carta de actuación abierta para que los gobernantes hicieran algo que nunca hicieron: defender el petróleo como un patrimonio mexicano del mismo nivel que nuestros vestigios arqueológicos que, paradójicamente, nos hablan de un pasado esplendoroso.